Habitar la diversidad 

Para ser una sociedad que se constituye en base a la diversidad, curioso resulta que el espacio para los seres divergentes esté hecho a medida de la heterogeneidad.

Ya sea por orientación sexual, género, raza o credo. Por ser una persona cuya estructura neurológica es atípica o por poseer una talla grande. Gustos, trabajos, estilos de vida o un largo etcétera. Siempre va a haber una etiqueta, una mirada crítica que deja entrever un sesgo.

Lastimosamente, para ser un mundo que se formó al son del encuentro entre identidades, culturas e imaginarios profundamente ricos y diversos, el valor de la tolerancia y respeto ha perdido apreciación, como una triste constante a lo largo del tiempo.

Ahora, si bien es cierto que se podría considerar un avance la progresiva aceptación de estos núcleos, que interactúan y habitan desde su diversidad, también es verdad que este no fue un proceso fácil. 

Esto porque, bajo una mirada brutalmente honesta, es necesario reconocer que el tejido social no siempre se ha llevado bien con aquello que escapa a la razón y el orden. Más bien, tiende a la homogeneidad. Lo que no es común o considerado “normal” es rechazado o censurado, por decirlo menos. Sencillamente no se acepta; cuesta trabajo hacerlo.

  Por tanto, se constituye el gran desafío de integrar plenamente a la diversidad como un actor fundamental en la sociedad y no sólo como una minoría sin opinión propia ni relevancia. Sin embargo, para alcanzar este objetivo es menester salir de la zona de confort, ser empático con el otro y escuchar sus historias más conmovedoras: aquellas de cómo se ha sentido discriminado por ser indígena, extranjero, mujer o LGBTIQ+, las de cómo cambiarían al mundo si tuvieran el poder de hacerlo; qué harían distinto. 

Avanzar en la inclusión de la diversidad es un gran desafío, que involucra salir de la zona de confort y ser empático con el otro.
GETTY IMAGES.

Porque, independiente del cómo, interactuar desde la perspectiva única que la diversidad otorga es enfrentarse a un mundo en el que puedes ser cuestionado o invalidado, pero que a su vez es el único en el que eventualmente se podrá ejercer de forma plena el derecho de nacimiento a ser feliz. 

Al mismo tiempo, reflexionar sobre cómo podemos legar un mundo más equitativo y justo y, por consiguiente, sobre cómo intercede la mirada tradicional sobre temas tan diversos como lo son aquellos relativos a la diversidad en lograr un clima de protección a sus derechos, es también una de las grandes preguntas que la sociedad debe plantearse en el camino hacia lograr comunidades y vínculos éticos, donde la dignidad siempre se haga presente. 

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