K-pop covers: alas de identidad Cultura por Camila Francisca Barrueto Prieto - 31 agosto, 201823 octubre, 20180 En Concepción existe un lugar en donde diversas agrupaciones de baile se reúnen a ensayar, ese sitio es el frontis de la Facultad de Química, la razón es clara, toda su fachada delantera está cubierta con vidrio, lo que les permite a los bailarines ver sus reflejos mientras ensayan sus coreografías. Allí asisten grupos que practican salsa, street dance, reggaeton, y k-pop. Sin embargo, pasa algo interesante con este último y es que las comunidades que lo practican están compuestas en gran parte por chicas adolescentes, lo que las diferencia de las otras personas que frecuentan el lugar para bailar, debido a que suelen ser mayores o grupos mixtos. La situación nos lleva a pensar si existe alguna relación con la edad como un factor predominante al momento de preferir esta danza, a la que estos grupos acceden gracias a la globalización y conectividad, y si es posible que la causa de llevar a cabo esta actividad sea la búsqueda de identidad. ¿Qué es el k-pop? El k-pop es un estilo de música que nace en Corea del Sur, es también conocido como pop coreano. Está compuesto por variados sonidos e intenta mezclar la música popular surcoreana con estilos más occidentales como el jazz, hip hop, country, R&B, pop, entre otros. La principal característica de este género además de la fusión de melodías, son las coreografías y el estilo que presenta cada uno de los integrantes de las bandas, la forma en que se peinan y tiñen sus cabellos, sus vestimentas coloridas, y también su forma de actuar. Tal ha sido el impacto de estas bandas, que ha llegado también hasta otras partes del mundo como: África, India, Estados Unidos, y Sudamérica, a este fenómeno se le llamó “ola coreana”. Chile no ha sido la excepción y un sinnúmero de jóvenes seguidores han decidido llevar su fanatismo más allá y formar ellos mismos agrupaciones con otros chicos y chicas interesados en el tema, con quienes suelen reunirse, escuchar la música, hablar sobre sus gustos en torno a este estilo, interpretar las coreografías de los artistas coreanos, e incluso crear las suyas, las cuales el último tiempo han generado que se generen variadas competencias a nivel país. Frente a los ventanales Si bien existen todos esos precedentes que se relacionan con lo que quisimos conocer estos meses, preferimos acercarnos en primera persona a este fenómeno musical, con el fin de conocer desde cerca quiénes son, sus deseos, miedos y formas de ver el mundo. Para esto convivimos con un grupo de adolescentes que practican k-pop en el frontis de la Facultad de Química de la Universidad de Concepción, ellos nos compartieron el objetivo de su actividad, cómo la llevan a cabo, cómo la complementan con sus otras actividades, cómo llegaron a conocerla y lo que significa para ellas bailar e interpretar este género. Los viernes en el foro son concurridos, pareciera que fuera el principal lugar de encuentro de la juventud penquista. Bajo el cielo que oscurece temprano por el cambio de hora y el frío que de a poco provoca vapor en nuestras bocas, basta con levantar un poco la vista para darse cuenta de la presencia de distintos grupos de adolescentes, cada uno con uniformes de liceos y colegios distintos. Se ríen, hablan fuerte, sostienen cigarros con la mano, todo pareciera indicar que después de clases se reúnen para disfrutar el inicio del fin de semana o para alargar la jornada escolar con sus amigos. Entre medio de esas risas, se escucha el sonido de las ruedas sobre el pavimento, los skaters y los que practican BMX se apropian del suelo y realizan sus saltos y piruetas, y aunque hace años tienen prohibido circular por el sector, rompen cualquier regla impuesta por la institución y siguen practicando, es algo que los caracteriza, todos en la universidad saben sobre este conflicto, pero ellos ya forman parte del hábitat estudiantil. Es interesante ver cómo dentro de todo este paisaje los estudiantes, profesores y funcionarios de la universidad van y vienen, algunos a paso rápido, otros lentamente, algunos acompañados, otros solos y con audífonos, cada uno vive su propio afán de fin de semana. El ambiente es concurrido, a pesar de que esté comenzando el invierno, algunos arreglan esta situación con un café o con abrigos y bufandas. Las voces siguen sonando pero a lo lejos se mezclan con distintos estilos de música que suenan al mismo tiempo. Provienen del pasillo de la Facultad de Química. Desde que se reconstruyó, luego del terremoto del 2010, sus ventanales han servido para distintos grupos de personas quienes los utilizan como espejos para ensayar sus coreografías. Entre estos grupos está Moonlight, un grupo que descubrimos en el mismo lugar mientras ensayaban un viernes y con quienes, al poco tiempo, contactamos por Instagram. “Moonlight Wings” (alas de luz de luna), se fundó a principios de este año y de momento mantiene cinco integrantes. Es un grupo cover, por lo que el objetivo es replicar las coreografías de un grupo de música coreano, en este caso BTS o Bangtan Boys (chicos a prueba de balas). BTS es una agrupación compuesta por siete chicos surcoreanos, ellos cantan, rapean, bailan, y componen sus propias canciones desde 2013. Para que las chicas lleven a cabo su cometido utilizan una técnica a la cual denominan “focus”, se trata de poner estricta atención a los movimientos de un sólo miembro del grupo original, y de esta forma retratar los bailes específicamente del chico a quienes ellas escogen representar. Esta elección la hacen ellas mismas, de acuerdo a la simpatía que tengan con el miembro. Nos enteramos que no sólo chicas estaban en el grupo, sino que, también participaba un joven de 18 años. En total eran cinco integrantes y estaban buscando a dos más, para así poder conformar en su totalidad el grupo surcoreano. Durante los ensayos se les ve afiatados, andan ligeros de ropa, probablemente porque el baile los hace entrar en calor, y no necesitan mayor abrigo, de todas formas se llevan muy bien, conversan, sonríen y practican. A sus juntas llevan comida, bolsas de papas fritas y galletas, cada cierto tiempo se detienen y comen para luego reanudar su actividad. Las acompañan otras chicas, pero no forman parte del grupo, son sólo personas que vienen a acompañarlas de vez en cuando. Más allá de los nombres Todas las chicas se denominan entre ellas con un pseudónimo que está ligado al personaje de BTS que ellas representan. Podría parecer extraño al principio que chicas adolescentes se sientan identificadas con sobrenombres que hacen referencia a una persona del sexo contrario, pero la verdad es que no les afecta en lo absoluto. La fundadora del grupo es Antonia Nuñez, tiene 16 años y cursa tercero medio en el Colegio Inmaculada Concepción. Con una sonrisa tímida comenta que su seudónimo es Ramón. Sin embargo, el nombre real de la persona a la que interpreta es Kim Nanyoon, o mejor conocido actualmente en el mundo artístico como RM (Rial Me), pero como en algún momento este personaje fue llamado Rap Monster, y como las chicas chilenas decían su nombre de manera rápida, se escuchaba como Ramón. Ramón es una chica tranquila, muy aplicada en el colegio, según ella dice, de la misma manera que las otras integrantes del grupo, que pertenecen al mismo colegio. Tiene promedio 6,9, dice estresarse por cualquier cosa, es muy metódica. En su voz y sus modos de actuar se demuestra que intenta darse a conocer de forma clara y correcta. “Me gustan también otros tipos de música como el rock. Para mi esto es un hobbie, aunque me gustaría seguir haciéndolo después de salir del colegio, me distrae y me relaja”, comentó la joven. Lo que la motivó a querer formar el grupo, fue su interés por el tipo de música y los videos de otro grupo cover llamado Bangearm, que una amiga le mostró y quien también es integrante del grupo, su nombre es Valentina. Valentina Fernandez, es la mejor amiga de Ramón y a la vez su compañera de curso, pero tiene 17 años. Cada vez que se dirigen a la UdeC a ensayar, pasa antes a la casa de Ramon para almorzar juntas. Interpreta a Min Yoon-gi, más conocido como Suga, por lo tanto ella es nombrada por el resto de las integrantes por ese pseudonimo, a veces le dicen lechuga, porque suena similar. Al principio es muy tímida, se limita a contestar solo lo que se le pregunta, muy diferente a Ramón que desea expresar lo máximo posible todo lo referente a su actividad. La primera vez que la vimos estaba usando una mascarilla de boca con el nombre de BTS. Es quien más expresa su gusto por el k-pop, ya que a veces también usa un delineado de color fuerte en los ojos como fucsia o rojo. “Todo comenzó con la actividad del día del profesor el año pasado en el colegio, nos juntamos con unas chicas y nos presentamos ante todos, y fue furor, de ahí que no nos hemos separado y venimos a ensayar a la UdeC”, recordó. Cabe destacar que no todas tienen las mismas edades, existen otras menores, como el caso de Francisca Núñez, hermana menor de la líder del grupo. Tiene 13 años y cursa octavo año básico en el mismo colegio. Ella interpreta a Jung Ho-seok conocido como J-Hope. Las chicas la llaman Hopi. Tiene un parecido físico increíble a su hermana, pero a diferencia de Ramón es muy introvertida, habla bajo y no emite opiniones si no le dirigen la palabra o le preguntan algo, las veces que fuimos siempre estaba un poco más apartada jugando en su teléfono. No obstante, a la hora de bailar, muestra un gran talento. “Me encanta J-Hope, porque es el que mejor baila, me gusta también su actitud, rapea y además mantiene una historia de resiliencia en su vida personal que admiro, y eso lo muestra en sus letras, también hace crítica social”, agregó la niña. A pesar de que es común que en la etapa de la vida que atraviesan las chicas, los hermanos no se lleven muy bien, en el caso de ellas es distinto, comparten los mismos gustos musicales, y lo llevan a cabo juntas, se podría decir que son buenas amigas, la brecha de edad no es tema para ellas. La cuarta integrante de Moonlight es Isidora Pavez, interpreta a Jeon Jung Kook, mejor conocido dentro de la banda como Jungkook. El resto de las niñas le dicen Kuku porque el sonido se asemeja a la última parte del nombre del chico. Ella es mejor amiga de Hopi, van en el mismo curso, tiene también 13 años. Es simple, se define como una persona divertida pero en el momento le cuesta expresarlo un poco. Al parecer su madre sabe de su gusto musical pero no le gusta que salgo mucho a practicar a otros sitios. “Para mi practicar significa divertirme, unirme más con las chicas, y escapar un rato de los deberes, me gustaría seguir luego de salir del colegio”, expresó. El último miembro es el único que no está desde su fundación, lo conocieron en los mismos espejos mientras bailaba con otros grupos. Su nombre Bantian Obreque, es también el único chico y tiene 18 años, salió de cuarto medio en 2017. De momento, a parte de juntarse con chicos y chicas a practicar covers de grupos k-pop, se dedica a hacer y aprender trucos de magia, señala que a veces la gente le da monedas por ello y le sirven para pagar la micro. A este chico todos lo llaman Zapallito, en este caso su apodo no hace referencia a un personaje k-pop sino a una etapa de su vida en donde llevo el pelo de color naranjo. Interpreta a Park Ji Min, su nombre artístico es Jimin. Al conversar con él parece ser un joven libre, sin rumbo, es como un niño que desea ser grande, dice que quiere estudiar idiomas en la UdeC, luego de haber congelado diseño en el DuoC. Tiene un buen sentido del humor, es muy extrovertido y sociable, siempre que asistíamos a los ensayos el hablaba con muchas personas que por ahí pasaban, aunque a veces dice que le dan un poco de pánico las presentación en frente de multitudes. “Realizo esta actividad para distraerme y también considero que es una forma de hacerse ver ante el resto. Me gusta Jimin porque tiene un estilo de danza similar al mío, él hizo ballet, y por eso sus movimientos son más delicados”. Cuando las tribus se toman las calles En relación a lo anterior, al situar estos grupos y relacionarlos con nuestro propio bagaje cultural, es casi imposible no poder vincular esto con lo que se vivía en Chile hace 10 años atrás. Adolescentes de 14 a 18 años con vestimentas y peinados llamativos, un conjunto de atributos visuales y un sinfín de comportamientos y características que al poco tiempo llamaron la atención de los medios de comunicación. Las denominadas tribus urbanas llenaron cada rincón de las ciudades, nuevos términos comenzaron a aparecer en nuestros vocabularios: Peloláis; emos; pokemones; oshares; otakus; screamo, etc. Escritores de ese tiempo también se interesaron en el fenómeno y las librerías pronto se llenaron de títulos como “Ciertos Ruidos” de Andrea Ocampo o “Santiago style(s). Tribus urbanas” de Stefania Perot y Patricia Ulloa. Si bien hay distintas maneras de definir este concepto, podemos realizar nuestra propia aproximación a su significado. De acuerdo a la RAE, una de las definiciones de tribu que se acomoda más al tema que estamos tratando, dice: “Grupo de individuos con alguna característica común (…)”. Dentro del mismo diccionario nos encontramos con que urbano/na significa “perteneciente o relativo a la ciudad”. Por lo tanto, son jóvenes o un grupo de individuos con características y hábitos comunes que se desenvuelven dentro de la ciudad, ocupando sus rincones y llamando la atención de sus habitantes. Ahora bien, ¿cuál es la razón de ser de estos grupos?, ¿qué tienen en común? Mientras averiguábamos más sobre esto, nos encontramos con un texto de Juan Claudio Silva publicado en la biblioteca científica Scielo. Con respecto a esto el autor plantea que la tribu es un lugar al que los jóvenes pueden acceder, encontrar y encontrarse en compañía, en la construcción de una identidad tanto personal como colectiva. Esto también se puede relacionar con lo planteado en la teoría de la espiral del silencio, propuesta por la alemana Elisabeth Noelle-Neumann, donde se posiciona al ser social como un individuo que desea pertenecer a un grupo y actúa de ciertas maneras con el fin de ser aceptado, esto por el miedo de permanecer aislado de la sociedad.Por otro lado, es importante mencionar que la música juega un rol fundamental en la búsqueda de identidad por parte de los adolescentes. Como mencionan Jaime Hormigos y Antonio Martín Cabello en la revista de la Universidad Rey Juan Carlos, “las nuevas tecnologías acercan la música a todos los rincones del planeta”. A su vez, los mis autores citan a Pierre Bourdieu señalando que la música actual se considera una manifestación de la extensión y la universalidad de la cultura. Al mismo tiempo, Hormigos y Cabello posicionan a la economía como un factor clave en la industria musical y la expansión de la misma, “pone al alcance de todos un amplio abanico de productos musicales de ritmos fáciles y letras simples”. Dicho esto, el fenómeno que ha provocado el k-pop en Chile se explica de mejor forma. Su incidencia se observa de manera más profunda en los adolescentes y jóvenes que buscan su identidad entre los 12 a 18 años, quienes son público que tiene un alto consumo de productos musicales y de moda, muchas veces, por influencia de sus pares. Cuando aparecen los conflictos Al dar a conocer un poco sobre las personalidades y vida de las y el joven, queda al descubierto el principal conflicto del grupo, la cantidad. BTS es un grupo donde hay siete chicos, y ellos son sólo cinco. Debido a lo anterior, están siempre en la incansable búsqueda de dos nuevas integrantes que quieran representar a los otros artistas que faltan, Kim seok-jin (Jin) y Kim Tae Hyung (V). Es por esto que mediante un Instagram grupal, al cual sólo suben historias (porque aún no se arman de buenas fotos), hacen anuncios en los cuales buscan dentro de sus contactos a quienes quieran cubrir esos personajes. Agregado a eso, las veces que se dirigen a ensayar a la universidad los guardias les llaman la atención y le piden que bajen la música, ya que no son el único grupo que se reúne a ensayar y por lo tanto la combinación de música a distintos niveles hace que las autoridades de la universidad lo prohiba antes de las 19:00 horas por la interrupción que los grupos podrían ocasionar a la facultad. La solución que dan a esto es poner la música muy baja desde sus celulares o simplemente hacerlo sin sonido, sólo mirando sus reflejos en los espejos. En una ocasión cuando nos dirigimos a su ensayo, pasaron varios guardias con perros a su lado, diciéndoles que apagaran la música, el ambiente se tornó hostil, no sólo para las chicas, sino también para el resto de los grupos, quienes miraban con enfado al guardia, algunos lo molestaban y de la nada subian abruptamente el volumen y luego lo volvían a bajar. Ramón lo hizo en una oportunidad, nos miró con cara de niña traviesa y se rió con las otras niñas que mientras esperaban que el guardia se fuera, jugaban entre ellas. Cómo son adolescentes también se enfrentan a los problemas con sus familias, hay uno de los papas que no le gusta para nada que las chicas se reúnan a ensayar, ya que no lo considera una actividad importante. Otros pelean por los permisos, lo que afecta de igual forma los ensayos de las chicas, ya que muy pocas veces pueden estar todas, y llevar a cabo bien las coreografías. Casi al terminar esta investigación fuimos a uno de sus ensayos y habían asistido muy pocas, las que nunca fallan son Ramón, y su hermana menor Hopi, a veces va también Suga y estaban bastante confundidas con los pasos, les costaba hacerlos o chocaban entre ellas, pensamos que probablemente donde sólo habían ensayado en sus casas de forma individual no lograban asimilar las dimensiones, las distancias entre una y otra, así que no lograban coordinarse. Hubo veces en que las chicas estaban también muy atareadas con sus responsabilidades escolares y no podían asistir, y por ende, tampoco juntarse con nosotros, sentimos en algún momento un desinterés, pero era debido a todos estos factores recién mencionados. Ante esto se nos ocurrió motivarlas con una sesión de fotos, estaban felices, nos divertimos un rato con eso, y recuperamos confianza con ellas. Cuando nos reunimos para sacarles fotos nos encontramos con la sorpresa que el último integrante Zapallito, había dejado el grupo, porque no cumplia con el estandar de ser sólo chicas representando jóvenes varones, además tenía compromisos similares con otros grupos. Por lo que el conflicto principal de búsqueda de nuevos integrantes empeoró. Tenemos un sueño El sueño de cada una de las chicas es lograr entrar a estudiar alguna de las carreras de su interés, pero lo que más motiva como grupo es poder algún día presentarse en concursos donde puedan ganar dinero. Para eso, quien más se motiva es la líder, Ramón, quien vende confites en su colegio y también fotografías de los integrantes de BTS a sus compañeras de curso, quienes las pegan en sus habitaciones, cuadernos o donde ellas quieran. Con ese dinero reunido pretende comprar una entrada cuando exista algún concierto o también para costear el vestuario característico del grupo. Sin embargo, la proyección más cercana que tienen pronto es en octubre, ya que nuevamente se presentarán en su colegio, es una situación que las motiva mucho, quizás tiene que ver por la aprobación que significa para ellas aquello, ya que antes de que realizaran su primera presentación en su colegio, el resto de las niñas las miraban extraño, luego de su debut, se hicieron bastante populares, y varias chicas comenzaron también con los cover del grupo surcoreano. Desde la terraza Durante las tardes de ensayo de las adolescentes transitan muchos estudiantes universitarios que se dedican a observar cómo realizan sus prácticas, unos se sientan a mirar cómo bailan, hay algunos que incluso se motivan y se hacen partícipes de sus prácticas, y otros sólo pasan y siguen de largo. En este último caso está Maria Paz, una alumna de Pedagogía en Inglés de la Universidad de Concepción, que camina constantemente desde la Facultad de Humanidades hasta la Facultad de Educación tratando de esquivar a los jóvenes que bailan al costado del foro. “No me molestan, pero tampoco me agradan”, manifiesta. No se sienta a verlas, pero tampoco las entiende mucho, siente que estorban al caminar cuando necesita llegar rápido de un lugar a otro entre sus clases y sólo conoce la cultura k-pop desde lejos, y por lo que se puede admirar, la observa con recelo. Conoció esta tendencia fuera del baile, porque una compañera de universidad se vestía de “Lolita” y escuchaba este tipo de música. Una “Lolita” es una persona que diariamente adopta desde el peinado hasta los gestos de una muñeca. “Lo encontraba súper raro, pero en mi carrera hay mucha diversidad, así que me terminé acostumbrando”, enfatiza con cierto desdén. Escucha la música k-pop cada vez que los chicos ensayan, dice no entenderla pero admira la capacidad y dedicación que ponen los grupos al querer la perfección en sus movimientos “no lo comparto, pero en serio, me impresiona esa capacidad”, finaliza. Pero desde la terraza de la Facultad de Química, existen personas que les gusta la tendencia k-pop y que es un hobbie diario observar los pasos de bailes del grupo cover de BTS, “encuentro genial todo lo que es la danza, pero en especial con los grupos tributo”, menciona Catalina Salazar, alumna de tercer año de la carrera de Química y Farmacia, y que constantemente mira a las niñas en sus tiempos libres, admirando la dedicación, el compromiso por la estética y la prolijidad al ensayar los bailes. Al ser una observadora a diario de esta realidad, ha logrado ser testigo de diversas prácticas que mantiene la seguridad del lugar con quienes pasan sus tardes a las afueras de la facultad. “Les ponen problemas por ensayar en los horarios de clase, a mi no me molesta en lo absoluto, y creo que a mis compañeros tampoco”, recuerda la joven. Finalmente, Catalina toma seriedad y declara su postura frente a la falta de espacios para la danza de los grupos cover en la ciudad porque, según su opinión personal, el lugar es idóneo para el ensayo de los bailes. “Si existiesen más espacios gratuitos para el arte en Concepción, los grupos de baile no tendrían que recurrir a estos lugares”, enfatiza. Cindy Contreras: "Nadie me lo contó, yo lo viví intensamente" En nuestra búsqueda sobre experiencias en tribus urbanas conocimos a Cindy Contreras. El año 2007 ella se definió como emo, un estilo que se inspira en la música rock de tinte depresivo, que se vincula a una estética de vestimentas y peinados oscuros, el uso de flequillos y delineado negro de ojos. Cindy nos explica que en ese tiempo sentía la necesidad de pertenecer a un grupo que no la discriminara y en el que se sintiera cómoda. “Partí escuchando Green Day y Linkin Park, pero luego me comenzó a gustar el estilo emo que veía en fotolog, de ahí saqué una idea de cómo vestirme y maquillarme”. Fue gracias los comentarios de la página que Cindy conoció a gente, esto junto a su mejor amigo del colegio, que en ese tiempo estaba pasando por momentos difíciles, siguió con ella este estilo. “Nos auto-denominamos como los depresivos del colegio”, dice entre risas. Cuando la joven recuerda estos momentos habla con una sonrisa en la boca, asegura que si pudiera repetiría sus días de adolescente, “fue fundamental para mi encontrar amistades. Ahora no soy una persona depresiva, quizás un poco pesimista de vez en cuando. Con mis amigos nos reímos de aquellos tiempos y concordamos con que fue una oportunidad para conocer gente y aprender. Descubrí muchas cosas, aprendí a porrazos sobre algunos valores. Tuve que vivirlo en primera persona para poder ser quien soy actualmente. Nadie me lo contó, yo lo viví intensamente. Para mi ser emo significó una etapa de la adolescencia donde a través de mi vestimenta y peinados marcaba una diferencia entre la multitud”. A la fecha estudia enfermería, aún conserva pulseras y cd’s donde guardaba su música. “A veces simplemente los pongo en una radio vieja, me acuesto en mi cama, cierro los ojos y me dejo llevar, es entretenido, me gusta mucho esa música todavía” concluye. El testimonio refleja que los adolescentes están en una constante búsqueda de identidad y es importante tanto para su desarrollo personal como para su futuro. Además, son sus pares los que aportan los elementos para la formación de dicha identidad, en ellos buscan un sentimiento de acogida y esperan lograr generar amistades con gustos similares. En el caso de las chicas de “Moonlight Wings”, es la música su punto de unión, más específicamente el grupo BTS, sin éste es probable que su lazo jamás hubiese llegado a algo más allá de una amistad de colegio. En aquello la globalización juega un papel crucial, ya que afecta a que estereotipos, grupos musicales y otras modas internacionales pueden llegar a influir en jóvenes y adolescentes que viven al otro lado del mundo. Cindy por ejemplo, se vio marcada por una banda norteamericana, a su vez la moda que siguió nació fuera de Chile. Lo mismo pasa con el caso descrito en esta investigación, cinco chicas de Concepción,al realizar cover de su banda surcoreana favorita. Cabe señalar, que el miedo al rechazo y al no ser discriminado, es un patrón que se repite en el caso de las chicas. Sin embargo, tuvieron un giro en aquello, ya que en un principio existía por parte de sus compañeros cierta discriminación por el hecho de seguir a una cultura muy extraña para los latinoamericanos, pero que finalmente las fortaleció y lograron convertirse en una especie de líderes dentro de su comunidad escolar, ser pioneras en el tema, a causa de atreverse gracias al sentimiento generado estando juntas; fortaleza; amistad; comprensión; diversión, lo que hasta el momento las mantiene muy motivadas con sus proyecciones. Es un hobbie que las mantiene unidas, y como relatan, juntarse para ellas significa pasarlo bien.