Vivir pisando el acelerador

Nos encontramos inmersos en una cultura basada en la inmediatez, donde todo es ahora y no hay espacio para darle tiempo al tiempo.

Lo único que siempre vamos a perder es el tiempo. Esperar y ser paciente ya no coincide con el estilo de vida tan apresurado que tenemos, al punto que incluso nos desespera cuando las cosas no suceden de inmediato. Situaciones como aguardar una semana por el siguiente capítulo de una serie, unos minutos por la locomoción o unos segundos por una respuesta nos genera inquietud de solo pensarlo.

El tiempo ya no es algo preciado, como lo era antes, sino que se convirtió en una necesidad de la creemos carecer. Requerimos de más horas al día porque todo precisa de más espacio temporal del que queremos ofrecer. Ahora que los procesos se realizan en segundos, suponemos que es algo aplicable a cada ámbito de nuestras vidas, haciendo que, por ejemplo, el concepto de “a largo plazo” sea sinónimo de incompetencia.

Todo esto es una consecuencia, principalmente, de los avances tecnológicos que volvieron realidad la inmediatez. Pese a que llegaron para revolucionar y hacernos la vida más fácil, no analizamos que nos podría dañar nuestra salud mental y, en este caso, la perspectiva del tiempo. Definitivamente, una relación costo-beneficio con la que hemos tenido poco cuidado en más de un aspecto.

Estar sumidos en la tecnología y su cultura de la inmediatez han afectado nuestra perspectiva del tiempo. Foto de Kevin Ku en Unsplash.

Justamente, un claro ejemplo de la gran influencia que ha tenido la tecnología en nosotros y la forma en la que percibimos la duración de las cosas es el éxito de TikTok. Desde que se lanzó en el 2016, la red social no ha dejado de crecer, volviéndose una de las aplicaciones más usadas actualmente. Si bien la creación de una plataforma enfocada en videos cortos no es una idea nueva, innovar en el microentretenimiento, a través de la premisa de “más contenido en menor tiempo”, sí lo es.

Es entonces que desarrollamos una cultura de la inmediatez y una sociedad cortoplacista que nos hace impacientes a perder tiempo y poco tolerantes a la frustración, donde no hay cabida para la espera ni la permanencia. Avanzamos tan rápido que en períodos cortos volvemos obsoletas no solo las cosas a nuestro alrededor, sino también a las personas y nuestros propios sentimientos, permitiendo que invalidemos los procesos de sanación personal.

Un círculo vicioso difícil de romper, donde su solución más próxima es relajarnos y disfrutar del tiempo que perdemos.

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