Pruebas de personalidad: ¿Qué tan legítimo es el test de Pooh?

Winnie the Pooh es un tierno oso amarillo creado por el escritor A. A. Milne. Detrás de su irrefrenable pasión por la miel, se esconde un Trastorno de Déficit de Atención, o así se señala en el famoso test de Pooh. La encuesta está causando furor en redes sociales, pero no por lo adorable de los personajes, sino por las posibles patologías que estos poseen y con las que los usuarios de Internet se pueden diagnosticar con 33 simples preguntas. ¿Es esto un atentado a la salud mental?

Por Patricia Castillo y Valeska Plaza

‘‘Fácil, rápido y divertido’’, así se puede catalogar a las múltiples pruebas de personalidad albergadas en línea, ya sea Buzzfeed, uQuiz o IDRLabs. ‘‘¿Usan mis datos personales? Da lo mismo, con el rut ya somos rastreables’’, ‘‘¿no son realizados por un experto? Filo, si no es en serio’’, esto podemos pensar al cliquear en uno y otro test, pero aquí es donde nos equivocamos. A pesar de las intenciones de quien lo publique, no todas las pruebas entregan un resultado inocente, y el último de moda te empareja con una patología psiquiátrica en 33 preguntas.

Existen varios factores de riesgo al completar un cuestionario. Uno de ellos es la recolección de datos, pero lo que antes eran formas deliberadas de conseguir información personal, como el correo electrónico y ubicación, ahora es más sutil. El conocer a la persona -sus aficiones, rutinas y preferencias de contenido- permite que este contenido sea más rentable. Para esto, las páginas proponen un amplio catálogo de evaluaciones envasadas en conceptos atractivos e interesantes: el test de Pooh, el de psicopatía o la tríada oscura, entre muchos otros. Pero quizás su característica más peligrosa es el efecto que puede tener sobre la percepción de la salud mental.

En la cultura de tendencias de internet se expresa a través de quizzes, pero la tipología o el estudio de tipos de personalidad, ciencia en la que se basa el sitio IDRLabs, no es un fenómeno nuevo. Una de sus versiones más populares y lucrativas es el Myers-Briggs Type Indicator (MBTI), elaborado a la mitad del siglo XX e inspirado en la teoría de sectores psicológicos realizada por el psiquiatra Carl Jung. En Japón y Corea del Sur aún es común determinar el carácter y compatibilidad según el grupo de sangre O, A, B y AB. Incluso en la antigüedad se establecía la naturaleza humana bajo los cuatro temperamentos de Hipócrates -sanguíneo, colérico, melancólico y flemático- y la frenología, una pseudociencia ahora inválida, aceptada para definir el carácter y las tendencias criminales según la forma del cráneo.

La patología en el Bosque de los Cien Acres

Se trata de 33 preguntas que se deben contestar de acuerdo con una escala. El usuario califica si está muy de acuerdo o en total desacuerdo con varias afirmaciones. “En mi mente, estoy seguro de que hablan de mí a mis espaldas, criticando cada pequeña cosa que dije o hice”, es una de las frases a calificar en este test.

Al finalizar se muestra un heptaedro con porcentajes en donde se empareja al usuario con un personaje del clásico infantil y la condición que representa cada uno. Según este, Pooh representa el Trastorno de Déficit Atencional, siendo Tigger su versión con hiperactividad y el resto de los habitantes del bosque simbolizan la depresión, la esquizofrenia, la ansiedad, el Trastorno Obsesivo Compulsivo y el Trastorno del Espectro Autista. La prueba es atractiva por las figuras emblemáticas que incluye y el estudio en la que se basa ofrece un nuevo punto de vista sobre los dibujos animados.

Además de porcentajes, el cuestionario incluye una breve y general descripción de la patología predominante. Foto: Yandex.

Esta prueba se basa en el artículo Pathology in the Hundred Acre Wood: a neurodevelopmental perspective on A.A. Milne el cual fue publicado el año 2000 por los autores Sarah E. Shea y Kevin Gordon, junto a otros colaboradores. Con este se buscaba demostrar a la comunidad médica que el relato poseía un lado oscuro, donde los protagonistas padecían nosologías no diagnosticadas ni tratadas. Los autores no indican que el texto fue construido para otros fines además de académicos, pero alrededor del 2019 este fue utilizado por el sitio IDRLabs. La página impulsa a los cibernautas a tomar el test por diversos motivos: es gratuito, único, crea estadísticas para otros estudios y es preparado por profesionales de la tipología. Sus resultados arrojan el ‘’porcentaje de patología’’ que cada usuario presenta.

Al hacerse viral en redes sociales, especialmente en Instagram a través de la función Ahora Tú, el cuestionario ganó atención y escepticismo por parte de los internautas. En medio de una pandemia que exacerbó el malestar emocional de las personas y que agudizó la crisis de salud mental en todo el mundo, su liviandad para usar condiciones y trastornos psiquiátricos con fines de entretenimiento es, por lo bajo, de mal gusto. 

De partida, para identificar la patología que está afectando la personalidad o el comportamiento de una persona se utilizan múltiples instrumentos de diagnóstico. ‘‘Para llevar a cabo un diagnóstico se requiere de tiempo, ya que un profesional no lo va a realizar en la primera sesión. Es primordial conocer el contexto biopsicosocial del consultante y la incidencia del malestar en su vida cotidiana’’, señala Daniela Cañete, titulada de psicología de la Universidad de Chile con experiencia en niños y adolescentes.

La psicóloga Carla Olate relata que, ante la popularidad del test de Pooh, sus pacientes se acercan para consultar su validez, algo en lo que ella es enfática: ‘‘No hay ninguna prueba psicológica que sea concluyente por sí sola’’, siempre será necesaria una indagación profunda y diligente del experto a cargo. Sin embargo, cree en la capacidad de reflexión que provocan estas pruebas en línea ‘‘debemos recibirlas con cautela y no invalidar lo que siente una persona al momento de realizarlas, porque sí las hace y está de acuerdo, a lo mejor hay una inquietud de por medio’’ y esa desazón es suficiente para ser estudiada. 

Nieves Schade, Doctora en Ciencias sociales y humanas y profesora asociada del Departamento de Psicología de la Universidad de Concepción, es más tajante, señalando que ‘‘no son indicadores de nada. Las personas buscan información acerca de sí mismas y de superación, por lo mismo compran libros de autoayuda’’.

Entonces, parece ser que este dudoso método puede ganar cierto valor en la necesidad humana de observación propia. Al fin y al cabo, el acceso a profesionales de la salud mental aún es difícil, ya sea por su costo o por los incesantes estigmas que se ciernen sobre las patologías psiquiátricas y quienes las padecen. Pero este mérito reluce otra falla del test de Pooh: su elaboración y exhibición continúa alimentando los estigmas de las condiciones que presenta y puede poner en peligro la salud de quienes los utilizan.

Una herramienta para la estigmatización de la salud mental

‘‘Mis trastornos no son un juego. Desde los 12 años esperé un diagnóstico, recién a los 23 lo obtuve. Tu juego no me representa, me violenta’’ escribió en Instagram María Jesús Donoso, una de las voces que se alzó en contra de la evaluación de Pooh, la activista por la salud mental expresó frustración y rabia hacia este sistema de pruebas en línea. ‘‘Por culpa de estos test se minimizan las condiciones mentales y se refuerza el estigma en ellas. Las personas con trastornos desarrollamos miedo, culpa y aislamiento social debido a esto’’, indicó Donoso, quien está diagnosticada con Trastorno de Personalidad Limítrofe.

El sociólogo Erving Goffman indica que los estigmas transforman la percepción de personas completas en ciudadanos de segunda mano. Foto: My Mental Health.

Pero ¿por qué son estigmatizantes? La psicóloga Daniela Cañete señala que los resultados reducen la profundidad de las patologías, ‘‘las conductas están estereotipadas y apuntan en su mayoría a sólo un rasgo de la personalidad’’. Por otro lado, Carla Olate indica que los resultados presentados se basan en concepciones erróneas, ‘‘una de las opciones es tener trastorno del espectro autista, y eso no es una patología, no es una enfermedad. El TEA es una condición del neurodesarrollo’’ propiciando la desinformación y los prejuicios ‘‘se enfocan en lo malo, en la desadaptación que puede causar, pero en estas características también hay virtudes’’. 

La desinformación es peligrosa para quienes toman la prueba de Pooh y tienen inquietudes que quieren validar. Hay una tendencia a patologizar los malestares emocionales, sin considerar que estos pueden tener un origen social, familiar, académico, laboral, entre otros. ‘‘He presenciado la liviandad con la que las personas se diagnostican a sí mismos’’, expresa Catalina Pacheco, diagnosticada con Trastorno Obsesivo Compulsivo, el cual está mencionado en los resultados, quien realizó el test por curiosidad ‘‘muchos se conforman con la idea de sufrir una condición, pero no buscan ayuda’’. 

Para Olate el acompañamiento profesional es clave para sobrellevar la inestabilidad en cualquier etapa de la vida, ya sea que exista una patología o no. Señala que ‘‘hay un estigma en asociar la atención en salud mental a una idea determinante sobre nuestras facultades mentales’’ y uno de los pasos para derribar la discriminación es dejar de reproducir y viralizar estas pruebas de personalidad.

María Jesús Donoso, estudiante de psicología, usa su plataforma de Instagram para educar, informar y desmitificar la salud mental. Su publicación del test de Pooh le ganó mucho odio como mucho apoyo, ‘‘algunos me escribían exagerada o que estaba loca por criticar algo así. Otros me escribían para agradecerme por visibilizar eso que a ellos les había afectado y generado un dolor tremendo’’. 

¿Por qué nos gustan los test de personalidad? 

Según Robert Simmermon, psicólogo especializado en medios, los cuestionarios ‘‘son divertidos, pero también abordan la posibilidad de desenvolver nuestras propias historias, obtienen un sentido de psicología narrativa’’, conforme a la entrevista con el medio y blog estadounidense HuffPost, ‘‘refuerzan nuestra identidad, ya sea que tengan legitimidad o no. Sabemos que no es literal, pero podemos esperar que sea real’’.

La psicología narrativa es una rama de la ciencia social que investiga cómo la experiencia humana está envuelta en historias contenidas en múltiples plataformas. A través de estos relatos las personas se interpretan a sí mismas y al mundo, dando significado a los eventos de su cotidianidad y los que salen de esta. Organizarlos en relatos da la sensación de protagonismo, de ser los héroes de nuestra biografía.

En el libro The Cult of Personality Testing, Annie Murphy Paul describe la industria detrás de los cuestionarios de personalidad y cómo limitan nuestra percepción. Foto: Jeanie Phan para NPR.

Los resultados que entregan las pruebas de personalidad, como el test de Pooh, forman parte de esos relatos identitarios y demuestran que el poder de la narrativa no siempre es positivo. La Asociación Estadounidense de Psicología (APA) indica ‘‘No solo contamos historias, estas también nos cuentan. Le dan forma a nuestros pensamientos y memorias e incluso afectan cómo vivimos’’. Por lo tanto, sostener declaraciones como las que ofrece IDRLabs, donde se reducen trastornos de la personalidad y condiciones del neurodesarrollo a un cuestionario de entretenimiento, definitivamente puede ser perjudicial para la salud mental de la población. 

Descubrir qué postre te representa o que auto, planta o bebida eres según tu signo puede resultar divertido e inocente pero la prueba de Pooh traspasa los límites e influye en lo más delicado de una persona: su salud mental. El llamado de los profesionales es siempre a buscar ayuda, acudir a un especialista y no confiar en los resultados preliminares de un cuestionario, porque, antes de ser considerados datos para recolectar, somos personas con sentimientos, traumas, vivencias y con toda una historia que contar, que merecemos respeto.

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