Develando el autoplacer femenino

Históricamente el cuerpo de la mujer ha estado atado al interés del consumo masculino como un producto. Así, todavía para muchos (e incluso muchas) las mujeres no sabemos o no tenemos derecho a saber de placer ni mucho menos autoplacer, como si viviéramos guardadas esperando el uso de algún hombre, e ignorando por completo que el autoconocimiento es clave para la real satisfacción.

Sofía Sepúlveda Suazo

El código moral de la conducta sexual femenina siempre ha sido aún más restringido en comparación con el de los hombres, pues nos enfrentamos a un entorno de valores religiosos y conservadores que nos recuerda siempre el concepto negativo de lo que significa el autoplacer; asociándolo a un ejercicio de una mujer no digna de respeto.

Este sistema de creencias sitúa nuestra sexualidad, la de las mujeres, en manos de otros, los hombres. Además, está centrado en el sexo coital, forzándonos a adaptarnos al tipo de prácticas que la sociedad patriarcal considera apropiadas, aun cuando está comprobado que la forma habitual de tener un orgasmo en la mayoría de las mujeres es a través de estimulación externa y no vaginal.

Todos los factores sociales hacen que hablemos de autoerotismo femenino desde la vergüenza y la incomodidad, siendo difícil de verbalizar incluso en círculos de confianza. Por lo que entendemos vagamente el concepto de sexualidad “solitaria” como el masajeo de nuestros genitales y no como una actividad que involucra todos nuestros sentidos, desconociendo también nuestra propia anatomía y su funcionamiento. Por ejemplo, poco sabemos del clítoris; cuando es la parte de nuestro cuerpo que tiene como única función el proporcionarnos placer.

Se ha instalado la idea de que nuestro cuerpo debe ser de determinada manera y que tenemos que fingir y exagerar en función a lo conocido por todos a través de la cultura: pornografía, publicidad, cine, etc. Y es inevitable pensar que aún existe una sociedad retrógrada que nos hace sentir culpables de vivir libremente con nosotras mismas, ¿hasta cuándo?

Vivir convirtiendo la sexualidad en una expresión de la individualidad y darnos permiso para experimentar, es asumir que el autoconocimiento es un proceso integral y que en definitiva nos permite decidir cómo queremos que se desarrolle nuestra vida sexual y cómo deseamos que encaje en el resto de nuestra vida al vincular  la masturbación como una reconciliación con nosotras mismas.

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