Último año: «Mi tesis es que nada es imposible»

Andrea, Bryan y Nathaly están en distintas etapas del término de sus carreras universitarias en pandemia, en la que cada uno, desde sus casas, han tenido que sobrellevar además con la frustración y el desgaste emocional de lo que significa defender tus estudios. Uno de ellos, está en primera línea combatiendo no solo con el virus, sino también con su propia mente.

El otro día pensaba en cómo es que ya voy en cuarto año de la carrera, y cómo se me pasa la vida universitaria frente a mis ojos. Más bien, frente al computador. Y es que desde que estamos en clases online por la pandemia del Covid-19, me desespero cada vez que pienso en la posibilidad de titularme a través de una pantalla, algo totalmente fuera de las expectativas que he tenido desde que entré a periodismo.

A esto, le agrego la presión de mi familia por verme luego con mi título universitario en mano, luego de 2 intentos anteriores fallidos, con carreras que no me gustaron. Tampoco es que esta me encante, pero a estas alturas solo queda echarle pa’lante como dicen. Qué agotador.

 Recordé una conversación de hace unas semanas atrás con mi amiga Andrea, una ex compañera de sociología, mi primera carrera, quien se tituló hace muy poco. Le costó muchísimo terminar la tan temida tesis, le tocaron dos acontecimientos históricos justo cuando estaba a portas de terminar. “Primero el estallido social echó abajo mi tesis y luego la pandemia, tuve que cambiar de tema, me afectó mucho tener que empezar de cero”, me dijo. Qué frustrante. Me pongo en sus zapatos, recuerdo cuando nos llamábamos y me contaba cómo iba con su avance y siento en el cuerpo una especie de hormigueo que recorre desde la cabeza a la punta de los pies. Pienso en si acaso me tocará igual cuando tenga que hacer el Seminario, y bajo la experiencia de mi amiga, me paralizo. Sus palabras siguen resonando en mi mente: “estar encerrada, no poder avanzar, al final fue un estrés general porque nunca supe si iba a entregar mi tesis o no, estuve todo el año pensando si mi tesis iba o no (…) éramos ocho, entregamos solo dos porque el resto sintió que no se la pudo, la situación les afectó demasiado. No fue una buena experiencia, pero lo logré”. (Estoy orgullosa de tí, amiga).

Imagen de internet, diseñado por Vexels

Estos pensamientos resonaron fuertemente por varios días, llegué al punto en que cada vez que entraba a mis clases online, pensaba en que cada día que pasaba, era un día menos para ese momento en el que iba a terminar mi carrera frente al mismo computador que tanto dolor de cabeza me ha sacado. Quizás hasta cuándo dure esto, quizás tengamos suerte y sí, podamos volver a esa normalidad que extrañamos. 

Me llamó mi primo Bryan por teléfono, hablamos de la vida y le pregunté cómo va la última etapa de su internado. Ya no queda nada para que sea médico. El área de la salud se la ha jugado con todo en este último tiempo y especialmente él, estuvo bastante agotado mentalmente porque el mes pasado hizo su internado en la urgencia del hospital de Tocopilla. “Estaba todo el día viendo Covid, todo el día viendo pacientes intubados. Primera vez que se me muere un paciente en la reanimación”. Qué terrible, pienso. Ver con sus propios ojos todo lo que muchas veces no queremos aceptar.

“Cuando estuve en el hospital, todo el rato había traslados, venían aviones a rescatar personas para llevarlas a Santiago, solo llegaba a la casa, comía, dormía e iba a turno. Más encima, Antofagasta estaba en Fase 1, no podía salir a hacer deporte en el poco tiempo que tenía para mí, lo tenía que pasar en el departamento, no tengo mi espacio para respirar ni desahogarme y eso igual te come mentalmente. Ahora que estoy por titularme, tengo exámenes finales y con todo el contexto de Covid, no nos escapamos de ningún lado de los pacientes, ha sido bien agotador”.

Me quedo sin palabras y me angustio mucho. Qué ganas de abrazarlo. Quizás él no está en tesis, pero qué fuerte vivir el último de año de medicina como interno en primera línea combatiendo el virus. Por un lado me siento orgullosa de él, pero por otro siento tristeza e incluso, culpa. Me hace reflexionar.

Imagen de sitio web Médicosypacientes.com
Imagen del sitio web Médicos y pacientes

Llega el día de terapia y todo esto me lo dejo guardadito para contarle a mi psicóloga. Ese día temprano en la mañana fui a correr a la playa con mi papá y me encuentro con mi amiga Nathaly. Nos saludamos de lejos, conversamos y me dice que por fín tiene un tiempo para hacer deporte porque está con su internado online. Está chata. Extendió esta etapa lo más que pudo porque se rehusó a hacerlo online pero se dio cuenta que definitivamente fueron más de esas dos semanas de cuarentena iniciales de las que ilusamente caímos en el principio. La ví muy mal, se nota que está agotada, cansada y frustrada. Me lo dice. Me comenta que le cambiaron la tesis por un informe final de internado. “Dentro de todas las emociones, hay frustración, rabia. El cuarto y quinto año son los únicos dos años en los que ponemos en práctica todo lo que aprendimos. Para mi generación fue super complicado porque en cuarto año nos tocaba por fín las prácticas presenciales, que era lo que más anhelábamos y llegó el estallido social, tuvimos un paro (…) desde ahí que no tengo clases presenciales, necesito aprender, me causa inseguridad, no me siento preparada para ejercer, se me ha hecho muy difícil, es frustrante”.

-Amiga te entiendo mucho, tampoco tengo clases presenciales desde entonces. Desde octubre del 2019 que ya nada es igual- le digo

Para peor, me contó que comenzó con la tesis, llevaba la mitad y luego la cancelaron. Se me revuelve el estómago. No tendré tesis pero la palabra me resuena tanto que me aturde. Le cuento a mi psicóloga. Y me escucha con tanta paciencia, misma paciencia con la que me responde frente a esta inquietud. 

Este tema ha sido un temazo, comienza (Ay, no). Lo difícil es lo amenazante, la idea de lo que está afuera ya no es tan seguro, la idea de llegar a la meta ha generado estrés, porque más que emoción por finalizar algo, aumenta la incertidumbre. Es normal la inseguridad, 

el cerebro no tiene las claves para ir sintiendo que vamos avanzando. Darse cuenta de lo que pasó el año pasado. Ya es raro. 

Le pregunto por cómo es que ha pasado ya un año y aun cuesta adaptarnos a esto.

“Está sobrecargada la idea de adaptarse, las adaptaciones también tienen un proceso de pausas. de parar y digerir la experiencia, y acá ha sido movimiento sobre movimiento. Los del final ya están anticipando un terreno que es desconocido y amenazante, y además ya están en el presente en un terreno que ya lo es.” 

Qué triste, pienso. Y también pienso que nos pasa a todos en los distintos ámbitos de nuestras vidas.

“Bajar las expectativas puede ayudar. Darle espacio a lo que va a venir, ya nos da un espacio para situarnos en lo que va ocurriendo en el día a día”.

-¿Cómo le doy ese espacio, si me agota?

“Todos los días levantarse en disposición como si fuésemos a ir a una clase presencial. Sentir un poco de pertenencia. Todo lo que ayude a sentirte en un lugar seguro baja la ansiedad presente y la ansiedad futura. Que en esto hay dos ansiedades puestas”

-Mmm creo que las tengo todas, y bien anticipadas. Lo bueno es que escribir una tesis, terminar una carrera o estar en el internado, por difícil que sea, mi tesis es que nada es imposible, como dijo el Nico Massú, y sí, es muy, muy complejo todo, pero no estamos solos.

Andrea se tituló y se inscribió a un diplomado. Mi primo termina esta semana y le da con todo a los exámenes para titularse, y Nathaly priorizó su salud mental y antes que todo, entrena para calmar su ansiedad. Lo vamos a seguir logrando.

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