La naturalización de la Violencia Obstétrica en Chile

El parto es uno de los momentos más importantes para una madre que espera durante nueve meses para dar a luz, con un espacio tranquilo y de confianza acompañada de sus médicos, sin embargo, hay quienes describen su experiencia como el peor día de su vida debido a la violencia obstétrica.

Las acusaciones por acciones inadecuadas en el parto se han vuelto cada vez más comunes en el país, una encuesta realizada por el Observatorio de Violencia Obstétrica indicó que más de la mitad de las mujeres en Chile ha sufrido maniobras o procedimientos no justificados, en donde médicos pasan por encima de la voluntad de sus propios pacientes, considerándose una violación a los derechos humanos.

Existen médicos que utilizan el abuso de poder en nombre de la medicina y que no respetan los tiempos propios de la mujer, un hecho que existe hace décadas llegando a ser normalizado e invisibilizado por la sociedad. La violencia obstétrica puede partir desde malos tratos físicos, insultos, cuestionamientos, desinformación y uso de medicamentos sin la autorización de la paciente, siendo un trato deshumanizado y humillante.

La Organización Mundial de Salud recomienda un parto respetado de dos horas.
Fotografía extraída de 24 horas.

Vivir un parto traumático puede tener serias consecuencias en la salud mental de las madres como también en la lactancia y en el apego, siendo este último fundamental en la primera hora de vida, sin embargo, la mayoría de las mujeres no logran estar más de 30 minutos con sus recién nacidos, infringiendo el parto respetado. Además, las mujeres tienen el derecho a elegir su plan de parto, escoger la posición que quiera tener a su hijo y exigir si quiere estar acompañada, caso que en el país no se respeta en muchas ocasiones.

Chile tiene las tasas de cesáreas más altas del mundo con un 40 % en el sector público y un 70 % en el sector privado, produciendo una sobre intervención, impidiendo que el trabajo de parto comience de forma espontánea y adelantando los nacimientos sin una justificación médica real.

Una madre que esté en trabajo de parto debe ser partícipe de las decisiones de un momento que es suyo, se les debe entregar un trato digno, escuchando sus necesidades y dolores, evitando el exceso de medicamentos y procedimientos sin consentimiento.

La vulnerabilidad ante un proceso que es dirigido por otras personas, impidiendo la posibilidad de intervenir y la resignación de vivir el momento más significativo de sus vidas de una manera traumática, es la impotencia de muchas mujeres que se sintieron violentadas en hospitales o clínicas que son parte de un sistema que por años ha naturalizado prácticas indebidas.

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