El circo resiste

El circo, arte que tras las cuarentenas está quedando tras una pantalla, intenta por todos los medios posibles no dejarse morir y reinventarse. No quiere quedar en recuerdos ni en cápsulas, quiere volver a los escenarios.

La señora Elena mira los recuerdos de Facebook desde el living de su casa. Hace diez años atrás estaba con su ex esposo y sus dos hijas en una función de un circo de esos que llegaban y se instalaban con sus carpas, casas rodantes y camiones que traían jaulas con animales. Mira con nostalgia por sobre sus lentes y con la cabeza distante las fotos a través del celular. Recuerda que se ponían a media cuadra de la casa, en el peladero que hoy en día es un condominio que resalta entre las casas de la población, y que cuando iba a dejar a sus hijas al colegio, pasaban por ahí temerosas por los animales y curiosas por querer ver de cerca. Añora esos tiempos, sus hijas eran pequeñas e inocentes, se volvían locas con los trucos de magia y miraban con brillo en sus ojos a los artistas circenses que daban piruetas perfectas en el aire mientras le tiraban el abrigo y decían -¡Mira, mamá, mira!- 

Observa a su hija mayor, quien está leyendo un libro sobre la depresión. La interrumpe y se acerca para mostrarle las fotos. Ella sonríe y mira las fotos con sorpresa mientras la señora Elena le pregunta si todavía tiene ganas de patinar sobre hielo o de hacer piruetas en tela, así como simulaba usando las cortinas del living de la casa. -Difícil en estos tiempos- dice ella con desesperanza, mientras vuelve al libro. Lo cierra de golpe y le pregunta a su mamá, si acaso recuerda a esa amiga de Osorno, que conoció en la universidad, que había llegado al pueblo a conocer en el verano del 2018 y se alojó en casa. -Por su puesto que la recuerdo- dice. Ambas se acomodan en el sillón grande para mirar a Javiera Briones, una osornina que a sus veintidós años decidió entrar a una escuela de tela, y que con el paso del tiempo se fue insertando cada vez más en el mundo del circo. Siempre sube historias a su cuenta de Instagram desde un viejo y antiguo teatro, siempre sola, donde cuelga sus telas y practica, o también historias en alguna calle, donde cuelga su tela en alguna rama de un árbol, dentro de la ilegalidad de estos tiempos donde, con la pandemia, el artista circense está cada vez más en estado de alerta, vulnerabilidad y decadencia por las cuarentenas y el cierre de galpones, carpas y espacios.

Imagen vía Instagram @javieralaviajera / Javiera Briones haciendo tela en el Río Damas, 2021.

La señora Elena no puede creer lo mucho que ha avanzado, aún recuerda cuando para Javiera el circo era una ilusión. Le preguntan cómo estará adaptándose y sobreviviendo con el circo ahora con todo lo que está pasando. La recuerda como la chiquilla que cruzó Chile para ir a un carnaval del norte con una mochila haciendo dedo en pleno desierto. Javiera cuenta su experiencia y se escucha cansada, le cuenta que ha sido complejo reinventar en el sentido de que todo lo que era corporal, el tacto, lo físico, pueda meterse dentro de una pantalla dentro de la virtualidad.

-Si, de tener que verlo todo a través de estos medios audiovisuales eso ha sido la forma y sino también a través de la ilegalidad que es lo nos queda, que siempre ha sido un una forma, hacer faro por ejemplo o entrenar en lugares que pueda gestionar tu por debajo eso ha sido como la forma finalmente para mantenernos dentro de este tiempo o simplemente buscar la manera de sobrevivir haciendo otras pegas que ya no replican de manera del circo finalmente.

El Circo como espacio de resistencia

Piensa en en tres conceptos: resistencia, resiliencia y expresión en creación. «Espacio de resistencia, que se vio particularmente ahora para lo que pasó con Francisco en febrero cuando lo mataron, resistiendo ante todo y buscándose la forma de vivir (…), en resiliencia porque tienes que estar constantemente conmigo sufriendo embates de las distintas instituciones del Estado frente a esta forma de vida, esta forma de ganarte el pan, y adaptarte. Por otro lado, de manera personal, como manera de expresión necesito hacer circo para poder sobrellevar esta situación que necesito tanto de manera terapéutica como de manera laboral».

Recuerdos

La señora Elena recuerda cuando hace un par de años fueron a un galpón medio escondido, donde hicieron circo y teatro: «Yo recuerdo que la entrada eran alimentos no perecibles, cómo se llamaba la compañía…» -¡JALLALLA! dice su hija. Buscan en Facebook.

La cuenta está inactiva. Pero la curiosidad es más grande y averiguan más. Pamela Castillo es la coordinadora del galpón Jiwasanaka Circo, en la ciudad de Arica.

Autor desconocido. Imagen Vía Facebook Galpón Jiwasanaka Circo, Arica. / Artistas del elenco, 2021.

«En los primeros meses de la pandemia fue complejo, no había trabajo ni tampoco habían luces de cómo iba a ser el trabajo porque teníamos que aprender muchas cosas y obviamente el aprendizaje, como también otros recursos, ya encarecía el trabajo escénico porque antes podríamos cobrar cien mil en algo ahora tendríamos que cobrar el doble porque ya estaban los trabajadores de audiovisual también entonces todo encarece y todo es más complejo».

Con todo el esfuerzo que hay detrás, con bandera de lucha y abandono, el circo ha podido seguir emergiendo de esta oscuridad que les trajo la pandemia y las cuarentenas. Reinventarse a través de lo online ha sido la solución, mientras tanto, «para que se acerquen a condiciones normales está complicado,  anhelamos que de aquí al segundo semestre ya tirando la primavera todo empiece a llevar a parámetros relativamente normales». Con entusiasmo la señora Elena y su hija despidieron la artista, esperando que algún día se vuelvan a abrir los galpones, las carpas puedan volver a sorprenderse de tan hermoso arte que lucha día a día con no desaparecer.

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