Los efectos de una conciencia anestesiada Entrelíneas por Patricia Olave - 11 junio, 202111 junio, 20210 Y la dinámica se sigue repitiendo. Carabineros ha detenido a más de 10 mil personas en reuniones masivas durante la pandemia. No hay muestras de remordimiento; cada vez seguimos viendo en la televisión a más jóvenes bailando felices y hasta abrazados, olvidándose de la distancia social. Pese a todo lo vivido y perdido, el ambiente sigue siendo de “aquí no ha pasado nada”: ni pandemia, ni dolor, ni miedo, ni muerte. Recientemente, Carabineros detalló el número de procedimientos asociados a fiestas clandestinas durante la pandemia: desde marzo del 2020, los efectivos policiales registran más de 10 mil detenidos por participar en reuniones masivas, de las cuales el 76 % eran ilícitas, arrojando un total de 8 506 aprehendidos. Esta situación no sólo deja a su análisis números concretos y situaciones desafortunadas, sino también otro fenómeno de fondo, muy interesante, que nadie se ha atrevido a analizar: la cosmovisión y ética de la sociedad se ha tornado en una individualista y profundamente egocéntrica. Varios periodistas, intelectuales y líderes de opinión han salido a denunciar que este tipo de actos se deben a una “falta de conciencia exacerbada” de la sociedad chilena. Pero están equivocados, al menos conceptualmente. Lo que se desprende de su conducta no es más que egoísmo. Se trata de ese individualismo problemático del que ya nos advertía el filósofo Thomas Hobbes en el siglo XXVII; un comportamiento que en el fondo se opone al interés propio y al de los demás. De las 648 fiestas clandestinas en las que ha intervenido Carabineros durante la pandemia, 116 ocurrieron en 2020 y 532 en los primeros cinco meses de 2021, que ya supera en 416 fiestas al registro del año pasado. Hoy en día, la cosmovisión egocéntrica predominante nos invita a ir actuando libremente y, en función de eso, construir un sistema de valores individual que se olvida del bien común. Y ese es el problema de no entender qué significa realmente el concepto trillado de la libertad. La libertad se encuentra, más que en la posibilidad de elegir, en el acto de escoger lo bueno. Somos auténticamente libres no porque podamos elegir entre múltiples opciones, sino cuando escogemos lo que nos hace bien a nosotros y al resto. Lo que nuestra sociedad ha olvidado es –precisamente- lo más importante de todo: la libertad conlleva también responsabilidad. Cuando se vive una libertad que fundamenta derechos, pero jamás origina deberes, se pierde la virtud y se extingue la capacidad de escuchar nuestra conciencia. Por esto, no deberían extrañarnos dichas actitudes frías e individualistas. Después de todo, provienen de una sociedad que tiene la conciencia anestesiada y que no puede ver un acto como malo, sino como uno provechoso. Y convengamos que las fiestas siempre serán provechosas.