Más despiertos que nunca Entrelíneas por Catalina Paz Hernandez Villagran - 23 octubre, 202023 octubre, 20200 “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”, fue la primera consigna que marcó el inicio de la revolución. Las masivas evasiones en el metro de Santiago comenzaron el 12 de octubre de 2019 y fue la chispa que faltaba para levantarnos contra la desigualdad sistemática que ha azotado al país durante 30 años. El estallido social que remeció al país el 18 de octubre de 2019 dejó en evidencia un sinfín de problemáticas sociales y estructurales que han aquejado a miles chilenos durante tres décadas. La costumbre y el peso de la vida había mantenido dormida las ansias de justicia, mientras que el enojo que nos provocaba leer en los medios o ver en la tele un caso de corrupción o injusticia social, se acumulaba en el cuerpo. Pues la rabia contenida generó un grito de desahogo colectivo que derivó en semanas de manifestaciones después del estallido y con justa razón, porque la gente tenía mucho que decir y ni uno ni dos días serían suficientes para gritar y cantar las consignas que denotaban años de problemáticas sociales. Multitudinarias marchas durante el estallido social de 2019 congregaban a la gente para pedir justicia y dignidad. Foto cortesía de revista digital Resumen. Es importante que como sociedad validemos las emociones de quienes viven la cara más cruda de la desigualdad, porque las demandas sociales no sólo buscan erradicar la precarización en los grupos más pobres, sino que pretende “rayar la cancha” de forma más equitativa, porque si tomamos en cuenta que el 0,01% más rico de este país gana alrededor de 1.441 veces el sueldo mínimo, siendo que la mitad de los chilenos vive con cerca de 400 mil pesos mensuales, podemos llegar a la conclusión de que la cruda realidad del pueblo chileno parece ser una piedra en el zapato para una élite política ciega, sorda y muda. Además, es imperativo condenar la brutalidad policial y las violaciones a los DD. HH que dejaron centenares de heridos durante las protestas, muchos de ellos con trauma ocular, sin contar a quienes perdieron la vida a manos de Carabineros, dejando familias destruidas producto de la violencia policial desmedida. Y a pesar de que la llegada del coronavirus nos obligó a quedarnos en casa luego de meses de lucha, eso no nos arrebató las ansias de justicia. La pandemia, de manera irónica, no sólo logró comprobar las problemáticas que se gritaban en las manifestaciones a lo largo del país, sino que dejó al descubierto la urgencia de un cambio que otorgue mayor dignidad principalmente en temas de salud, pensiones, educación y remuneraciones. Ha pasado un año desde que Chile despertó, la gente volvió a las calles y ad-portas del Plebiscito del 25 de octubre, lo único que no ha cambiado es la violencia sistemática del Estado, que reprime con odio, uno heredado de la dictadura y que no comprende que los cambios son necesarios para avanzar.