Septiembre pasó rápido, pero octubre se vio lento

Estando cada vez más cerca del plebiscito del veinticinco de octubre, las calles una vez más fueron testigos de la violencia de unos pocos, opacando a muchos.

El primer aniversario del dieciocho de octubre, aquel día en que millones de personas salieron a marchar por un Chile más digno, fue la mayor evidencia de cómo nuestro país sigue igual de fragmentado. Las mismas hinchadas que hicieron noticia al dejar de lado su rivalidad, la cual debería ser exclusivamente deportiva, terminaron por volver al desorden y el caos. A pesar de ello, lo más lamentable fue cómo la violencia volvió a irrumpir en nuestras vidas.

En el comienzo, cuando el primer pingüino saltó las barreras evadiendo el pasaje, empezó el uso de la fuerza por parte de la seguridad privada de Metro, que culminaría con la represión a manos de Carabineros de Chile. Esto fue el primer dominó de una larga cadena que terminarían por manchar a nuestro país de un color violento.

Mientras que con la frase, “Chile despertó”, se metaforizaba la idea de que los ciudadanos y ciudadanas habían abierto sus ojos ante las desigualdades y las injusticias. La institución antes mencionada se encargó de cerrarlos de forma literal, es decir, generando daño ocular permanente en quienes marchaban.

Las heridas provocadas a quienes se manifestaban no justifican en ningún caso los saqueos, barricadas e incendios que comenzaron a proliferar a lo largo del país, pero era una respuesta esperable considerando que la violencia solo genera más violencia.

Desde un principio el diálogo por parte de las autoridades fue nulo, cegados por la noción de que con represión se calmaría la calle. Idea totalmente errónea, tal como se pudo ver en los meses siguientes a ese octubre revolucionario.

Chile se ha caracterizado por tener un pueblo dividido y marcado por una dictadura que aún hace sombra en nuestra actual constitución, la misma que podría cambiar en este plebiscito. Sin embargo, el cambio que todos y todas esperaban para unir aún más al “pueblo”, terminó por ser otra razón para alejarnos entre un apruebo y un rechazo.

Solo queda esperar que los chilenos y chilenas aprendan a escucharse por sobre las diferencias, evitando hacer oídos sordos a quienes no comparten su opinión, dejando en el olvido la violencia como camino para una solución, ya que es la única forma de salir de este círculo vicioso y empezar a construir un verdadero Chile digno.

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