Narrativa rupturista gracias a “lugares comunes” EntrelíneasPor Pablo Ignacio Ortiz Bascuñan - 4 diciembre, 2020 En el inesperado éxito de Pacto de Sangre confluyen factores atípicos para una teleserie de su tipo: un relato no lineal, dividido por actos y que apela a involucrarnos con la psique más oscura de sus protagonistas. ¿Qué pasa cuando mezclamos a la clase alta chilena, normalmente protagonista de las teleseries de Mega, con un sórdido relato, similar a los que hicieron famoso a Carlos Pinto? Al plantearlo de esta manera, la fórmula no es muy tentadora, pero la reacción cambia cuando hablamos del inesperado éxito de Canal 13 en 2018: Pacto de Sangre. Explicaciones hay muchas, pero para entenderlas es necesario conocer el contexto de las áreas dramáticas durante ese período: guiones repetitivos que se sostenían en el carisma de sus personajes y que siempre tenían el mismo final (“se amarán por siempre”). La propuesta nocturna del excanal católico nunca cayó en eso. Cuatro amigos, que en una noche de juerga asesinan por accidente, según ellos, a una escort, se ven involucrados en un hilo eterno de malas decisiones con tal de ocultar lo sucedido. Esto se torna aún más escabroso cuando se enteran de que la bailarina, llamada Daniela, es realmente una menor de edad. Raimundo, Gabriel, Marco y Benjamín se ven inmersos en una desesperanzadora espiral de secretismo y violencia que termina de la peor manera. Fotografía: 13.cl. De cierto modo, el “pacto de sangre” con el que pretenden ocultar este oscuro “accidente”, hace que los amigos de infancia revelen sus más oscuros rincones mentales, influenciando de manera irreversible sus vidas y las de todas las personas que los rodean. Hasta aquí, nada tan distinto al prototipo de thriller, subgénero dramático que estuvo de moda hace 10 años en la televisión. Sin embargo, la narrativa de Pacto de Sangre, dividida en tres distintos “actos” acompañados con la voz en off de uno de los protagonistas, atrapa desde el primer momento. Otro punto que destacar son las actuaciones: Néstor Cantillana (Marco Toselli) encarna a la perfección el “descenso a los infiernos”, figura literaria que, en este caso, representa a alguien que cree tener todo resuelto, pero cuyo mutismo cómplice lo entrampa en sus adicciones, paranoias y más violentos impulsos. Álvaro Espinoza (Benjamín Vial) e Ignacia Baeza (Trinidad Errázuriz) tampoco se quedan atrás como los cerebros de este maquiavélico pacto de silencio. Centrarnos en estos roles, permite entender rápidamente que “Pacto de Sangre” es una historia cuyo factor de novedad depende -en gran parte- de los plot twist que provocan sus acciones a lo largo de la historia. Un relato donde nadie tiene su vida asegurada y ningún personaje puede garantizar por completo su bondad o maldad.