Alfarería de Quinchamalí: manos que crean historia

La acción y el diálogo impulsado por las ceramistas, reconocidas como Tesoros Humanos Vivos por parte del Estado, ha puesto en marcha una serie de coordinaciones junto al Ministerio de la Cultura para preservar esta práctica.

Al sudoeste de la ciudad de Chillán se ubica la pequeña localidad de Quinchamalí. La tradición de larga data de ceramistas de la zona, cuyos conocimientos y técnicas han sido heredados de generación en generación por socialización femenina, sigue viva, pero esta en riesgo.

Su origen se remonta al Chile prehispánico, período en el que mapuches y pehuenches creaban piezas como platos, budineras, ollas y jarros. Marcela Rodríguez, oriunda de la zona y alfarera hace 40 años comenta “la greda la ocupábamos más en el tema utilitario ya que en nuestro pueblo no había utensilios para comer. Además, con estos utensilios hacíamos trueque para ganar comida”.

De modo que, la alfarería era un método de subsistencia. Nayadet Nuñez, hija de Marcela y una de las artesanas más jóvenes de la zona, asegura que “era para mantener a la familia, para poder llevar el sustento a la casa, el que principalmente, siempre llevaba la mujer”.

Las piezas de alfarería presentan un color negro producto de la quema y ahumado directo. Gentileza del MINCAP.

Sin embargo, en la actualidad, son cada vez menos los jóvenes que se dedican a la artesanía. Según Nayadet “no existió un recambio generacional en la mayoría de las familias de alfareros porque querían algo mejor para sus hijos. Si tu le preguntas a cualquier alfarera antigua, te dirá que es muy sacrificado. Tu desde el momento en que metes las manos al barro ya empiezas a tener problemas a los tendones, a los huesos y la espalda, es un agotamiento físico que te da al primer año”.

Pero pese a lo arduo que pueda resultar, las palabras de Nayadet denotan un profundo compromiso por honrar el oficio y mantener vivo el legado. Por ello, son variadas las medidas que se han gestionado en la zona para evitar su desaparición.

El deber con la práctica

Las variables de riesgo a considerar, que se ciernen amenazando la tradición, son diversas, tales como su contexto demográfico, medioambiental y social. Para María Soledad Castro, SEREMI de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Ñuble, hay diversas medidas de protección que deben aplicarse y emanan del Estado, entre ellas esta “la valoración del oficio en su contenido simbólico, la gestión de espacios de transmisión y potenciar su comercialización para que sea una actividad económica atractiva para los jóvenes”.

Para Marcela, la mejor forma de transmitir el oficio y la técnica es compartiendo los conocimientos. Es así como, con su hija, han realizado diversos talleres gratuitos, ya que “mientras exista un alfarero que enseñé el arte de la greda esta nunca va morir”, asevera.

Son las mujeres quienes principalmente conocen, manejan y transmiten la técnica de la cerámica como un saber ancestral, más allá de lo económico. Para Nayadet “ahora la mayoría de los artesanos jóvenes no se dedica a la alfarería por una necesidad económica, sino que más bien lo hacen por mantener viva la tradición y el legado de la familia”.

Lo anterior, expresa un importante componente de identidad arraigado al territorio y un deber con el mismo. En torno a ello Nayadet comenta que “cuando uno va creciendo se da cuenta de la gran responsabilidad en sus manos. Mi mamá traspaso todos los conocimientos a sus hijos, por petición de su abuela. Y si bien, muchos de mis hermanos no se dedican a la alfarería, ellos, en algún momento, están capacitados para poder enseñarle a alguien que quiera aprender. Yo igual tengo esa responsabilidad”.

Marcela Rodríguez junto a su hija Nayadet Nuñez. Gentileza de La Discusión.

Valor por lo propio

La riqueza inmaterial que habita en el territorio no es algo desconocido para las artesanas. En ese sentido, la comunidad se articula proactivamente en conjunto a los servicios del Estado. Al respecto, María Soledad Castro, declara que “estamos trabajando en una mesa regional desde donde se coordinan distintas iniciativas. La participación de la comunidad alfarera ha sido un condicionante, todas las decisiones han sido consultadas a ellas para su aprobación. Esta es una mesa inédita en el país para la gestión del patrimonio cultural”.

El conjunto de acciones y compromisos llevados a cabo desde el servicio estatal, tienen su marco de acción dentro de la postulación de la alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca a la lista de Salvaguardia Urgente de la UNESCO. La postulación generaría diversos impactos, entre ellos “esperamos que la alfarería sea reconocida a nivel local, nacional e internacional, para que sea una actividad que siga generando identidad, pero también quiera seguir siendo practicada por las nuevas generaciones”, asevera la SEREMI. El apoyo comunitario y estatal se torna un pilar fundamental para mantener viva la tradición alfarera. La postulación al organismo internacional implica, a su vez, acciones concretas y multisectoriales que potencien su cuidado y transmisión como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, tan significativo en la ruralidad e imaginario campesino.

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