Convocatorias feministas: Cómo llevar el arte en la lucha

Mujeres en las calles y en redes sociales han sabido utilizar las expresiones artísticas como forma de manifestación feminista, destacando entre las personas y dándole una nueva mirada al movimiento.

Las artes visuales y musicales son un elemento importante dentro de las manifestaciones feministas, donde ciertos grupos resaltan y hacen de las marchas instancias para demostrar mediante el talento grupal las distintas formas en las que, tanto mujeres como niñas pueden expresar sus pensamientos y opiniones.

A lo largo del año, hay días específicos en donde las calles dejan de ser exclusivamente para ser transitadas, y se transforman en el escenario principal para que las mujeres griten las consignas que las aquejan; acompañadas de carteles, la fraternidad de otras compañeras y un elemento clave que sin importar la temática de la manifestación, está siempre presente: las artes.

Mujeres con cuerpos pintados, agrupaciones de baile y cantantes, forman una fracción de la variedad de artistas que se hacen presente constantemente en manifestaciones feministas, para aportar con ritmos y colores las caminatas de cientos de mujeres, sirviendo incluso como puntos de encuentro entre el mar de personas. 

Fuego y cuerpos pintados

Parte de tener grupos artísticos, implica tanto el acercamiento de la cultura a las personas, como a la formación de rituales o especies de ‘itinerarios’ dentro de las concentraciones masivas. Un claro ejemplo de esto es cuando Nicole Esparza junto a su colectivo de mujeres Cuerpas Subversivas, dan comienzo a la caminata, siendo ellas las primeras en pisar la huella de los autos, interrumpir el tránsito y guiar la ruta para todas las demás.

Las marchas con antorchas se han vuelto un ritual dentro del feminismo penquista, representando el calor y la capacidad de destrucción que poseen las mujeres. Fotografía: Isidora Muñoz Andrade

Esta colectiva penquista, conformada por 11 mujeres, nació ante la necesidad de dejar la idea del cuerpo femenino como territorio público, motivadas por la respuesta que da el común de la gente ante temáticas como el aborto y sexualidad. “Si las mujeres quieren abortar, es decisión de cada una, al igual que el ser madres”, aseveró.

Las motivaciones más allá de la liberación del cuerpo, es poder ocuparlo como un lienzo o arma de protesta, aportando con arte y empoderamiento a quienes estén buscando aceptarse tal cual son, además de dar una visión colectiva sobre el feminismo al movimiento más grande del último tiempo.

Música y danza desde el altiplano

Quien también se hace presente en las calles es Claudia Sepúlveda, penquista e instructora de canto que, junto a 12 mujeres forma parte de un grupo musical que mezcla las batucadas con la música andina.

Presente en cada una de las fechas que convocan los bloques feministas y con bombo en mano, Claudia canta a todo pulmón las canciones que junto a su grupo han escrito, reflejando el poder y gratitud que tiene la mujer andina de su entorno, la madre naturaleza y sus hermanas.

“Musicalizar la marcha se ha convertido indirectamente en nuestra misión. Sabemos que hay mujeres que nos han visto tantas veces, que se saben nuestras canciones, incluso nuestras coreografías”, dice riendo. Y es que efectivamente se han vuelto un ícono de las marchas penquistas, destacando por sus vestimentas típicas del norte chileno y su energía.

La agrupación cumplirá dos años desde su primera asistencia a marchas. Fotografía: Isidora Muñoz Andrade.

Por otro lado, el impacto sobre quienes juegan el rol de espectadores en este tipo de muestras también incide en la conformación del ambiente que se vive dentro de las manifestaciones, siendo ellas las que motivan a las artistas.

Catalina Cisternas, estudiante universitaria de 21 años, asiste sin falta a cada convocatoria feminista, principalmente para presenciar la diversidad de las agrupaciones y colectivas que participan en ellas.

“Me llama mucho la atención ver cómo las mujeres que luchan por una causa que generalmente se considera como política, pueden encontrar una conexión con el arte y la cultura” explica Catalina. 

Caminar y tener que darle el espacio a las agrupaciones es algo que extrañamente la enorgullece, señalando que es para ella una demostración de respeto hacia la artistas. “No es que ellas estén cortando la marcha o quieran llamar la atención, están siendo parte de un colectivo mucho más grande, están demostrando que el feminismo es mucho más que avanzar en grupo, gritando con carteles”.

Además, la estudiante comenta que este tipo de exposiciones pueden resultar ser menos crudas como otro tipo de manifestaciones que se han visto, como la intervención hecha en la plaza de Armas de Concepción en diciembre del 2020, donde se puso un par de zapatos por cada mujer víctima de femicidio durante ese año, con su respectivo nombre y fecha del crimen.

“Ver personas bailando o con cuerpos pintados acerca a otro tipo de público, mostrando otra perspectiva del movimiento”, invitando también a que las mujeres vayan con sus hijos o familiares a las marchas y puedan de a poco conocer el feminismo

Y ya sea viéndolas en la calle o redes sociales, las mujeres de Concepción saben tanto de este tipo de convocatorias como de las colectivas que están presentes, dándole un giro a la causa por la que luchan y haciendo de estas concentraciones un lugar reconfortante para quienes asisten. En estas instancias es donde se ve que, fuera del dolor y necesidad de justicia ante las que ya no están, también existe un lado que celebra ser mujer, la compañía de otras y la hermandad.

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