La problemática de la natalidad en Chile Entrelíneas por Camila Espinoza - 20 septiembre, 202120 septiembre, 20210 Uno de los deberes y obligaciones que instauró la sociedad en las mujeres es que debían convertirse en madres. Afortunadamente, con el paso de los años, dicho estigma ha disminuido: cada vez son más las que optan por no quedar embarazadas. Razones hay miles, pero ¿existe algún factor específico que las llevó a descartar la maternidad? Por Anaís Castro y Camila Espinoza “Implica demasiadas responsabilidades”, “no tiene sentido tener un hijo en las condiciones actuales” o “no es una opción para mí”. Como estos son miles los argumentos de las mujeres que rechazan la opción de convertirse en madres, ya sea para expandir sus horizontes hacia otras áreas o por convicciones personales. Esta situación no es nada nueva. Desde hace un par de años que en Chile se presenta una baja en la natalidad. El Director Regional (S) del INE de la Región Maule, Pedro Rojas, sostuvo que no tienen estimaciones de nacimientos desde que comenzó la pandemia. No obstante, declaró que “la disminución en la tasa de natalidad es un fenómeno que se ha incrementado desde hace mucho tiempo”. Además, confirmó que la situación tuvo una leve mejora el 2018, debido a que -a nivel nacional- nacieron 11,8 niños por cada mil habitantes. Sin embargo, estimó que es probable que la cifra se incline desfavorablemente. Así lo confirmó la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad San Sebastián mediante un análisis que reveló que las condiciones sanitarias actuales influyeron en la natalidad, dado que el 2020 hubo una caída del 7,7 % de nacimientos con respecto al año anterior. Dicho informe reveló que el Maule es la región que lidera en la disminución de natalidad a nivel nacional. Fotografía de Pixababy. Pero, ¿a qué se debe este fenómeno? ¿Por qué cada día son menos las mujeres que se niegan a ser madres? El camino hacia la autonomía “No quiero traer más personas al mundo cuando estamos colapsando y se sabe que lo más contaminante para el planeta es tener una guagua”, aseguró Constanza Navarro, estudiante de Medicina Veterinaria de la Universidad Santo Tomás de Talca. A sus 21 años está a la espera para realizarse la cirugía de ligadura de trompas. Desde que se dio cuenta del aumento progresivo de los problemas del planeta, pensó en optar por la esterilización quirúrgica como parte de su ética medioambiental. “Sí quiero tener hijos, pero no quiero estar embarazada. No en este planeta que de a poco se cae a pedazos, mi conciencia no me lo permite”, comentó. Pese a su convicción, la realidad no es tan fácil. Al consultar con su matrona, se dio cuenta de que inclinarse por esta alternativa tiene más obstáculos de los que imaginaba, especialmente cuando se trata de elegir una atención en la salud pública. “La lista de espera en hospitales es casi de cuatro años. Aun así es incierto porque, al no ser una urgencia, los médicos pueden decidir postergar la intervención”, declaró Navarro. Ante esto, reafirmó su frustración por la imposición del Estado de no dejar que cada mujer disponga como quiera sobre su propio cuerpo. Es ahí cuando surge otra interrogante: ¿por qué se permite la objeción de conciencia? La ginecóloga Daniela Ribbeck se refirió al tema y explicó que “en casos así, desafortunadamente la moral tiene más peso. No debería ser así”. En el Servicio Nacional de Salud de Chile, son alrededor de cinco mil los profesionales del área pública de la obstetricia que están adscritos a esta medida que les permite actuar según sus creencias personales. Considerando esta cifra y las largas listas de espera, la única opción viable para lograr la esterilización es acudir a centros privados. “Es mejor juntar el dinero durante diez años para hacerte la operación en una clínica, que esperar décadas en el sistema público”, declaró Constanza. Pero no todas las mujeres tienen esa posibilidad. Con los índices de pobreza actuales, en muchos casos resulta imposible ahorrar dinero para este procedimiento, lo cual las deja a merced de los recursos del Estado. “Son médicos que imponen primero su visión de vida y principios éticos por sobre las creencias de las pacientes, eso en medicina es inaceptable”, opinó la ginecóloga. En el caso de Constanza, se trata de una decisión tomada en base a su estilo de vida y una búsqueda de colaborar con el cuidado del planeta. “Siempre he pensado en adoptar. Espero que cuando sea mayor y quiera hacerlo, las leyes de adopción sean más realistas y el proceso más sencillo”, concluyó. Postergar la maternidad “Quería prepararme antes de tener un hijo. Poder trabajar, salir y disfrutar al máximo hasta sentirme lista”, afirmó Gimena Galaz, madre de dos niñas. La primera la tuvo a los 32 años y la segunda cuatro años después. Fue el camino que tomó junto a su marido que, hasta el día de hoy, reconoce como una de las mejores decisiones que pudo haber tomado en su vida: postergar la etapa del embarazo. “Creo que tener estabilidad en todos los sentidos era lo que necesitaba para dar el siguiente paso”, sostuvo. Tal como ella, son miles de mujeres que optan por retrasar la maternidad hasta sentir la seguridad necesaria para traer un hijo al mundo. Una alternativa válida que se considera como parte de los factores que influye en la disminución de nacimientos, dado que -a mayor edad- prefieren tener uno o dos hijos máximo. Así lo declaró Marisol Contreras, presidenta del Colegio de Matronas del Maule, quien además destacó que “planificar un embarazo en edad avanzada es riesgoso, ya que las madres se colocan ansiosas y se sienten presionadas por el entorno social (…) Mientras más edad, más riesgos de tener un hijo con síndrome de Down u otras complicaciones”. Contreras recalcó que, la mayoría de las veces, las mujeres que deciden tener un hijo a mayor edad suelen someterse a tratamientos para manejar el embarazo sin riesgos. Fotografía de Shutterstock. En el caso de Gimena, esta decisión no tuvo mayores dificultades. “Después de mi segundo embarazo, el doctor me dijo que yo podría tener más hijos si quisiera”, comentó agradecida por tener más suerte de lo que esperaba. Y es que mientras más se retrasa este proceso, los riesgos de infertilidad también son mayores, ya que después de los 35 años la producción de óvulos disminuye progresivamente. A esto se le suman otras consecuencias físicas y fisiopatológicas, que incluyen desde una disminución en la energía -lo que puede afectar en la crianza- hasta patologías como hipertensión o diabetes, las que producen que los embarazos sean más riesgosos para la madre. ¿A qué se debe este fenómeno? Según Claudio Vásquez, sociólogo de la Universidad de Chile, las causas de la postergación u omisión de la reproducción humana, en la actualidad, son tres: expectativas de alcanzar un desarrollo personal pleno, el cambio climático y la incertidumbre producida por la pandemia. En cuanto a la primera causa, el profesional explica que tener hijos se da en un contexto de planificación y expectativas de vida en que no se califica como una prioridad, especialmente para las poblaciones más jóvenes. “Hay -primero que todo- una trayectoria académica que seguir. Luego buscan consolidarse en el ámbito económico, su proyecto de vida y al final la maternidad o paternidad”, comentó Vásquez. El sociólogo afirmó que es posible revertir las cifras si el Gobierno apunta a una estabilidad general para proporcionar seguridad en las personas para tener un hijo. Fotografía de Vrbo. Esta situación se vio acrecentada en décadas anteriores con la incorporación de la mujer al mercado laboral. Si bien el rol femenino estaba dirigido hacia las prácticas en el hogar -específicamente relegado a la crianza y las tareas domésticas-, la situación ha evolucionado debido a los cambios culturales que se han generado en los últimos años. En ese sentido, el sociólogo declaró que “es positivo en términos de desarrollo personal y profesional de la mujer. Lo que falta es avanzar en corresponsabilidad parental para que los hombres nos involucremos más en el cuidado de los hijos y el hogar”. Esta búsqueda de estabilidad ha remecido en las estadísticas de nacimientos en el país, especialmente durante la pandemia. La inseguridad con respecto a lo que avecina el futuro, sumada a la inestabilidad laboral, son factores que han influido considerablemente. “Somos un país relativamente joven, por lo tanto, es probable que a medida que la economía se recupere se permita el piso mínimo para que las familias puedan traer más hijos al mundo”, aseguró Vásquez. Asimismo, es importante que las personas se sientan seguras en todo ámbito para que piensen en expandir su futuro de manera responsable.