A tomarse en serio la independencia de las instituciones

Esta manía nacional -e internacional- me parece de las más dañinas para las instituciones, y por ende la democracia. Al presenciarlo, deberíamos obligarnos a ponernos serios y a darle más vueltas al asunto.

Hasta cierto punto entiendo el descontento con la justicia y las agresivas críticas, sin duda este país no tiene instituciones perfectas, por lo que me resulta natural estar en desacuerdo con muchas de las condenas que se dan a conocer, más allá si depende de la percepción del juez de turno o si es debido a los marcos de la justicia en Chile.

Sin embargo, cuando la crítica es de corte político y emitida por políticos, me resulta indignante, debido a que estas llevan intereses ideológicos escondidos que, de uno u otro lado, no buscan la justicia. El objetivo, en el fondo, es insertarse en las instituciones y mover los hilos a conveniencia. En cada frase crítica hacia la justicia, puede estar oculto este interés, por lo que no podemos tomarnos todo a la ligera A otras instituciones seguramente ya les sucedió.

Recordemos, hace un par de años el ministro de Justicia Hernán Larraín soltó una desafortunada frase en un mitin de su partido: “todos los jueces son de izquierda”. Más recientemente Pablo Longueira calificó como “comunista que controla el CDE” a la jueza Horvitz y que está siendo “perseguido”. Hace poco, el ministro Pérez, haciendo gala de su amistad con Longueira, se aventuró a criticar al poder judicial. Por la otra vereda, tuvimos muchas voces de izquierda cuestionando casi vocacionalmente al juez Carroza por condenar a 30 años de prisión al tristemente afamado “Comandante Ramiro”.

Pleno de la Corte Suprema. Fotografía: Pauta.cl

El oscuro arribo de Jorge Abbott a su cargo es un ejemplo de cómo no hacer las cosas. Pues este llegó justamente para mantener una moderación hacia la clase política, que les resultaría muy conveniente para “no pasar un mal rato” frente a tribunales por casos de corrupción. Para esta ocasión, lo que hubo fue consenso entre políticos, y no antagonismos.

Al otro lado de la cordillera tenemos ejemplos un tanto más explícitos: recientemente los senadores argentinos removieron a tres jueces que investigaban a Cristina Fernández en un bullado caso de corrupción.

Sintetizo esta reflexión con la idea de que no podemos permitir que este tipo de prácticas se nos convierta en una costumbre folklórica.

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