La importancia socio-ecológica de la horticultura de Boca Sur y Pie de Monte para la metrópoli Entrelíneas por Nicolas Esteban Ponce De Leon Carrillo - 26 agosto, 20225 marzo, 20230 Desde hace 200 años las tierras de cultivo a las afueras de San Pedro de la Paz han pasado de generación en generación entre los habitantes de la zona, y han mantenido intacta sus tradiciones campesinas, pese a las dificultades que la expansión urbana ha causado entre su comunidad. Sin embargo, aún siguen siendo una gran alternativa alimenticia para los penquistas. Miles de personas transitan a diario por entre la selva de concreto y asfalto, sin pararse a pensar que aquel puestito de verduras y hortalizas frescas de la esquina —donde él o la oficinista; el estudiante, el constructor del edificio del frente, etc.,— y que compran ahí mismo diariamente sus alimentos que llevan a sus hogares, proviene directamente del suelo de su territorio, a solo unos kilómetros rio a través, entre la urbanización. Con casi dos siglos de existencia, la comunidad de agricultores de Boca Sur ha abastecido al Gran Concepción con sus hortalizas. Se trata de familias con una tradición establecida, una labor heredada que se niegan a dejar atrás, pese a las adversidades. Y es que problemas han tenido bastante y siguen teniendo, debido al indiscreto crecimiento de la ciudad hacia sectores que históricamente han sido rurales, y que ponen en peligro la sustentabilidad de los suelos, la flora y la fauna. Un claro ejemplo de este fenómeno es el proyecto del puente industrial “Los Batros”, que pretende conectar la ciudad con el flujo maderero que proviene del sur en camiones. La frecuencia de éstos últimos es tan alta, que el mismo nuevo pasadero promete descongestionar las rutas aledañas por los que pasan actualmente; solo por la ruta 160 transitan al día casi 70.000 mil vehículos, de ellos 7.200 son camiones. El proyecto, que fue presentado el 2016 por el Ministerio de Obras Públicas (MOP), con un costo de 25.000 millones de pesos, contempla su ruta por el humedal Los Batros y por la misma comunidad de horticultores sanpedrinos. Esta “solución” para la inevitable edificación urbana no sería más que el principio de una serie de eventos irreparables en el futuro, puesto que el proyecto afecta o altera directamente los privilegiados suelos del sector —que cuentan con reservas de aguas cruciales para la buena horticultura de la zona— y, por resultado, la alimentación de miles de penquistas. Las preguntas que debemos hacernos son las siguientes: ¿es posible, dentro de una zona rural urbana como la nuestra, mostrarse de acuerdo con otras formas de economía y conveniencias de organización comunal? ¿Debe la población civil mostrarse más interesada en las actividades agrícolas de su territorio? Esto, teniendo en cuenta que, a la sazón de un gran beneficio para su autodeterminación como agricultores, representan un sustento alimenticio responsable para toda la población. En sus propias palabras A casi siete años del anuncio del proyecto del puente industrial —que ya se encuentra en construcción— los agricultores de Boca Sur aún siguen trabajando sus tierras. Eso sí, con ciertos cambios que alteraron la rutina de algunos agricultores, luego que la empresa comprara terrenos aptos para la siembra, lo que provocó una “migración casi forzosa” al ser removidos de sus parcelas originales, siendo reposicionados, más tarde, en otros sectores. Tal es el caso de Jaime Molina, horticultor de 35 años, que ahora se encuentra alejado de la comunidad de Boca Sur en Lagunillas, o Pie de Monte, como está siendo conocido por los nuevos lugareños. Según comenta el presidente de la asociación gremial de Horticultores de Boca Sur, “el alejamiento de los agricultores de la zona hacia otras comunas, como por ejemplo hacia Cabrero o Coronel, ha quitado la identidad rural-urbana que había en San Pedro de la Paz (…) así como la cercanía del centro de negocios que es la Vega Monumental”. El trabajo de la horticultura tradicional y autónoma en San Pedro de la Paz es única en el Gran Concepción. Francisco Troncoso. Créditos: Gentileza de Horticultores de Boca Sur. Aunque la mayoría desconoce el beneficio que los horticultores realizan en Concepción, las parcelas rururbanas representan el 60% de la producción de hortalizas en la Región del Biobío, la que se distribuye por el territorio a través de compradores dueños de verdulerías de barrio, ferias libres, ventas independientes y, en gran parte, por los grandes mercados de servicios varios. Si bien hay mucho desconocimiento al respecto, Gladis Moreno, locataria de un puesto de verduras que sí está bien enterada de la situación con sus proveedores, comenta que “la gente desconoce de donde provienen los alimentos que se llevan a la boca todos los días, esas verduras que papás y mamás compran para sus hijos (…) que creen que vienen de grandes empresas agrícolas, pero no, vienen de aquí mismo”. Félix García, ex presidente del gremio, cuya familia ha estado por más de cinco generaciones produciendo alimentos para la región, afirma que la importancia del cultivo interurbano tiene múltiples ventajas: “Al ser una plantación de hoja, tenemos una producción rápida, y eso permite tener cada mes alimentos frescos y abastecer a la población; y algo importante a tener en cuenta son nuestras aguas dulces de excelente calidad, lo que genera hortalizas sanas y naturales, un valor agregado”. Dentro de las variedades de la labranza se encuentran, por ejemplo, lechugas, cilantro, perejil, puerro, acelgas, espinacas, entre otras. Aun así, el panorama de los parcelarios es resbaladizo. Ya que incluso después del término de conflicto con la empresa constructora las condiciones para el buen cultivo de alimentos siguen siendo una de sus mayores preocupaciones. Durante los últimos meses, los nuevos terrenos adquiridos por los agricultores en Lagunillas han presentado fallos en sus suelos desde que se instalaron ahí. Así lo afirma el nuevo jefe gremial: “Cuando la empresa compró los terrenos estos suelos estaban secos (…) no estaban aptos para el uso inmediato. Ahora hay agua; este año hemos superado los 70cm y, lejos de ser un beneficio, nos hemos visto inundados por el rebalse porque a la tierra le falta ser acondicionada —nosotros no podemos hacer ningún tipo de intervención porque esto es un santuario de la naturaleza, y hay que pedir permiso a las autoridades y eso toma mucho tiempo—, y esto nadie lo previó cuando entregaron estas parcelas. Y todavía falta invierno”. La producción de Hortalizas llega de manera rápida y directa a los centros de ventas de toda la ciudad. Félix García. Créditos: Gentileza de Horticultores de Boca Sur y Pie de Monte. La agricultura es una cuestión de tiempo, de paciencia y sobre todo de mucho trabajo, cosa que, averiguadamente, no fue tomada en cuenta cuando se les entregaron los terrenos. Pese a esto, Molina asegura que prefieren ser optimistas y sacar lo mejor de lo que tienen en sus manos: “Aunque son tierras que se llenan de agua éstas bajan rápidamente, y nos sentimos privilegiados porque estamos en una zona muy buena, con un clima muy templado, no caen heladas tan agresivas y no es tan lluvioso como más para el sur”. En este último tiempo municipalidades, agrupaciones profesionales y universidades han estado trabajando en conjunto con los horticultores para mejorar las condiciones de vida y cultivo de estas tierras, como lo fue la firma de la Carta Agroalimentaria el pasado junio de 2022. Sustentabilidad y calidad alimenticia Sí, la conveniencia de organización comunal existe en el Gran Concepción, así como sus propias formas de determinación económica, a pesar de los altos y bajos que la modernidad —en un contexto rural urbano— les ha mostrado y, es probable, les seguirá mostrando. Sin embargo, aun urge profundizar a la siguiente interrogante: ¿Qué hace la sociedad civil para resguardar, y al mismo tiempo alentar, estas formas de vida que cada vez son más propensas a desaparecer? “Democratizar el conocimiento” o frases como “ciencia de fácil acceso” son algunas de las expresiones que Matías Reyes, presidente del Colegio de Nutricionistas filial Concepción, divulga y expone en su cuenta de Instagram, “El Pregonero”, a través de infografías y capsulas informativas con su propia imagen, la importancia de la buena nutrición, la concientización de la soberanía alimenticia de los agricultores y la ciudadanía, entre otros tópicos pocos tratados en medios de comunicación convencionales. Tanto para Matías como para el gremio, que han trabajado con los horticultores de Boca Sur desde el año 2016, tienen claro la relevancia que los cultivos interurbanos representan para la metrópoli sureña. “Hay que pensar que el mayor abastecimiento de hortalizas que tiene la región los tiene Boca Sur, lo cual es un punto importantísimo para la alimentación local; y más sustancialmente, el tipo de alimento que generan los agricultores que son libres de manipulación genética (…) no son como esas verduras que parecen plástico en los supermercados, que no tienen olor ni sabor. Tú puedes sentir ese olorcito a tomate, el verdadero sabor de un producto agrícola”, señala Reyes. A esto se le llama beneficio “socio-ecológico” que es, en simples palabras, el mutuo favor que la actividad agrícola rururbana presta a la sociedad civil, una retroalimentación en donde todos ganan sustentablemente: “Al estar insertos en un contexto interurbano, los beneficios son variados, por ejemplo, la cercanía de una comuna a otra —esto hace que no se produzcan muchas emisiones de carbono al ambiente por transporte—, ahorro de combustibles fósiles, los alimentos se producen por compostaje y se venden frescos al instante, entre otros impactos positivos”, explica El Pregonero. Francisco Troncoso, ex expresidente del filial periodo 2017-2019, espacio donde más atención recibieron los horticultores debido a que el objetivo fue la vinculación con el medio y, hondamente, la soberanía alimenticia que, según nos dice, “es el derecho a todas las comunidades de obtener sus alimentos en prácticas que estimen conveniente”. Ministerio de Obras Públicas (MOP) tomando posesión de los terrenos para la construcción del puente industrial, acompañados de fuerza policial, 2019. Créditos: fotografía recopilada de Sabes.cl. En este sentido, para Troncoso el territorio del humedal cobra vital importancia porque este mismo santuario hace que la siembra de alimentos sea más limpia y responsable; es la propia naturaleza la que alienta la sustentabilidad en los procesos agrícolas de la zona. “Hay que entender cuál es el objetivo del humedal y porqué hay que protegerlo: por ejemplo, en invierno toda esa zona se llena de agua, por lo que obliga a las personas a producir de manera responsable porque retroceden con la producción, y ya para el verano, cuando la tierra está regenerada y el agua baja, vuelven a ocupar esos terrenos”, dice Francisco. ¿Dudas? Y por si no ha quedado claro, el ex presidente ahonda que “la laguna Los Batros, la Laguna Chica y la Laguna Grande representan solamente una unidad ecológica (muy pequeño) de alto valor natural y biodiversidad y que es casi única en la Región del Biobío. Por eso, tanto el trabajo de los agricultores como el mismo terreno deben ser protegidos”. Con todas las preguntas respondidas, queda claro que, tanto la labor de los horticultores de Boca Sur y Lagunillas, así como del suelo que nutre y beneficia a miles de penquistas en su subsistencia diaria, desprovista de alteraciones químicas y con sello regional, debe y debería ser de interés público el resguardo de la soberanía alimenticia: o sea, el derecho a elegir los suministros. Ahora se espera que, aunque no sean miles, ni cientos, ni cincuenta, sino al menos una veintena de personas que, al ver, oler y posteriormente comprar un cilantro o perejil, un tomate oloroso, una lechuga verde, acelga o espinaca jugosa, ingieran con más ganas —y orgullosos ojalá— sus preparaciones.