Junto con el retorno a nuestra vida pre pandémica, lamentablemente también vuelven los mensajes de “mándame tu ubicación”, “avísame cuando llegues” o “espérame en el paradero”, entre muchos otros, sobre todo para y por las mujeres.

Durante este año, la vuelta (al parecer definitiva) a la presencialidad ha hecho que tengamos que retomar nuestras actividades y hacer, en muchos casos, nuevas rutinas que incluyen esencialmente salir de nuestras casas: ir a la universidad, al trabajo e incluso salir con amigos se ha convertido en situaciones para atesorar, sin saber si estamos ad portas de un nuevo confinamiento.

Con todo esto, la seguridad tanto en las calles como en lugares cerrados se ha vuelto un tema de conversación relevante y constante, teniendo que «salir al mundo» en ciudades nuevas, como es el caso de mujeres que tuvieron que trasladarse por temas universitarios o laborales.

Es por esto que los llamados telefónicos para avisar si ya llegamos o si ya salimos, o compartir la ubicación a nuestros más cercanos, ha comenzado a complementarse con insumos de protección y de autodefensa que están ganando cada vez más atención, formando parte incluso de los elementos esenciales para quienes transitan trayectos largos, deben salir muy temprano o llegar muy tarde a sus hogares; aún más ahora, cuando el cambio de horario afecta la luz natural.

Así, la compra de gas pimienta, manoplas y silbatos han estado dando seguridad a quienes los poseen, evitando ser una cifra más de los delitos en la vía pública, lo que lleva a preguntarnos, ¿por qué debemos ser nosotras quienes caminamos con ojos en la espalda en las calles?

Productos de autodefensa compactos en un llavero. Fotografía: @defense4girls en Instagram.

Hoy en día, la seguridad ha encontrado una forma de ser el centro de preocupación de las mujeres, quitando también la libertad tenemos (o deberíamos tener). Ante esto, no hay planes concretos para mantener el resguardo en lugares públicos, cuestionando si realmente es una buena idea contar sólo con protocolos para víctimas, considerando que no existirían si se pudiera prevenir el delito.

Y realmente, ¿qué más podemos hacer? Por décadas hemos adaptado nuestras vidas a situaciones que calificamos como “de fuerza mayor”, pero muy pocas veces hemos podido disfrutar realmente de nuestra autonomía sin preocupaciones.

Es inconcebible que debamos vivir atemorizadas, invirtiendo más de $20.000 pesos en llaveros de defensa personal, preguntándonos si llegaremos a nuestras casas, llenándonos la cabeza de pensamientos de “¿qué debería hacer?” en una hipotética situación de peligro, sin sorprendernos por las más de 40 órdenes recibidas por la PDI para investigar posibles desapariciones por secuestros durante este año, pidiendo haber nacido hombres cada vez que sentimos miedo.

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