Llegada de los talibanes en Afganistán: la ley de la Sharía y las libertades personales

La llegada de los talibanes a Afganistán tras la retirada de Estados Unidos y parte de la comunidad internacional ha devenido en una compleja situación para la sociedad en aquel país. Prohibiciones y transgresiones a los derechos humanos son normalizados por la ley islámica que, sin duda, choca en extremo con la cultura occidental.

“Nosotras no contamos porque nacimos en Afganistán, no puedo ayudar llorando. Tengo que secar mis lágrimas para esta grabación. Nadie se preocupa por nosotras. Moriremos lentamente en la historia, ¿no es divertido?”. Fueron las palabras de una niña afgana que lloraba desconsoladamente por la impotencia de haber nacido en el lugar equivocado. El video se viralizó a través de Twitter gracias a la periodista iraní Masih Alinejad, que decidió relatar la frustración y el horror que ha producido la llegada de los talibanes al poder nuevamente.

Los primeros indicios de este grupo militar aparecieron a principios de los noventa. En esa época, el país atravesaba una grave inestabilidad económica y política tras la retirada de la Unión Soviética que se había instaurado en el territorio en 1979 para establecer un gobierno socialista con fines geopolíticos. Sin embargo, la guerra para mantener el control en la zona catapultó las arcas de los soviéticos, obligándolos a retirarse. Afganistán, en ese entonces, era una nación extremadamente pobre y rural. 

Fue en ese mismo escenario que, soldados conocidos como muyahidines, que habían luchado contra la invasión soviética, establecieron las bases de lo que posteriormente serían los talibanes. La palabra proveniente del idioma pastún (una de las lenguas de Afganistán), que traducida al español significa “estudiante religioso”, está influenciada por una corriente islamista modernista combinada con una profunda raíz ortodoxa que condena el libertinaje y la influencia occidental. 

En 1996, cuando los talibanes tomaron Kabul y expulsaron a las tropas de Ahmed Shah Massoud, principal enemigo del grupo militar, erigieron el Emirato Islámico de Afganistán liderado por el mulá Mohammed Omar. La llegada al poder de los radicales fue celebrada por la parte más conservadora de la población, debido a que lograron restablecer el orden en la nación y eliminar la corrupción, pero ese cambio tuvo un precio: la restricción de libertades sociales.

Pese a ello, la mirada de la comunidad internacional se centró mucho después, justo en el momento en que acusaron al gobierno talibán de recibir y entrenar a terroristas de Al Qaeda. La tensión se agudizó, aún más, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. En aquella instancia, Estados Unidos, emitió una amenaza a los talibanes para que entregaran a miembros de la célula terrorista, entre los que se encontraban, Osama Bin Laden y otros líderes que planearon el acto. 

Afganistán, gobernado por el mulá Omar, desestimó la advertencia de occidente, lo que derivó en una ofensiva militar internacional hacia el país en octubre de ese mismo año llamada la operación “Libertad Duradera”. La misión obligó la retirada de los talibanes del poder y se instauró un gobierno provisorio bajo el alero de Estados Unidos. Ese fue el fin de las restricciones y la huida de los insurgentes del territorio.

¿Por qué causa tanto temor el retorno de los talibanes? 

Cuando este grupo militarizado estuvo en el poder, impuso una serie de normas muy rigurosas basadas en la interpretación de las enseñanzas islámicas, también conocida como la ley de la Sharía. La normativa moral, que rige la vida y comportamiento de los musulmanes, de acuerdo con lo establecido por el Corán, se transformó en el sistema legal islámico. 

Esta forma de vida, como comenta Víctor Hugo García, experto en conflictos internacionales de la Universidad de Concepción, es una cuestión valórica que está basada en su propia cosmovisión. “Toda comunidad islámica debiera aplicarla, porque se sustentan en los aportes de los profetas, más lo que los grandes sabios del Islam han ido incorporando. Depende de la manera de cómo se aplique y también del enfoque religioso que se tenga. Por ejemplo, los talibanes, que pertenecen al chiismo radical, toman las escrituras más literal”, señaló.

Las madrasas son las escuelas islámicas que enseñan las escrituras del Corán a los niños. Fotografía: Stringfixer.com.

Y es que esa visión de mundo, sobre cómo deben establecerse las relaciones sociales choca irremediablemente con los valores que tiene el estilo de vida occidental. De esta manera, cosas tan simples como que hombres y mujeres puedan convivir de forma paritaria, disfrutar con plena autonomía y las libertades sexuales tienen un impacto muy fuerte a nivel valórico en el mundo musulmán. 

Con la influencia de Estados Unidos, el pueblo afgano vivió una ola de transformación en cuanto a las libertades personales. Se reabrieron las escuelas y universidades para las mujeres y se despenalizaron castigos que transgredían los derechos humanos, entre otras cosas. Sin embargo, tras su retirada, los afganos temen que las antiguas prácticas impuestas por los talibanes reaparezcan. 

En tanto, la visión del sociólogo Ricardo Valenzuela es más bien crítica con respecto a la situación que está viviendo Afganistán, debido a que asegura que el miedo se genera a partir de la incertidumbre de lo que sucederá en el futuro. Asimismo, aclara que la ausencia de naciones extranjeras en la región, generó aún más inestabilidad de la población. “La retirada de potencias occidentales en el país de Oriente Medio también tuvo consecuencias directas. Más bien, se le percibió como un acto cobarde tras haberse inmiscuido por 20 años, dejándolos a la deriva”, indicó. 

La cosmovisión radicalizada que tienen los talibanes podría, además, producir un impacto en las generaciones más jóvenes del pueblo afgano (nacidos durante el nuevo milenio) que crecieron con raíces occidentales y aquello produce aún mayor inseguridad de lo que acontecerá en los próximos meses en el país.

Derechos de las mujeres en riesgo 

Aunque parezca increíble, Afganistán tuvo una época esplendorosa en el pasado, precisamente, a principios del siglo XX. En ese entonces, durante el reinado de Amanulá Khan, se decidió emprender un enfoque modernista para llevar al islamismo hacia nuevos cambios. 

Khan, empecinado por dar aires de renovación al país, creó una Constitución que garantizase los derechos de las mujeres. Se abrieron escuelas para niñas y niños, rechazó el matrimonio forzado (además de incrementar la edad para casarse) y abolió las estrictas normas de vestimenta para ellas. Esto produjo una disputa entre los reformistas y tradicionalistas (sector más radical de los musulmanes), produciendo la sublevación de los últimos contra Khan. Lamentablemente, el destino de las nuevas reformas y el de Amanulá no perduraron en el tiempo, debido a que fue derrocado por la parte más tradicionalista en 1929. 

En la actualidad, pareciera que la situación vuelve a repetirse, afectando directamente las libertades de las mujeres. Para Víctor Hugo García, el panorama no es alentador. “Las que estaban estudiando alguna carrera en la universidad o que estaban en esta lógica de vestirse, en lo posible, de acuerdo con su elección, caminar solas o en grupos por las calles sin pedirle permiso a nadie, ya no podrán hacerlo. Ahí el impacto será muy fuerte”, expuso. 

Y es que la ley islámica relega a las mujeres solo a un rol hogareño. Deben andar acompañadas (por un padre, hermano o marido) al momento de salir de sus casas, no pueden usar maquillaje, deben vestirse con burka (velo de una sola pieza que cubre de la cabeza a los pies), no pueden hablar con extraños ni tampoco expresar sus sentimientos. Aquellas normativas, si no se cumplen en estricto rigor, pueden llegar a tener sanciones tan extremas como la muerte. 

“No más ejecuciones públicas, no más decapitaciones, no más mutilaciones de órganos sexuales femeninos. Los talibanes no respetan la igualdad de derechos laborales entre hombres y mujeres”. Es un extracto del desgarrador testimonio de la estudiante de medicina de la Universidad de Chile, Zahra Habibi (32) mientras se realizaba una sesión extraordinaria de la comisión de Mujeres y Equidad de Género en la cámara de diputados. 

Hace algunas semanas, tras enterarse de la llegada al poder de los talibanes, Habibi comenzó una cruzada desesperada a través de redes sociales para traer a Chile a su hermana, Zainab Momeny, quien es profesora universitaria, separada y vive sola en Afganistán.

La ley islámica prohíbe que las mujeres tengan acceso a la educación. Fotografía: UChile.cl.

El llamado de auxilio llegó hasta dependencias del rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, quien solicitó ayuda a través de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores. Afortunadamente, el deseo de Habibi de traer a su hermana al país se hizo realidad y el 12 de septiembre pudieron reencontrarse en un conmovedor momento, que marcó un nuevo comienzo para Momeny en Chile. Se logró contactar a Zainab a través de Facebook para que comentara sobre sus primeros días en nuestro país, pero al cierre de este reportaje no hubo declaraciones por parte suya.

Imagen estadounidense y el rol de la comunidad internacional

Más allá del fracaso de la política exterior estadounidense y el gasto oficial de US $978.000 millones en una guerra que duró 20 años, es inevitable pensar sobre los responsables y las eventuales consecuencias. Para Guido Larson, cientista político de la Universidad del Desarrollo, la imagen de Estados Unidos se verá afectada por su mal manejo político. “Creo que fue una debacle comunicacional gigantesca. No he visto ningún análisis relativamente benevolente, no tanto respecto a los objetivos, sino a los medios de cómo se alcanzó la salida de Afganistán”.

Personas afganas que buscan salir desesperadamente del país. Fotografía: Infobae.

Por su parte, Víctor Hugo García coincide con Larson en que evidentemente las potencias se replegaron y agregó que “el sistema internacional está dejando que adquiera su propia dinámica, pero estarán constantemente en alerta cada vez que se cometa un exceso en país afgano para reaccionar frente a eso y sancionar al gobierno talibán”. 

La historia de la llegada de los insurgentes a Afganistán, el peligro de las libertades individuales y la cosmovisión tan distinta a occidente ha tomado el debate en estos días. Ver la desesperación de cientos de miles de afganos clamando por ayuda humanitaria y diplomática a través de los medios de comunicación es, sin duda, una imagen difícil de borrar. Solo cabe esperar que la comunidad internacional pueda mediar, para que las atrocidades cometidas en el pasado no vuelvan a repetirse en el futuro de una nación destruida por la guerra y la miseria.

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