El verano: un periodo sensible para las inseguridades sobre la imagen corporal

El inicio del verano trae consigo el aumento de las temperaturas, el uso de ropas más ligeras y también pieles más expuestas a los rayos solares, ya sea para conseguir un bronceado de lujo o como una mejor forma de sobrellevar el calor. Sin duda, para algunas personas se trata de una época alegre y vacacional, pero para aquellas que no se sienten del todo seguras con su cuerpo, la llegada de esta temporada podría ser sinónimo de preocupación.

Por Patricia Olave y Alejandra Herrera.

La búsqueda de una silueta ideal motiva las consultas de atención nutricional, las cuales tienden a aumentar a partir de agosto o septiembre. Detrás de ellas, se abre la posibilidad de conductas alimentarias inadecuadas con la finalidad de bajar peso. Así lo describe Camila Hagedorn-Lagos, nutricionista especializada en trastornos de conducta alimentaria. 

Una inconformidad de las personas con sus cuerpos que suele acentuarse en esta época, pero no por ello es inexistente durante el resto del año. La séptima encuesta realizada en 2019 por La Rebelión del Cuerpo da cuenta de un panorama desolador: el 89 % de las más de tres mil participantes declararon que su silueta no correspondía con aquella que desearían tener, sumado a que el 80 % de esos casos desearía tener un cuerpo más delgado.

Esta búsqueda por cumplir con un ideal estético, en una cultura que dignifica la delgadez, muchas veces deriva en trastornos de la conducta alimentaria, también conocidos como TCA por sus siglas. Se trata de patologías cuya gravedad es tal, que pueden desencadenar enfermedades físicas importantes y poner en riesgo la vida de quien las padece.

En efecto, las dietas restrictivas provocan una pérdida de masa muscular que disminuye la capacidad de quemar energía, enlenteciendo el metabolismo y reduciendo proteínas cardíacas y de otros órganos. Un efecto mariposa con grandes riesgos asociados a largo plazo. Así lo explica la nutricionista especializada en TCA y docente de la Universidad del Desarrollo, Camila Lazo Donoso.

En Chile, cerca de un millón de personas sufren algún desorden de la conducta alimentaria a lo largo de su vida. Se trata de cerca de un 6% de la población y, generalmente, comienza a ser afectada entre los 18 y 21 años. 
Fotografía por iStock.

“El intestino se paraliza, el estómago se contrae, no transita la comida del estómago al intestino, la función renal empieza a fallar, el hígado comienza a llenarse de grasa producto del estrés, el páncreas empieza a autodegradarse porque no genera una adecuada liberación de enzimas, y así sucesivamente. Al final, generas un desbalance multiorgánico cuando inicias este proceso de restricción”, describe.

Además, este déficit de nutrientes –en especial de carbohidratos– genera una neuroadaptación que promueve el círculo vicioso de posibles trastornos de conducta alimentaria. Pues, ante un pensamiento obsesivo en torno a la delgadez, el cerebro no tiene la suficiente energía para discriminar lo bueno y lo malo. Sin mencionar las patologías de salud mental asociadas, como la depresión o la ansiedad.

Los primeros indicios de este tipo de inseguridades son observables desde la infancia: el 50 % de las niñas de ocho a diez años manifiesta insatisfacción con su imagen corporal, pudiendo aumentar a un 80 % durante la adolescencia. Es en este contexto donde el refuerzo social se convierte en un factor de riesgo importante para el desarrollo de dietas restrictivas, sobre todo si son las propias familias quienes promueven esta relación perjudicial con el cuerpo en base a ciertos cánones de belleza.

En efecto, la psicóloga y directora de Body Positive Chile, Ana María Gallardo, enfatiza que la discriminación en relación con el peso desde la infancia influye negativamente en las creencias en torno a su potencial y también se verían perjudicados en ámbitos como la salud y la educación. “Existen estudios que señalan que los profesores ven que los niños con mayor peso tienen mayor dificultad académica, y otros que hablan de discriminación dentro de los propios equipos de salud a personas con sobrepeso u obesidad. Entonces, esto es un problema que se relaciona con la autoestima y conductas alimentarias. Pero, además, porque las personas con cuerpos grandes se ven estigmatizados a lo largo de toda la vida”, describe.

El impacto de las plataformas digitales

Existe una diversidad de factores que intervienen en la percepción de la imagen corporal y la estereotipación. Desde tiempos remotos se ha observado en la sociedad una especie de obsesión con la apariencia física que, en muchos casos, es alimentada por las presiones sociales del momento. Ello deriva de una construcción cultural del cuerpo «ideal», que va mutando con el pasar de los años. Así, no se trata de un fenómeno que se produzca gracias a las redes sociales y a la vida digital, sino que, más bien, se ve potenciado por ellas. 

“Lo que hay que entender es que la sociedad, desde sus orígenes, contempló la belleza y la entendió de distintas maneras”. Así lo explica Patrick Fisk, perito psicólogo y miembro de la Red de Derivación de la Fundación Katy Summer. Y es que, con el tiempo, se empezaron a cultivar diferentes estándares de belleza que se asentaron en la estética cultural. Con el boom de la liberación sexual en los años ochenta inició el culto al cuerpo 90-60-90 y a la extrema delgadez, la cual generó estragos en la moda en Europa y Estados Unidos. 

El estudio “Social Media Fails Women” estableció que Instagram es una de las redes sociales más hostiles.
 Fotografía por Dado Ruvic, Reuters.

De esta forma, la idolatría a dichos cánones no tiene que ver sólo con el fenómeno del internet y el mundo digital, sino que posee una arista histórica. El psicólogo explica que “la diferencia radica en que las redes sociales permitieron masificar esto, donde ahora cualquier persona desde cualquier lugar del mundo, utilizando dispositivos móviles o computadores, puede opinar sobre los cuerpos”.

Dicho esto, resulta relevante comprender la forma en que el tejido social ha ido cambiando su comportamiento y las formas de relacionarse con la llegada del mundo digital. Así, en relación a la construcción corporal, el boom de la nutrición, unido a la proliferación de mensajes a través de las plataformas, el uso de filtros y retoques para reducir centímetros en la silueta, además de la infaltable presión sobre el físico, ha ido desencadenando un incremento en las conductas de riesgo, específicamente en los TCA. 

En Chile, expertos señalan que se han elevado en un 30 % las consultas asociadas a desórdenes alimentarios en adolescentes chilenos durante la pandemia. Bajo este contexto, las redes sociales terminan por contribuir a la insatisfacción corporal, transformándose en un espacio de comparación y expectativas inalcanzables para los usuarios con menos autoestima.

Sobre algunas de las consecuencias más graves que pueden ocasionar las plataformas en relación a la autopercepción del cuerpo, la directora de Body Positive Chile comenta que cada día es más común que las personas desarrollen un trastorno dismórfico corporal. En esta afección de salud mental, las personas se obsesionan con defectos imaginarios en su apariencia y llegan incluso a solicitar procedimientos quirúrgicos que se asemejen a la imagen digital que suelen tener por medio de filtros en las redes.

Así, asegura que “gracias a las redes sociales hoy existe un fenómeno denominado filter dysmorphia, que se produce porque las personas están tan acostumbradas a ponerse filtros en las fotos, que después les da terror mostrarse al natural o aceptar su propia imagen corporal o facial”. 

Por su parte, el sociólogo Sebastián Escobar, especialista en cultura digital y redes sociales,  analiza la discusión que se da en torno a lo invasivas que pueden llegar a ser estas plataformas en temáticas tan delicadas como la de construcción de estereotipos. Sobre esto, sentencia que “toda tecnología o transformación digital de una u otra manera son espacios en disputa: los usuarios cuando se encuentran y se enfrentan a ella, pueden utilizarla de forma correcta o incorrecta. Siempre existirán estas reapropiaciones y, por lo tanto, el espacio tecnológico va a estar siempre tratando de disputarse con algunas otras intenciones que no son para las que fueron diseñadas”.

La necesidad de un cambio cultural

De esta manera, las plataformas digitales se han convertido en un nuevo territorio de conquista para movimientos que resignifiquen la relación con la imagen corporal y que derrumben el ideal inalcanzable de belleza, como lo son el body positive o el body neutral. Lo anterior, debido a que los estereotipos han contribuido a una mayor prevalencia de trastornos de conducta alimentaria en el género femenino. Aunque la detección de casos en hombres también sería explicada por la estigmatización de los TCA como “una enfermedad de mujeres” y la amenaza que significaría el diagnóstico en la identidad masculina .

Al menos uno de cada diez hombres ha padecido un TCA, pero el tabú social dificulta su diagnóstico. La nutricionista, Camilo Lazo, asevera que la proporción debe ser mayor. Fotografía por el Instituto CENTTA.

Para Patrick Fisk, regular el uso y la influencia de las herramientas digitales –entendiendo estas como una proyección de lo offline– a través de la educación resulta fundamental para generar los cambios culturales necesarios en relación a la percepción corporal, junto con el trabajo en el autoconcepto. “Es necesario, hoy en día, que las personas se conozcan en todos tus planos: emocional, físico, conceptual, social y afectivo, en los que tienen roles. Entonces, cuando una persona desde pequeña practica el reconocerse en todos sus aspectos, la aceptación del físico termina siendo una resultante”, afirma.  

De esa forma, la desnegativización del cuerpo y la alimentación también son parte del cambio de paradigma necesario dentro una sociedad que enaltece cierto ideal de belleza. Comprender la existencia de una diversidad de cuerpos y mejorar la forma en que las personas se relacionan con aquello que es un sustento para vivir, son los primeros pasos para el reconocimiento y la aceptación, asegura Camila Lazo. En esa línea, las redes sociales se alzan como una potencial herramienta para combatir la hostilidad dentro de este espacio y resignificar los estereotipos que hoy pesan en la imagen corporal.

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