El precio de la moda rápida Entrelíneas por Rogel Fierro - 5 julio, 20215 julio, 20210 La industria de la moda rápida es la segunda más contaminante del mundo. Tanto la elaboración de textiles como en la confección de prendas esconden prácticas nocivas para la sociedad y el planeta: la explotación laboral y la contaminación ambiental. La ropa refuerza estereotipos a través de las distintas plataformas de difusión: pasarelas, publicidad, redes sociales e incluso cada persona en la calle. La moda rápida o fast fashion, consiste en colecciones nuevas de forma constante, lo que puede producir en parte de la población la sensación de estar desactualizado. Una característica común en sociedades globalizadas e hiperconectadas. En primera instancia, una industria que por su demanda sea una fuente constante de empleos y cuyos productos se vendan a un precio bajo parece algo positivo. El costo, sin embargo, es mucho más alto de lo que parece y sus consecuencias en un mediano y largo plazo son todavía incalculables. Que esta industria renueve su catálogo en periodos tan cortos de tiempo genera problemáticas de índole social y medioambiental. El caso más icónico es seguramente Bangladesh, país que dedica gran parte de su economía a la producción de telas y vestuario, representando el 85 % de su PIB. Lo anterior genera una cadena de problemáticas para sus habitantes ya que existen abusos laborales hacia los trabajadores, además de explotación infantil. Los químicos y desechos textiles son otro gran problema, no solo para las personas de Bangladesh sino que para todo el planeta. En el principal río de la ciudad de Daca, el Buriganga, se descargan aproximadamente 4.500 toneladas de basura textil sólida y cerca de 21.600 metros cúbicos de desechos tóxicos a diario. Al final de una temporada marcas como Burberry queman toneladas de artículos como accesorios, maquillaje o vestimenta solo para evitar que sus productos puedan ser adquiridos por personas que no calzan con el perfil del público objetivo. Esto da cuenta de que el problema no es el gusto por la estética o las tendencias, sino la forma en que está planteado el sistema productivo y de consumo de la moda. La solución a esto no tiene un carácter unilateral, tanto las marcas como los consumidores debemos tomar cartas en el asunto. Las empresas deben fabricar con materiales menos contaminantes o reciclados y los consumidores debemos dar un giro hacia la reutilización de ropa y la transformación de vestimentas antiguas. La urgencia de un cambio de modelo en la industria es cada vez más evidente, sus consecuencias negativas están a la vista y esperemos todavía sean reversibles. Según el estudio La Calidad del Aire Mundial, Bangladesh es el país más contaminado del mundo, en gran parte por desechos de la industria textil. Foto: Pau Clavero.