Llegar a viejo siendo perro

Como a todo ser vivo, a los perritos tampoco los años le pasan en vano. Esa energía propia de los cachorros que les permite correr, saltar y ladrar como si no existiera un mañana, se va desgastando con el tiempo. Llega un momento en el que su ladrido ya no es como un timbre agudo y continuo, sino una tos ronca y entrecortada, su piel ya no es brillante o de un color definido sino desgastada o canosa.

Es un cambio paulatino que permite visualizar como, poco a poco, la energía de tu mejor amigo se va acabando, pero con esto no el amor que sienten por ti. Ese compañero fiel solo necesita ahora más cuidados o tan solo más regaloneo.

Así lo ha vivido Diego González, un joven estudiante que tiene cuatro perros, unos más jóvenes que otros y entre ellos a Juanito, un “viejo chico y mañoso”, como lo describe, de 15 años. “A el tenemos que darle la comida molida y con Rico, sino no come”, explica divertido al notar lo regalón que se ha vuelto su compañero perruno, el cual llegó para una navidad como regalo para su hermano menor.

Pablo González, hermano de Diego, junto a su perro Juanito.

Son años los que distancian a ese momento y entremedio muchos cambios. “La edad se le nota, recuerdo cuando vivía en Collao y sacábamos a pasear a Juanito. Se iba corriendo a la plaza, jugaba con la gente que estaba allí, giraba y corría en círculos”.

La vejez en los caninos no es muy distinta a la de las personas. El panorama que describe Diego es el típico de un domingo donde abuelos pasean con sus nietos, que corren y dan vueltas, mientras ellos vigilan a paso lento.

La energía disminuye y las articulaciones se desgastan. En vez de saltar hacia ti se acercan cautelosos, tal como lo hace Juanito. “Antes cuando llegaba a la casa te iba a ladrar un rato, te seguía y ahora cuando uno llega camina lento, te gruñe un poco y después se acuesta al lado tuyo”, concluye Diego.

Las largas siestas son un clásico en la rutina de un perro de cierta edad, pero no hay que olvidar que es necesario el ejercicio para que los huesos no se atrofien.

Largas siestas al sol

Claro que a algunos perros eso no les interesa. Por ellos pasar todo el día acurrucados al sol. Así gasta las tardes el Copito, un poodle de 16 primaveras, que al igual que Juanito, llegó como un regalo a la casa de Gloria Luna. “Fue divertido porque mi papi no quería perros en la casa, pero le pedimos a una amiga que hiciera como que ella se lo regalaba por su cumpleaños”. De esta forma, su padre estuvo obligado a recibir a esa pequeña criatura de dos meses que llegaba como compañero para su hija de 5 años. Después de haber destruido gran parte del jardín y marcar varios lugares de la casa, “ahora lo único que hace es dormir, se levanta para puro comer”, cuenta la dueña de casa, risueña por las anécdotas de su perro.

Pese a haber tenido varios accidentes, y por esto haber ido frecuentemente al veterinario, nunca fue con motivo de su vejez. Distinto a otras familias que prefieren seguir un control médico desde que sus caninos pasan a ser sénior.

Jack junto a Floki el perrito que llegó a devolverle la juventud.

Cuidados preventivos

Asimismo lo hace Bárbara Segovia, que está atenta a su perro Jack de seis años y medio. Su regalón, que está a meses de convertirse en adulto mayor, es un golden retriever al que se le están notando los cambios propios de la edad. “Le cuesta más subirse a los sillones, camina más lento y su pelaje en la cara está más blanquito”, cuenta esta joven de 23 años que está estudiando para ser veterinaria. Su amor por los animales y los conocimientos de su carrera le incitan a ya pensar en lo que hará cuando su can cumpla siete. “Lo quiero llevar al veterinario para hacerle exámenes de sangre, revisar sus dientes, porque con el sarro se le caen y eso dificulta su comer”. Entre las medidas que ha tomado para su cuidado está el abrigarlo más y darle jurel, por las vitaminas. Sin embargo, cuenta que para Jack fue un cambio la llegada de su nuevo perrito a la familia, el Floki, “como que le volvió la juventud”, relata Bárbara, feliz.

Como el vino

Pero no a todos los viejitos se les nota la edad. Hay quienes se mantiene en perfecto estado. Es el caso de Marley, un golden al igual que Jack, que a sus ocho años “pareciera que tuviera recién dos”, afirma Nicolás Elgueta, su amante dueño.

Marley sonriendo a la cámara.

“El Marley llegó a nosotros el 2010 después del terremoto (…) tenía como dos meses cuando lo fuimos a buscar, fue un regalo para mi mamá”, recuerda y agrega riendo, “era chistoso porque era súper cabezón, aún lo sigue siendo, pero se notaba mucho más la diferencia”.

Este joven estudiante de medicina cuenta que a pesar de sus ocho años, el Marley sigue siendo como el cachorro que llegó hace tiempo. Y aunque ahora es más educado, “sigue igual de pavo, cabezón y payaso como siempre”, agrega gracioso.

Lo que más lo caracteriza es su alegría “literalmente se ríe, pone una cara como con ojos de chino y saca una sonrisa mientras te mueve la cola, es algo que no había visto en ningún perro hasta que lo conocí”, relata orgulloso de su amigo.

Medicina y amor

Pero el amor a los animales no se demuestra solo en besos y abrazos sino también en cuidados y Nicolás siempre ha sido así con su compañero. “La verdad siempre lo hemos llevado al veterinario cada cierto tiempo, ahora empezamos a preocuparnos más solo por su edad, a pesar de que nunca le ha pasado nada ni se ha quejado”.

Es un cuidado físico y mental, al igual que los humanos, lo que necesitan los caninos. Paseos y ejercicios, de acuerdo a la capacidad de cada mascota, juegos para trabajar su mente y una alimentación balanceada son los principales concejos de los veterinarios.

Un perro viejito probablemente te hará despertar esa misma ternura que sentiste al tenerlo de cachorro, por lo tanto van a necesitar el mismo cuidado y amor. Se vuelven frágiles y delicados, propensos a chascarros que harán reír, pero también pueden preocupar. Lo importante es demostrarles que uno está ahí para ellos, sin pedir nada a cambio igual como un día ellos hicieron.

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