El virus puertas adentro

Desde el primer trimestre de este año, la situación respecto al nuevo COVID-19, ha venido repercutiendo en la vida de todos los chilenos y chilenas. Si para muchos usar una mascarilla al momento de salir de casa se vuelve un verdadero suplicio, ¿qué queda para esos que por veinticuatro horas continuas deben respirar a través de telas quirúrgicas? El personal médico sufre y esta vez la cura parece estar en los potenciales pacientes.

Han pasado ya nueve meses desde que el Ministerio de Salud informó el primer caso en el país. Se trataba de un hombre de treinta y tres años, quien tras pasar un mes en Asia, fue internado en el Hospital Regional de Talca. Los protocolos se activaron y Chile oficialmente se sumaba a la pandemia, que a esas alturas causaba estragos en China, Irán, España e Italia.

De a poco, se comenzó a saber acerca del virus y de cómo es que se contagia. El ministro de salud llamaba a la calma mientras el tema del momento era cuántos ventiladores mecánicos había a disposición. Al mismo tiempo, todo el personal de salud, desde médicos hasta kinesiólogos, comenzaba a prepararse para recibir a los contagiados, quienes en junio alcanzaban los más de seis mil por día.

A partir de esto, fue el propio sector de la salud el que comenzó a adoptar estrategias que de alguna forma pudieran contribuir a disminuir esas cifras y también a sobrellevar de mejor manera la pandemia. Turnos de veinticuatro horas, cancelación de permisos y vacaciones, reducción del tiempo de colación, prohibición de tránsito en espacios comunes y por supuesto el redoblamiento del uso de protección personal, son parte de las medidas que en clínicas y hospitales se pusieron en marcha.

Y los causantes de esos cambios fuimos nosotros, que confiando en ese mismo sistema, poca importancia le dimos a la realidad de cada trabajador de la salud. Quien debe llegar a su casa con el temor de contagiar a sus seres queridos y estar constantemente realizándose exámenes que descarten una positividad para el virus.

Foto por Aton Chile.

La empatía está lejos de ser el pilar de nuestra sociedad, pero en situaciones como esta, debiera ponerse en práctica aunque sea a la fuerza. Pareciera que el mensaje de la autoridad llamara constantemente a la despreocupación y al desconocimiento. El llamado es a preocuparse de igual manera de nuestra salud, que de la de quienes nos rodean. Sobre todo si al día de hoy el coronavirus ya tiene rasgos endémicos en el planeta y será imposible de erradicar a corto plazo.  

El virus avanza y no queremos frenarlo. Inútil se vuelve el esfuerzo de la medicina, si se obvian preceptos tan sencillos como los que se recomiendan. A nadie le gustaría arriesgar su vida cada día, más aún si ese riesgo te lo da tu fuente laboral. Quizás está en “la letra chica” al momento de decidir trabajar en salud, o quizás es trabajo de todos empatizar con quien el día de mañana pueda ser el encargado de salvar tu vida.

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