Diagnóstico TikTok: una nueva alerta para psicólogos y creadores de contenido

Toda acción tiene su repercusión. Ahora, en el apogeo de la era digital, se hace más necesario que nunca cuestionar nuestro consumo. 

Que Chile tiene una deuda con la salud mental no es novedad. Que las redes sociales son un arma de doble filo tampoco lo es. Pero que algo no sea reciente no significa restarle importancia, sobre todo cuando se suman preocupaciones a lo ya conocido. 

Durante las últimas semanas, varios psicólogos han estado ocupados en el intento de visibilizar un preocupante fenómeno que afecta directamente a jóvenes: el diagnóstico TikTok. Si el nombre resulta ingenuo, la verdad es que su significado no lo es, y podría estar dañando a más personas de lo que se cree. 

Fue la psicóloga Bree-Ann Slay quien encendió las alarmas entre la población, específicamente, a padres y todo aquel que estudie temas relacionados con la salud mental. En un artículo para el medio Psychology Today, la especialista analiza las repercusiones de subir contenido educativo sobre trastornos mentales a redes sociales, y cómo esto estaría alterando la autopercepción de adolescentes que se sienten identificados con lo que leen, al grado de creer padecer tales síntomas sin haber sido previamente diagnosticados por un profesional. 

Para ella, el problema no está en la acción de generar este tipo de material, ya que es necesario seguir creando conciencia y erradicar la estigmatización, sino más bien el impacto que causa un autodiagnóstico en una mente tan vulnerable y perceptible como la de un adolescente. “Las personas leen los síntomas en línea o escuchan a alguien hablar de su experiencia y se sienten tan conectados con ellos que ahora creen que deben tener el mismo diagnóstico. Ahora, por supuesto, muchas personas han descubierto que están experimentando trastornos como ansiedad, depresión y TDAH. Sin embargo, una comunidad de jóvenes ha comenzado a tomar estos síntomas como propios y proclamar tener muchos diagnósticos serios”, afirma.

Por primera vez en la historia de este país, muchos jóvenes se vieron obligados a vivir su búsqueda de identidad en cuatro paredes, vigilados por un virus, cuya única pizca de socialización la obtenían a través de un celular. Esta hiperconectividad, propia de la Generación Z, puede ser explicada por el sentido de pertenencia que se vive al habitar espacios digitales en donde logran conectar con quienes piensan como ellos. Pero, como todo tiene su lado B, este fenómeno se encuentra en la otra cara de la moneda. 

Para que una persona sea diagnosticada con algún trastorno mental es necesario que acuda a un especialista, en donde, basados en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales poseen la facultad para comenzar un tratamiento con el paciente y lograr entregarle una mejor calidad de vida, que es lo que resulta fragmentada en este nuevo conflicto.

De acuerdo a una entrevista hecha a la psiquiatra Katerina Sommer para La Tercera, durante el confinamiento aumentaron los casos de trastorno de conducta alimentaria debido a la constante comparación con otros cuerpos en redes sociales. Fotografía: Freepik.

Daño a la identidad

Pablo Rivera tiene 25 años, vive solo y desde el 2019 no ocupa Instagram; solamente tiene Facebook por motivos de trabajo. Siempre se ha sentido incómodo con las redes y la presión que hay detrás de ellas por insistir en construir una imagen. “Todo eso me enferma y siento que el resto no lo cuestiona como debería. Lo que ocurre con estas aplicaciones es que hay mucha manipulación de por medio, y nosotros, claramente, estamos siendo manipulados por alguien que indicó que necesitamos una biografía, los me gusta y más gente a las que seguir. No sé cómo no quieren que tengamos crisis existenciales si estamos todo el día hipnotizados por imágenes con colores y formas atractivas, pero todo, realmente, es falso. Es un Show de Truman demasiado real”. 

A estas palabras se suman las de Génesis, quien está diagnosticada con trastorno ansioso generalizado, pero no ha abandonado las redes sociales como Pablo. “Debido a como soy, me hacía peor sentir que no puedo o no tengo control sobre mis actos y mi tiempo, que es lo que más consumen estas aplicaciones. Varias veces desactivé mi cuenta y sentía que estaba mejor, pero en realidad me percibía más desconectada, así que regresaba. Además, por temas de trabajo siempre voy a tener que estar actualizada de cómo funcionan estas herramientas, y aunque me molestó un tiempo, decidí que puedo intentar separarlas de mi vida personal. Creo que lo importante es estar consciente de nuestros hábitos y establecernos límites a nosotros mismos”.

Ambos testimonios dan fe de cuán invasiva es esta hiperconectividad para la construcción de identidad y estabilidad emocional. Quizás, estos espacios no son para todos, y si bien estos adultos lograron reconocer la manera en la que se relacionan con las redes, ¿ocurre lo mismo en las mentes tan permeables de los adolescentes? 

Voces involucradas

Ruth Fernández es psicóloga y administradora de una cuenta de contenido sobre salud mental. Al ser consultada por este tema, la profesional indica que la evidencia científica es clara: las redes sociales generan un impacto en las personas, en sus comportamientos, pensamientos y emociones, pero el real problema que enfrenta la sociedad es que se le está restando el peso a esta realidad virtual, solo porque no es física o tangible.

Según cifras de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y del Adolescente, más del 90 % de los adolescentes usan redes sociales y un 75 % mantiene un perfil activo en estas plataformas. Fotografía: El País.

“La mayoría de nuestros procesos psicológicos son impalpables, pero todos sabemos que existen y son un motor en nuestras vidas. Es por eso que, en estos espacios virtuales, donde tenemos una cantidad enorme de acceso a la información y a interactuar con otros, los fenómenos culturales y sociales que se dan son importantes. Puede ser que no podamos abrazarnos u olernos, pero sí podemos comunicarnos, vernos e interactuar. Esto permite que fenómenos de nuestro diario vivir ocurran dentro de un aparato tecnológico”, declara. 

Ruth está consciente de la sobreexposición a la que se encuentran las personas y que, si bien nadie puede controlar lo que el resto de usuarios suben a estos espacios, es importante entender que el papel de la educación y la prevención son la clave para enfrentar estas problemáticas. 

¿Qué se puede hacer?

Abrir espacios de conversación y confianza entre padres e hijos es una buena manera de evitar que caigan en percepciones erróneas sobre ellos mismos. Fotografía: Pinterest. 

Como especialista en entregar tratamientos a jóvenes que llegan a su consulta, Fernández es terminante en recomendar una comunicación parental clara y sin juicios de por medio, todo con tal de crear un hábitat sano para que los adolescentes logren expresar sus sentimientos y obtengan la ayuda adecuada. 

“Si por un lado tenemos mil dosis diarias de información estigmatizante, violencia y diagnósticos por montón, y por el otro cero acceso a herramientas e información para discriminar este material, probablemente caeremos en una rueda sin fin de desinformación que le hará pésimo a nuestra salud mental. Hay que entender que lo virtual es una realidad para nuestras vidas, pero que existen fallas y riesgos como en cualquier espacio que habitamos. Siempre es importante consultar a un profesional en el área y no caer en estos círculos de confusión y falsedades”, concluye. 

Además, tal como concluye Slay en su estudio, “los adolescentes pueden ser socialmente raros, olvidadizos o «raros», y eso está bien. No tiene por qué significar que algo está «mal» contigo”. 

No es fácil crecer en un país donde se cree que la salud psicológica es tema para débiles o que expresar las emociones son síntomas de querer llamar la atención. Puede resultar frustrante que estas acciones con buena intención terminen siendo contraproducentes, pero es una nueva oportunidad para continuar en este camino de aprendizaje consigo mismo y con el resto. 

La familia es el sustento principal y su apoyo debería ser para toda la vida, es por eso que crear un ambiente cómodo, en donde todas las partes se sientan comprendidas y validadas, es clave para enfrentar estas nuevas preocupaciones. 

Nicole Reyes Cares
Estudiante de último año de periodismo UdeC.
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