La industria salmonera y su reciente impacto en la biodiversidad marina del sur austral Entrelíneas por Cristian Márquez - 19 abril, 202119 abril, 20210 A finales de marzo se comenzaron a reportar muertes masivas de salmones en centros de cultivo situados en el Fiordo Comau, Región de Los Lagos, así como también en los canales de Jacaf y Puyuhuapi, Región de Aysén. La floración algal nociva del dinoflagelado Heterosigma akashiwo provocó la muerte de casi 6000 toneladas de salmones. Situación que cada vez se está volviendo más recurrente, mientras los responsables y las consecuencias aún no se conocen a ciencia cierta. Casi 6000 toneladas de salmones muertos es el saldo que dejó la gigantesca marea café que cubrió casi la totalidad del Fiordo Comau, en la Región de Los Lagos y que días después también apareció en los canales de Jacaf y Puyuhuapi, Región de Aysén. Esta mortandad masiva, originada por una floración algal nociva (FAN) del dinoflagelado Heterosigma akashiwo, desencadenó un desastre ambiental de proporciones en los mares del sur austral. Lamentablemente este escenario no es nuevo en la zona. Durante 2016 se contabilizaron más de 26 000 toneladas de salmones muertos en el mar interior de Chiloé. Según Peter Hartmann, presidente de la Agrupación Aisén Reserva de Vida, la situación en la XI Región va en la misma tónica: “Esto se repite al final de cada verano. Se generan estos bloom de dinoflagelados y también las mortalidades de salmones”. Estas FAN son eventos naturales que se producen periódicamente dependiendo de las condiciones ambientales: “Pueden ocurrir más de una vez en el año, en el mismo lugar o en distintos lados. Es algo natural. Sucede con o sin salmoneras. Eso hay que tenerlo claro porque también ocurre en otras partes donde no hay salmones”, comentó Ariel Valenzuela, biólogo marino. Condiciones para que se produzca un bloom de algas nocivas Según indicó el propio Valenzuela, para que se genere una FAN se requiere de la intervención de varias partes: “Se necesita temperatura, luz, materia orgánica (pueden ser salmones muertos o restos de ellos), incluso puede influir el material que viene desde las aguas servidas con nutrientes. Pero hay que tener claro que es una combinación de todos los factores, no es uno solo. Todavía no está claro en qué medida se combinan para producir el bloom”, sentenció Valenzuela, que también es docente del Departamento de Oceanografía de la Universidad de Concepción Otro factor a considerar es la particularidad de la zona, pues al ser un fiordo tiene características distintas, así lo destacó Romanet Seguel, bióloga marina y docente de la Universidad Austral de Chile: “Un fiordo es un lugar que tiene una salida semicerrada con el resto del océano entonces hay muy poco movimiento de agua en el fondo. Eso es una condición que ya existe, el agua del fondo tiene mucho nutriente, pero poco oxígeno”. Lo que está científicamente comprobado que incrementa el riesgo de una FAN. Entonces, ¿quién tiene la culpa? Sin embargo, para Peter Hartmann la responsabilidad de la floración algal es de las salmoneras del sector: “Son ellos los que alimentan los bloom porque aparte del tiempo, de que no hay movimiento de agua, ellos le están echando mucho alimento y nutriente a los dinoflagelados y a la primera oportunidad, explotan. Hay un ambiente propicio, está lleno de alimento y aparecen los dinoflagelados”. “Que exista una industria salmonera que aporta material orgánico y desechos al mar podría sin duda estar propiciando la FAN, pero para poder decir con propiedad que esto es un efecto de la salmonicultura hay que hacer un estudio científico bien detallado para establecer una relación causa y efecto, lo que no es tan fácil”, sentenció el biólogo Ariel Valenzuela. El dinoflagelado Heterosigma akashiwo, que provocó la masiva mortandad de salmones en el Fiordo Comau hace algunas semanas, apareció en el mismo lugar por primera vez en 1988. Foto: Ulo Pörschman. En tanto, Seguel hizo hincapié en otra arista del problema: “Lo que a mí me parece más grave aquí no es establecer cuál es la condición que genera el bloom o la floración porque eso sabemos que puede ser normal que ocurra. Pero no es normal que haya una muerte de muchísimas toneladas de materia orgánica (salmones), que se pudren muy rápido y que no tienen cómo sacar”. La Dirección General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante (DIRECTEMAR) junto al Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (SERNAPESCA) autorizaron en 2016 el vertimiento de nueve mil toneladas de salmones muertos al mar de Chiloé. Foto: Álvaro Vidal. “Si hubiese una floración con las condiciones normales, la naturaleza estaría acostumbrada. Los peces se irían a otro sector, morirían algunos, no todos. Es una selección natural, pasa algo normal, pero el desastre que ocurre después no hay cómo echarle la culpa a otro. Que se muera toda esa cantidad de salmones en un fiordo no es culpa de nadie más que de quien puso a los salmones ahí. Son sus salmones, se les murieron y no los pudieron sacar, concluyó Romanet Seguel. Este desastre ambiental existente en los mares australes de Chile son el mejor síntoma de que algo anda mal. Cuando una salmonera tiene todas las capacidades técnicas de monitoreo para prever esta situación y hace vista gorda, es porque simplemente no le interesa el impacto que va a provocar. La limitada y pálida capacidad de supervisión de SERNAPESCA está hace años al descubierto. Es intolerable que el Estado fiscalice a esta industria a partir de informes que la propia salmonicultura facilita. Nuevamente el gato está a cargo de la carnicería.