Sin protocolos sanitarios y altos precios en departamentos: el complejo retorno a la presencialidad estudiantil

La pandemia ha agregado un dolor de cabeza más a los estudiantes universitarios y es la estabilidad en una residencia en medio de alzas en el precio de los arriendos y la incertidumbre de la vuelta a clases. Además, en el caso de las pensiones, aún no se han implementado protocolos para quienes comparten espacios comunes, por lo que son los propietarios quienes han tenido que tomar las medidas necesarias.

Por Makarena Sierra Alcayaga y Marco Uribe Pedreros

Preparar las clases, materiales y todo lo relacionado a la universidad es la rutina común que una estudiante como Valentina Ceballos (22) realizaba semana a semana. Todo eso se vio interrumpido tras la llegada de la pandemia al territorio nacional, lo que para la joven procedente de Villarrica, significó más de un año fuera de las aulas y lejos del laboratorio de odontología de la Universidad de Concepción. Esto último, sin duda, es lo que le daba mayor preocupación, pues sus estudios se centran en la atención al público y el trabajo presencial.

No obstante, hoy el panorama sanitario ha cambiado a lo largo del país: la campaña de vacunación y los resguardos de la población han permitido que la mayoría del territorio haya abandonado las cuarentenas y comenzase la tan esperada apertura. Como tal, las instituciones de educación superior ya comenzaron el retorno gradual a la presencialidad y, con esto, la migración de los estudiantes que se encontraban fuera de sus respectivas ciudades universitarias. 

Para Valentina no fue sencillo el plantearse el regreso a Concepción. “No fue una decisión tan fácil y tan a la ligera, tuve que pensar bastante al respecto, además de que había mucha incertidumbre por toda esta situación. Decidí hacerlo porque ya estábamos demasiado atrasados con las prácticas y debía retomarlas en algún momento”, señala Ceballos.

Las clases presenciales en ramos prácticos comenzaron a implementarse en fase 3 en el territorio nacional. Fuente: Comité de Crisis UdeC.

Y las dudas no quedan ahí, pues el ansiado retorno se complica al instante de buscar un lugar para arrendar. La estudiante de odontología revela que hoy vive en un departamento junto a dos compañeros más, pero la logística para encontrar el espacio adecuado fue complejo. “Me costó bastante encontrar, porque al buscar pensiones, muchas de las que estaban antes de la pandemia habían cerrado, entonces había menos opciones. Tuve que llamar, preguntar y cotizar para dar con el lugar más conveniente”, comenta.

Alza sostenida de precios inmuebles

Marisol Montecinos (21) es oriunda de Talca y va en cuarto año de terapia ocupacional en la Universidad de Concepción. Con dos compañeras de carrera pagaban casi 200 000 pesos cada una por un departamento en Freire con Paicaví y el segundo fin de semana de marzo tomó un bus para volver brevemente a su comuna natal. Sin embargo, lo que pensó que serían dos días, se transformaron en casi siete meses. 

“No pude volver a viajar hasta noviembre del año pasado, fecha del plebiscito, porque votaba allá. Durante todo ese tiempo nosotras pagamos el mismo precio. Era bastante, pero como pensábamos que la pandemia no duraría tanto, lo seguimos haciendo. Después mi mamá habló con el dueño, quien accedió a pagar los gastos comunes, pero igual era bastante dinero”, cuenta la joven.

Motivadas por la pandemia, pero también porque el papá de una de sus compañeras quería comprar un lugar propio hace ya algún tiempo, decidieron concretar los trámites para mudarse. El nuevo edificio queda justo atrás del Instituto Santo Tomás, en calle Desiderio Sanhueza, y el precio es de 120 000 pesos cada una. “En diciembre volví con mis papás para trasladar mis cosas y, si bien no tengo clases presenciales, pretendo ir de nuevo porque necesito algunos libros y hacer algunas diligencias”, señala.

Encontrar el departamento, no obstante, no fue nada fácil. Si bien la tarea no recayó exclusivamente en sus manos, sí pudo notar que los precios de los arriendos en el centro de la ciudad son muy elevados y, de acuerdo al corredor de propiedades, Gerardo Elgorriaga, seguirán al alza: “Tenemos que ir a la génesis de este tema, que es la existencia de un propietario necesitando pagar su inmueble, su crédito hipotecario del cuál él quiere ganar dinero porque lo consideró una inversión. Un crédito básico, por ejemplo, ronda los 300 000 pesos mensuales y si esa persona cobra 280 000 de arriendo, está teniendo pérdidas que de seguro no quiere seguir costeando”, explica el experto. 

De acuerdo a Portal Inmobiliario, las cifras de departamentos céntricos sin gastos comunes para solo una persona fluctúan desde 260 000 a 340 000 pesos, mientras que para dos personas, desde 320 000 hasta 540 000. De ahí en más, los precios pueden llegar hasta los 700 000 y 850 000, dependiendo de las características de cada uno (metros cuadrados, estacionamiento, plusvalía, entre otras cosas).

Muchos propietarios de pensiones y departamentos en arriendo se quedaron sin sustento tras la crisis sanitaria. Fuente: Teletrece.

De acuerdo a esto, Elgorriaga finaliza diciendo que “como sucede habitualmente en el mercado, las inversiones son de más de un inmueble, entonces las personas se comienzan a ahogar y tener miedo por las pérdidas. Después, tenemos todo el tema de la UF y su alto valor, entonces hay motivos base. Sumado a la demanda que existirá por toda esta población flotante que necesitará retomar actividades presenciales, se proyecta un alza en los arriendos».

Falta de protocolos sanitarios 

El problema se acentúa si se piensa en los estudiantes que vivían en pensión. Al convivir con personas desconocidas y compartir espacios comunes como baño y cocina, el panorama se complica. Ya sea porque las clases presenciales aún no vuelven en su totalidad para todos los establecimientos educacionales o porque no existe suficiente información al respecto, el Ministerio de Salud no ha implementado protocolos específicos para estas situaciones, por lo que la responsabilidad recae exclusivamente en quienes arriendan. 

María Flores, propietaria hace 20 años de un conjunto de pensiones en la calle Paicaví, dice que desde la Seremi no les han pedido implementar protocolos específicos para los estudiantes que ya están retornando a la vida universitaria. Sólo lo básico: lavado de manos y desinfección de pies antes de ingresar. 

De momento, cuenta que solo ha llegado uno, pero espera recibir otros cuatro en los próximos meses. “Al principio fue muy difícil. Yo tenía dos edificios con doce piezas disponibles en total. Con la pandemia tuve que quedarme con sólo uno de cinco. Tuve que dejar de pagar impuestos, porque no me alcanzaba”, cuenta la oriunda de Puerto Varas quien se vio sin su principal sustento casi todo el año pasado. Por lo mismo, este año el precio del arriendo subió alrededor de 20 000 pesos. “De otra forma no se puede, porque las cosas están muy caras y van a seguir subiendo. Ayer pedí un gas y ya subió en 400 pesos”, apunta.

En esta misma línea, Victoria Barra (23) señala que en su pensión tampoco se han implementado protocolos sanitarios. Los espacios comunes se siguen aseando con la misma frecuencia y, en el interior de los departamentos, no se ha instalado alcohol gel para los inquilinos. “Todos los que nos fuimos, vamos a volver eventualmente y, por ejemplo, la cocina o baños los limpian sólo una vez a la semana. Tampoco hay control de visitas ni nada”, señala la estudiante de quinto año de derecho en la Universidad Católica de la Santísima Concepción.

La joven es oriunda de Osorno, arrienda una pensión en la Diagonal de Pedro Aguirre Cerda y también tuvo que dejar la ciudad producto de la crisis sanitaria. Sin embargo, señala que los problemas venían desde antes: “Para muchos de nosotros, todo comenzó antes de la pandemia, con el Estallido Social. Yo a finales de 2019 ya no vivía en Concepción, pero tampoco desistí de dejar la pieza ni cancelar el contrato, porque pensé que todo se iba a normalizar en unos meses”, cuenta. 

Y esta fe se mantuvo aún después de marzo de 2020: “Pensé en volver el segundo semestre, por último a pasar las vacaciones y tener un lugar donde quedarme, además de que para entonces ya estaríamos vacunados, por lo que pensé que ya estaríamos de vuelta. Eso aún no sucede y como aún no tengo clases presenciales, no sale muy rentable trasladar mis cosas todavía”. Barra dice que, debido a que no se encuentra residiendo ahí actualmente, sólo está pagando el 75% del precio total del arriendo, que es 155 000 pesos. “He estado un año pagando por un lugar que no ocupo, pero tampoco puedo dejarlo, porque encontrar algo así es muy difícil, sobre todo ahora”, afirma.

Concepción es reconocido por su carácter de ciudad universitaria, por lo que espera recuperar su población flotante luego de la llegada del COVID-19. Fuente: SoyChile.

Las reflexiones ante el regreso

En torno a todas las disposiciones e inconvenientes que un eventual cambio de casa puede traer, y considerando el actual panorama que implica la pandemia, las estudiantes mantienen diferentes visiones respecto a si el retorno a la presencialidad universitaria vale la pena. Todas concluyen que son tiempos extraños y con muchas dudas a pesar de las decisiones adoptadas por sus establecimientos educacionales, pero consideran que deberían tener más certezas en cuanto a qué clases son más fundamentales que otras. 

Para Barra todo se encuentra en una nebulosa, es más, ella no recomienda el regresar a una presencialidad. “Está todo muy inestable. Se creía que la pandemia en Chile iba a durar por lo menos algunos meses y no fue así, y lo más probable es que el formato de las clases virtuales, el teletrabajo y todos estos cambios en las rutinas diarias que vivimos en el año pasado, se mantengan y se acomoden a la nueva era digital, algo que hace tres o cuatro años atrás ni siquiera pensábamos”.

Por su parte, Marisol Montecinos cree que no es viable el retorno para las personas que no viven en Concepción, considerando los elevados precios en arriendos y los riesgos que se pueden correr al integrarse a una pensión con personas que uno no conoce. También, añade que las universidades no son claras respecto a la importancia de ciertas clases presenciales. “Hay carreras que sí tienen laboratorios presenciales; pero otras aún teniendo la necesidad, no las imparten así. Siento que es injusto y decepcionante que tu carrera sea online cuando podrías tener algunas clases presenciales”, señaló la futura terapeuta ocupacional.

Finalmente, producto del carácter esencialmente práctico de su labor, para Valentina Ceballos es fundamental haber regresado y retomar sus actividades dentro del laboratorio dental. En ese aspecto, resalta que “este retorno era voluntario y gradual pero ahora ya todos regresaron porque la verdad es que la práctica es lo más importante para nosotros como formación para ser odontólogos y odontólogas, entonces yo encuentro que valió totalmente la pena volver. Además, en la facultad ha funcionado todo muy bien. Los protocolos son bastante estrictos, pero se desarrolla con normalidad”, sentenció la oriunda de Villarrica.

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