Bullying: consecuencias que dejan huellas en la adultez

Tres personas cuentan sus testimonios, miedos e inseguridades. El acoso escolar no es un fenómeno reciente, así lo señalan cuantiosos estudios respecto al tema. ¿Cuáles son las consecuencias que deja el maltrato reiterado en la etapa adulta? ¿Existen soluciones para este problema? ¿Cómo se maneja la situación en los colegios actualmente?

El dolor en el estómago solía comenzar, sistemáticamente, antes de salir de su casa. Siete de la mañana y el furgón aguardaba para llevarla al colegio. En el camino, casi nauseabunda, Karla Rivera (27) trataba de ponerse los audífonos para escuchar música y calmar su angustia, pues no quería encontrarse con la realidad que le acechaba todos los días. “Cuando lo recuerdo, aún siento ese malestar en el cuerpo, pero intento manejarlo de la mejor manera posible”. Y es que esta chica desde séptimo básico sufrió de bullying

“Mis compañeras eran crueles conmigo. Si iba con tal accesorio, peinado o cualquier cosa que les sirviera para mofarse, ellas lo hacían. Aunque varias veces traté de defenderme, no podía porque era como estar aislada en medio de la nada”, indicó. 

A pesar de haber egresado del colegio hace 10 años, esas desafortunadas experiencias la siguen marcando en su vida personal, lo que la obligó a tomar terapia para combatir las secuelas que dejó en ella el acoso escolar reiterado. 

El bullying o maltrato entre pares (MEP) no es un fenómeno reciente. Las primeras investigaciones que se aproximaron al tema surgieron en Suecia a finales de los sesenta y principios de los setenta. Pero no fue hasta la década de los noventa que este problema comenzó a tener mayor relevancia en países como Inglaterra, Holanda, Canadá, Estados Unidos y Australia. Dan Olweus, pionero en analizar este asunto, desarrolló una investigación en la Universidad de Bergen (Noruega) a partir de los estudios sistemáticos realizados décadas anteriores. En 1993 logró definir el término como “un estudiante que es maltratado (bullied en inglés) o victimizado cuando se expone, de forma repetida y durante un tiempo prolongado, a una serie de acciones negativas por parte de uno o más estudiantes”, señaló.

Un 85 % de los escolares chilenos admite haber sufrido bullying. Fotografía: Infobae.

La historia de Javier (28) no es similar a la de Karla, pero tienen un denominador en común: el MEP. Durante el 2009, como señala, lo pasó mal en su curso, debido a que sus compañeros lo molestaban a menudo por sus altas calificaciones. El impacto que produjo el acoso escolar hizo que reprobara primero medio, subió de peso y se transformó en una persona más apagada. “Aunque ese episodio sucedió un año específico, pude salir adelante gracias a las redes de apoyo, sobretodo, de mi familia que estuvo presente siempre”, indicó. 

Pese a ello, también explica que, si bien logró superar esos momentos, existen instancias en que se llena de inseguridades y le cuesta entablar amistades reales. 

Consecuencias del bullying en la adultez

Cuando un niño se expone a acciones negativas intencionales por parte de terceros, las cuales pueden ser verbales (amenazas, insultos y burlas), físicas (golpes, patadas, pellizcos y otras agresiones) y de expresión corporal (miradas de desprecio y gestos discriminatorios), promueven el rechazo y la exclusión del estudiante. Aunque el bullying se genera en el contexto infantil y adolescente, aquellas experiencias se traspasan a la edad adulta desencadenando una serie de efectos graves en las relaciones interpersonales. 

Para una persona que vive con secuelas de acoso escolar en la adultez no es fácil entablar nexos sociales. Tal fue el caso de Nicole Tapia (28) quien vivió la desagradable experiencia cuando cursaba el octavo básico en el Colegio Santa María, ubicado en la ciudad de Ovalle. “Su pesadilla”, como relató, comenzó desde el primer día de clases. Sus padres la matricularon en el establecimiento, con el sueño de darle una mejor educación, pero ese anhelo se transformó en un agobio para Tapia. 

“Cuando hicieron presentarme frente a todos, se burlaron porque venía del campo. Siempre me uní al grupo que era más vulnerable; eso era el centro de atención para ellos y se intensificó la situación. Me cargaba salir al recreo, sentía una tremenda incomodidad, me tiraban palabrotas, comprenderás que te sientes súper mal”, señaló. Pero el maltrato fue agravándose con el tiempo, incluso, los compañeros llegaron a hacerle daño físico. Fue en ese momento que Nicole comenzó a autodañarse. “Recuerdo un episodio en el que me sacaron a tirones el chaleco que llevaba puesto y lo lanzaron al basurero. No sintiéndose satisfechos con eso, me quitaron el discman y empezaron a saltar sobre el aparato hasta romperlo. Salí de la sala hacia al baño y me quedé ahí en shock llorando. Pasó esa tarde y lo único que atiné, cuando llegué a casa, fue cortarme los brazos con un objeto cortopunzante”, comentó.

Los niños que son acosados por sus compañeros cambian su personalidad. Fotografía: Centro Psicológico Gran Vía.

Al enterarse la familia, la alumna fue sacada de ese establecimiento educacional, pero nunca más fue la misma agregando que “cuando llegaba a un colegio nuevo me daba pavor, me inducía vómitos para no ir”, expresó.

Ha pasado más de una década de esa tormentosa experiencia y aún lo recuerda como si fuera ayer. En la actualidad, viéndolo con mayor criterio y madurez, asume que el bullying le dejó secuelas graves, señalando que “hasta el día de hoy me cuesta hablar en público, me da miedo expresar mis opiniones, siento que mi autoestima quedó por el suelo. No confío en mí, me da inseguridad entablar contacto con otras personas y trato de evitar grandes aglomeraciones de gente porque me desespera”.  

Un estudio reciente, publicado en el American Journal of Psychiatry, dio cuenta sobre las secuelas del bullying en individuos de más de 50 años. En aquella investigación, se demostró que quienes habían pasado por hechos de maltratos por sus compañeros en la época escolar tenían mayores probabilidades de tener mala salud física y mental, así como también desarrollar problemas cognitivos. Además, el análisis concluyó que estas personas tienden a la depresión y generar tipos de pensamientos suicidas. 

En otra investigación, publicada en JAMA Psychiatry en 2013, estudiaron a mil 420 chicos. ¿Los resultados? Quienes fueron víctimas de acoso durante la infancia estaban 4,3 veces más expuestos a sufrir depresión y trastornos de ansiedad en etapa adulta.

Problemas en el comportamiento y relaciones poco efectivas

Cuando la persona que sufre de bullying en su infancia y adolescencia no tiene garantizada una fuerte red de apoyo (padres, profesores o psicólogos), queda enquistado en el tiempo y desarrollará problemas de conducta una vez que crezca. Para Camila Ángel, psicóloga del Departamento de Educación Municipal de Monte Patria, si la situación no es manejada de buena forma, impedirá que el niño o niña pueda establecer relaciones sociales de manera efectiva porque generan un rechazo con el entorno. “Ellos crecerán con la idea de que cualquiera le puede hacer daño, produciendo un estado de hipervigilancia constante”, indicó.

El manejo de las emociones en la etapa temprana con una fuerte red de apoyo podría ayudar al afectado a liberar el trauma de manera eficaz. Fotografía: El País.

La experta menciona que en la etapa de adultez van desarrollando problemas que afectan en distintas esferas de su vida. “Tenemos diferentes tipos de adultos; adultos inseguros, que no tienen las habilidades sociales, que no van a compartir en un grupo, que pueden experimentar una alta ansiedad al estar en público o al iniciar una relación amorosa o de amistad. Estas personas perfectamente se integran a un equipo de trabajo, pero notan que si se presenta algún evento en donde tiran alguna broma con respecto a sí mismos, lo van a asociar a sus experiencias pasadas”, enfatizó. 

Aunque sea un hecho de gravedad, este problema podría tener solución si existe la motivación por parte de la víctima para revertir el daño causado en el pasado. La profesional explica que, si la persona toma conciencia de lo que sucede a nivel interno, sería más fácil tratarlo, pues un individuo puede ir a terapia si está consciente de las repercusiones que le generó el trauma. 

“Solo es cosa de compañeros en una sala de clases”

Antiguamente, la rivalidad entre compañeros de curso solo se observaba como eso: una discrepancia que se podía solucionar. Pero esa lógica fue cambiando a medida que surgían estudios sobre la temática. En países europeos más avanzados, el bullying comenzó a generar preocupación y reacción de las autoridades escolares desde finales de los ochenta. En tanto, en Estados Unidos, el problema tomó relevancia a mediados de los noventa, debido a una alta frecuencia de hechos de violencia escolar. 

Para Mónica González, profesora de educación general básica, el empleo de una acertada estrategia frente al problema fue la clave. “Con el desarrollo de nuevas metodologías educativas, se planteó el tema desde una nueva arista de convivencia escolar acorde a las normativas impuestas por el Ministerio de Educación y las organizaciones encargadas de velar por la protección de la infancia”, indicó.

En tanto, Camila Ángel, concuerda que en la actualidad existen más herramientas en los establecimientos en donde “los colegios están supervigilados por los organismos, basándose en el protocolo de convivencia y también por lo que establecen los derechos del niño”, señaló.

A diferencia de décadas pasadas, ambas coinciden que ahora los padres están más informados con respecto a la temática gracias al acceso a los medios de comunicación que difunden contenidos contra la violencia escolar. Eso les da pistas para saber si sus hijos presentan dificultades de convivencia para hacer el reclamo pertinente. Además, si el colegio no los aborda, existen otras instancias como ir al departamento de educación de cada municipalidad e incluso llegar a la judicialización del caso.

El bullying no es una situación que se queda en el colegio, sino un problema que está latente en la vida de quienes lo sufrieron y que, sin tener parte en la violencia, les tocó vivir aquellas experiencias desagradables con repercusiones en la adultez. Sin embargo, las proyecciones a futuro parecen ser alentadoras, gracias a la inserción de distintas organizaciones gubernamentales e internacionales para evitar que sucesos en las salas de clases puedan interferir en el desarrollo integral de los individuos a largo plazo.

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