La amenaza medioambiental tras las mascarillas desechables Entrelíneas por Anaís Castro - 5 abril, 20215 abril, 20210 Desde antes de la llegada de la pandemia su uso era indiferente. Ahora que la situación dio un giro de 180 grados, las mascarillas -en especial las desechables- se convirtieron en la principal herramienta de salubridad a nivel mundial. Nadie pone en duda su eficacia, sin embargo, ¿alguna vez pensaste dónde terminan una vez utilizadas? Fue en diciembre de 2019 cuando se identificó el primer caso de coronavirus. Un hecho que ocurrió en la ciudad de Wuhan y que dio inicio a una agotadora e interminable travesía que paralizó al mundo entero. Al momento de confirmar que se trataba de una pandemia, la Organización Mundial de la Salud decretó la alerta sanitaria y aplicó una serie de medidas para proporcionar una mayor seguridad. Entre ellas, destacó el uso obligatorio de mascarillas que, hasta el día de hoy, continúan su comercialización como un bien esencial y forman parte del protocolo para no propagar el virus. En primera instancia nadie cuestionó su utilidad. No obstante, en octubre del año pasado el departamento de Medio Ambiente Marino de Bélgica confirmó que los cubrebocas desechables podrían demorar hasta 450 años en descomponerse. ¿Cómo es posible que no nos diéramos cuenta? Cuatro siglos y medio de contaminación producto de mascarillas desechables repartidas por varios rincones del mundo. Un hecho que de seguro tendrá un gran impacto ambiental, en especial en los animales marítimos, puesto que integrantes de la organización Ocean Asia fueron testigos del despliegue de miles de estos insumos distribuidos en playas de las islas de Soko. Gary Stoke, fotógrafo y buzo británico que evidenció la contaminación de los cubrebocas en las islas de Soko. Créditos a Naomi Brannan. Entonces, ¿qué podemos hacer? La alternativa más viable es usar los tapabocas de tela. Tienen el beneficio de ser reciclados y aprovechados por más tiempo, sin embargo, son significativamente menos seguros que las desechables. No obstante, la solución podría ser mucho más sencilla. Si realmente queremos disminuir el impacto medioambiental que generamos, y también protegernos, debemos dejar de salir. Estamos en pleno peak de contagios por coronavirus en Chile, por lo que se vuelve imprescindible intentar disminuir la movilidad y, lo más importante, proteger nuestro planeta sea como sea. Evitemos llegar al nivel extremo de ver más mascarillas que medusas en el mar, ni a desperdiciarlas por simples caprichos. Sin duda hay emergencias y situaciones excepcionales, pero el llamado es a ser más conscientes de este nuevo tipo de contaminación y comenzar a reducirlo desde ahora. La pandemia terminará en algún momento, pero las consecuencias podrían perdurar por cientos de años más.