Parto respetado: una opción ante la violencia obstétrica Cultura por Belén Rayen Barriga Parra - 3 octubre, 20173 octubre, 20170 Chile es el segundo país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) con más partos vía cesárea, llegando a un 70% de cesáreas realizadas en el sector privado. Esta cifra contrasta fuertemente con lo recomendado por la Ocde, ya que sugiere que los partos con este tipo de procesos no superen el 10 o 15%. Sin embargo en el país, de cada 100 nacimientos, 47,1 son cesáreas, contemplando el sector público y el privado, lo cual alcanza casi el 50% de los partos del país, muy lejos de la recomendación de la organización internacional. Debido a las altas cifras de cesáreas y la queja general del trato médico hacia las mujeres al momento de parir , se creó la “Norma para el monitoreo y vigilancia de la indicación de Cesárea”, la cual no es una ley, por lo que no es una obligación legal basarse en ella, sino una recomendación que sugiere el Ministerio de Salud a través de la Guía Perinatal. En esta guía, se hace referencia a algunos estudios sobre los efectos de la cesárea en las madres y recién nacidos, explicando que «se observó que el aumento de la tasa de parto por cesárea, se asoció con aumento de uso de antibióticos en el puerperio, mayor morbi-mortalidad fetal y materna, prematurez y mayores ingresos a UCI neonatal». Por otra parte, la Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), trabajando conjuntamente con diferentes países, ha creado una ley de parto respetado, y que, en el caso de Argentina con la Ley Nacional Nº 25.929 se han planteado 11 derechos básicos de la mujer ante el embarazo, el trabajo de parto, el parto y el postparto: A ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos procesos de manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternativas. A ser tratada con respeto, y de modo individual y personalizado que le garantice la intimidad durante todo el proceso asistencial y tenga en consideración sus pautas culturales. A ser considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto. Al parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona por nacer. A ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales. A no ser sometida a ningún examen o intervención cuyo propósito sea de investigación, salvo consentimiento manifestado por escrito bajo protocolo aprobado por el Comité de Bioética. A estar acompañada, por una persona de su confianza y elección durante el trabajo de parto, parto y postparto. A tener a su lado a su hijo o hija durante la permanencia en el establecimiento sanitario, siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales. A ser informada, desde el embarazo, sobre los beneficios de la lactancia materna y recibir apoyo para amamantar. A recibir asesoramiento e información sobre los cuidados de sí misma y del niño o niña. A ser informada específicamente sobre los efectos adversos del tabaco, el alcohol y las drogas sobre el niño o niña y ella misma. Parir con sabiduría, parir entre mujeres Jessica Sepúlveda, instructora de yoga especializada en prenatal, madre y Doula (acompañante de procesos femeninos: partos, abortos, puerperios, lactancia y menstruaciones) hace más de un año, trabaja través de Amargi Doulas en el acompañamiento de distintos procesos femeninos. En este caso en específico, le hemos consultado por cómo realiza los acompañamientos en el proceso de embarazo para poder conocer la forma de llevar un parto más respetado y en casa. «Ser Doula significa acompañar a otra mujer. Es un poco lo que se hacía antes entre mujeres, ya que los partos eran en compañía de tu madre, abuela, hermana, la vecina de un poco más allá. Siempre guiada por una mujer más sabia. Hoy esto no existe, y por lo mismo nos hace falta esta contención, porque la sola presencia de otra mujer te da más confianza y tranquilidad, permitiendo que todo se dé de mejor manera y pueda fluir el proceso hormonal». Jessica Sepúlveda. Foto: Rayen Barriga Jessica recalca que este trabajo forma parte de un proceso completo, desde antes del parto y que «consiste en informar, empoderar, entregar herramientas de sintonización con tu cuerpo, porque nadie le puede decir a otra mujer cómo preparar su cuerpo para parir, sólo puedes ayudarla a conectar con ella misma y lograr que vea que todas las mujeres hemos parido siempre». No porque hoy vengan los hombres, los médicos, a decirte cómo parir significa que sepan cómo hacerlo. Los hombres no pueden decirte cómo parir, porque ellos nunca han parido. «Hemos perdido nuestro poder, lo hemos entregado de tal manera a una sociedad machista y patriarcal, que hoy no nos conocemos, no sabemos de lo que somos capaces, de la energía creadora que poseemos, y de aquí nace la base de la sociedad, o sea, sin nosotras, las mujeres, no existimos. Si decides no ser madre tienes que hacerlo con sabiduría, puedes crear otras cosas, proyectos, pero todo con sabiduría. Lo mismo si decides ser madre, debe ser con consciencia plena, con toda la sabiduría de tu cuerpo y con amor, ya que al final, si estás pariendo porque es lo que te tocó no es un buen proceso. De esto se trata ser Doula, de aprender a confiar nuevamente en nosotras, en escuchar y recuperar la sabiduría ancestral». «Usamos hartas plantas para aliviar. Por ejemplo para el parto, cuando recién está comenzando uso Laurel, lo que permite que las contracciones sigan en su ritmo y van subiendo. Una vez que ya iniciaste el proceso de parto activo -de cinco a seis de dilatación- uso Romero, que sirve para que el músculo del útero no se canse. Igualmente depende, porque si el parto fluye bien sólo, no uso nada, dejo que suceda, pero hay que tomar precauciones». ¿La postura para parir que se usa rutinariamente en el sistema de salud es la más adecuada? «La postura supina, que es la de estar acostada en la camilla, no es una buena postura, es probable que hayan desgarros. Hoy muchos médicos siguen haciendo episiotomía, que es cuando hacen un corte con bisturí que une la vulva con el ano, o como ahora se hace, un corte hacia el lado. Eso no sirve para nada, es por comodidad del médico. Si tenemos 100 casos de parto, sólo entre uno y tres partos suelen ser necesarias las episiotomías, sin embargo estas son muy comunes, pese a que la OMS recomienda no hacerla». «Lo ideal es que sea con movimiento libre, con piernas flectadas para que la pelvis esté abierta, o con una pierna arriba de una silla. Si estás en un hospital o clínica donde te han puesto anestesia es mucho mejor estar de lado». «Hay muchos médicos que tienen un ego gigante y transforman el momento del parto en su momento, cuando en verdad, el momento es de la mujer, de la que está pariendo. Por eso yo también he tenido diferentes encuentros con los médicos de parto, porque hacen todo en función de su comodidad, como las episotomías por ejemplo, inclusive algunos que se hacen llamar médicos de parto respetado, pero realmente tampoco lo hacen así, es la misma lógica con un poco menos de invasión». Parir en el siglo XXI: bisturí, fórceps y deshumanización Foto: Radio Uchile En cuanto a violencia obstétrica durante el parto, hemos conversado con dos mujeres que nos relatan sus experiencias al momento de enfrentarse al sistema de salud en sus partos primerizos, donde la violencia es una cotidianidad al momento de parir en Chile, ya sea en el sistema de salud privado o público. Karen Manríquez tuvo su primera hija a los 23 años en el Hospital de Concepción «Tuve a Violeta, mi hija mayor en el hospital regional. Teníamos planificado un parto en casa, pero tenía mucho dolor asíque fuimos al hospital, ya que, además, era Fonasa tramo A, por lo que no tenía los medios para pagar una clínica, tendría que haber vendido un riñón. Llegamos al hospital y la acogida fue pésima, me atendió en urgencias una matrona con bastantes años de experiencia, una señora mayor. Yo tenía contracciones con mucho dolor y ella me dice «ya, ya, ya, sácate luego la ropa para hacerte tacto». Estaba muy nerviosa, era mi primera hija y fue muy poco empática». Foto facilitada por Karen Manríquez «Yo quería estar con el papá de mi hija y no nos dejaron. Llevamos un plan de parto y no se respetó, que era estar siempre acompañada, y no nos aceptaron el plan de parto. Luego me llevaron a la sala de preparto. Tenía cinco de dilatación, me colocaron suero y otras cosas que no sé qué eran, y ahí ya empieza la primera violencia obstétrica porque no te informan qué te están poniendo y, menos aún, un acompañamiento. Esa vez recuerdo haberla escuchado decir a otras mujeres en la sala deja de llorar, sino tu gua-gua va a nacer no sé qué cosa». «Sentía mucha sed, y le pedí un vaso de agua, a lo cual se negó y me dijo que no podía tomar agua. Aparte me rompieron la bolsa para apurar el parto, no fue natural. También me hicieron una episiotomía innecesaria, era la primera vez, así que tampoco me atrevía a decir nada, yo estaba muy sumisa». Paulina Jara tuvo su primer hijo a los 18 años en una clínica de Santiago «La primera experiencia fue con mi hijo Vicente, la violencia fue durante todo el embarazo porque el doctor era un dios Thor. No explicó nada, era mi primera experiencia así que tampoco preguntaba mucho, más bien confiaba en el doctor. Ahora ya más adulta entiendo que no debí confiar tanto». Foto facilitada por Paulina Jara «Llegué a la clínica Madre Hijo, me separaron inmediatamente de mi pareja, me metieron a una sala donde te acuestan, te revisan. Yo llegué con siete de dilatación, eso es maravilloso. Después de eso me pasan a otra sala, la de preparto. Me acuestan, me llenan de máquinas, el suero, estaba sola, me pedían que no gritaba, no sabía dónde estaba mi mamá ni mi pareja. Me pasan a la sala recién después de una hora, donde estuve completamente sola, con doctores que me pedían que no gritara tanto, que en la sala de al lado había una mujer con 24 horas de parto y gritaba menos que yo». «Ya en la sala de parto me ponen de lado, colocan la anestesia, el médico me abre de piernas, me hacen pujar dos veces y recién ahí dejan ingresar a mi pareja. Él alcanzó a darme la mano y nace mi hijo. Me lo entregaron por cinco minutos y se lo llevaron. No volví a verlo en varias horas después. Mientras tanto me cosían, sin hablarme ni informarme nada me hacen firmar algo, y yo aún estaba anestesiada, así que firmé. Cuando me dieron el alta y entregan los papeles me entero de que habían utilizado force para sacar a mi hijo. Sólo ahí supe, ese era el papel que me hicieron firmar mientras me cosían». «El force no era necesario, sólo pujé dos veces, pero eran las tres de la mañana, el médico se quería ir» «Con mi primer hijo se siente esa desconexión cuando nace y se lo llevan de inmediato. ¿¡Porqué se lo llevan?! Se trabaja después, una sana, son difíciles estos partos, sanar cuesta mucho, porque la forma en que nacemos cambia nuestra vida». ¿Qué puede generar un parto con violencia y qué consideraremos violencia? En Chile, actualmente, existen varias mujeres a favor de crear una Ley de Parto Humanizado como las que hay en otros países. Organizaciones como el Observatorio de Violencia Obstétrica y la Coordinadora por los Derechos del Nacimiento, junto a mujeres independientes se han dedicado a colocar este tema en la palestra política, enfocándose en que los cuerpos de las mujeres son espacios de derecho, donde la decisión sobre ellos pasa sólo por quien sea la habitante de ese cuerpo. Por lo mismo, la Coordinadora por los Derechos del Nacimiento ha creado una infografía donde explicita qué es lo que se busca en un parto humanizado.