Los Mitos Del Consumo Ético Entrelíneas por Patricia Castillo Placencia - 23 abril, 202123 abril, 20210 En el 2001 un estudio de Burns y Lemoyne pronosticaba que priorizar el estilo de vida ecológico por sobre la organización colectiva dañaría los resultados del movimiento ecologista en la esfera pública. Veinte años más tarde, el masificado consumo ético se convierte en un problema. El consumo ético es un arma de doble filo. Por definición, traslada los intereses del movimiento ecológico en reducir la huella de carbono al uso y la compra consciente de bienes materiales. Por ejemplo, el vegetarianismo y veganismo, el ahorro de energía, la moda lenta o el maquillaje cruelty free. Aunque son causas nobles recaen en estrategias peligrosas. Una de estas es la imposición de la responsabilidad -y la culpa- de los problemas medioambientales sobre el consumidor en vez de las industrias contaminantes y los gobiernos negligentes. Según el Carbon Majors Report de la organización CDP por un desarrollo sostenible, un 70% de las emisiones de carbono en el planeta son causadas por cien compañías globales y se concentran en países que son base para la producción (China, India) o zonas del primer mundo como Estados Unidos y Europa. Por otro lado, estos movimientos ya han sido adaptados por empresas y son mercantilizados mediante productos ‘‘verdes’’. Por eso podemos acceder a alimentos a base de plantas, comprar maquillaje que no testea en animales y vitrinear colecciones de ropa ‘‘consciente’’ en la venta al por menor. El incremento de esta oferta permite que las compañías se perfilen como sustentables a la vez que siguen produciendo carne en masa, usando animales en la creación de cosméticos y desechando ropa en vertederos del tercer mundo. Favorecer la ropa de segunda mano no detiene los desechos textiles, en el desierto de Atacama se forman pequeños basurales con fardos. Foto de diario La Tercera. Además, no hay indicadores de que un consumo responsable se traduzca en menores emisiones de carbono. Un estudio realizado por Michael Bilharz sobre 24 ambientalistas con vidas sustentables demostró que su liberación de CO2 era más alta que la persona común, ya que compensaban sus recortes con adquisiciones contaminantes. Nunca podremos detener los efectos del consumo porque nuestro modelo económico requiere que compremos y desechemos productos, la variedad de estos sólo sirve como bálsamo para la consciencia. Pero, si los cambios en nuestra vida cotidiana no tienen consecuencias significativas, ¿qué podemos hacer para proteger al medioambiente? Por ahora es necesario fortalecer la organización colectiva y demandar a nuestros gobiernos que forjen derechos medioambientales.