La renuncia silenciosa y trabajar lo justo: el paradigma laboral de las nuevas generaciones

Ni horas extras, ni trabajo más de la cuenta. Es esa frase la que resume el fenómeno llamado quiet quitting o renuncia silenciosa. Aquel concepto ha ido tomando fuerza durante las últimas décadas, aunque hay quienes aseguran que se trata de una dinámica que lleva años en el mundo laboral.

A lo largo de los años, el mercado laboral ha sufrido una serie de cambios con respecto a las perspectivas y formas de desenvolverse en este tipo de ambientes.

El avance de nuevas tecnologías y los distintos contextos globales han repercutido directamente en las maneras de trabajar. El aumento de la accesibilidad a redes sociales ha sido un impulso para nuevos emprendedores y la pandemia significó un cambio en la modalidad presencial y de producción.

Asimismo, la relación entre trabajadores y empleadores también ha presentado una metamorfosis, ya que progresivamente se ha vuelto mucho más reactiva. Los empleados cada vez son más conscientes de la necesidad de establecer límites y de tener condiciones básicas para evitar situaciones abusivas o de explotación normalizadas.

Es aquí, y gracias a esta tendencia, donde nace el término del quiet quitting o renuncia silenciosa, una práctica realizada por los trabajadores en donde solo se preocupan de realizar las labores encomendadas en su contrato y durante las horas pactadas previamente. 

Si bien, por un lado, el concepto se ha popularizado, por otro, ha sido bastante criticado por el empresariado, los cuales no entienden el cambio de paradigma y cuestionan duramente a los adultos jóvenes. Entre los adjetivos que más se repiten desde la crítica es que se trata de generaciones “flojas” y que no tienen el ímpetu por el trabajo.

Todo lo contrario, a un valor que, en la época industrial como lo fue en los años setenta, ochenta y noventa, era visto como señal de estatus y esfuerzo: el ir siempre más allá por la empresa en la que estás. 

Entonces ¿en qué consiste este nuevo término y qué postula? En apreciaciones simples, se trata de una nueva forma de relacionarse con el trabajo, enfocado en poner límites y valorar los tiempos de ocio.

El valor por el tiempo y los límites: lo que trajo la pandemia 

¿Pero dónde se acentuó este fenómeno? Para nadie es sorpresa decir que el avance de la pandemia logró cambios conductuales profundos en la sociedad. Las dinámicas, las filosofías y las formas de sobreponerse al mundo, cambiaron rotundamente en algunas civilizaciones.

Según la plataforma Talana, que se dedica al estudio de recursos humanos, un 95 % de las empresas en Chile realizó teletrabajo de alguna forma, mientras que a la fecha un 72% de estas compañías aseguró que mantendrán este formato. Sin embargo, para aquellos que retornaron a la presencialidad, significó un quiebre de realidad, que para la socióloga Consuelo Herrera intensificó los cuestionamientos en torno a los modos de trabajo.

Fue lo que la profesional llama un “shock” que les hizo pensar y reflexionar: ¿cómo quiero desenvolverme laboralmente desde aquí en adelante? 

“Esto nos trajo a un punto sin retorno. Frases, antes muy comunes, como “ponte la camiseta”, ya no eran escuchadas de la misma manera. ¿Qué pasa si en eso se me va mi salud mental? La pandemia nos enseñó que la salud de mente y cuerpo es fundamental”, enfatiza.

En ese punto, la terapeuta ocupacional y trabajadora del Centro de Salud Familiar (Cesfam) de Chillán Emilia Toro, concuerda. Desde su perspectiva, sintió que, a pesar del esfuerzo físico y psicológico que hizo por acudir y trabajar en medio de la pandemia, no fue valorada como trabajadora.

Según un estudio de la Universidad de Harvard, un 30 % de los trabajadores menores de 35 años dicen sentirse desconectados de sus puestos de trabajo, porque no sienten compromiso con este. Créditos: Pexels.com.

“Tener tiempo para vivir y no que el tiempo se vaya trabajando. La pandemia me vino a enseñar aquello. El valor de mi tiempo podría ser usado en múltiples opciones y en mis prioridades estaba mi familia”, comenta la profesional. 

Para la estudiante y trabajadora freelance Thiare Tapia, el escenario fue parecido. De un momento a otro se encontró con la muerte de su madre, lo que la empujó a tomar una decisión sobre su tiempo.

“Antes, tenía un trabajo de tiempo completo que me consumía más de mis horas laborales. Dejaba de trabajar, pero seguía pensando en que había pendientes para el otro día. No sentía que me pagaran tanto para que mi vida fuera pensar en el trabajo”.

Fue así cómo decidió ser freelancer y, además, compatibilizar el trabajo de medio tiempo con los últimos momentos que tuvo con su madre:

“Sé que muchos pensamos así. Antes que el trabajo está el tiempo con tus seres queridos, haciendo lo que te gusta, entre otras cosas. Yo elegí reemplazar el trabajo y estar con mi mamá, que nunca la podría reemplazar. Entender eso me hizo ver todo más distendido”, profundiza. 

TikTok: el lugar donde dialogan las nuevas generaciones

Un punto interesante es ver cómo esta conversación se masificó gracias a las tecnologías. Los términos para ciertas formas de comportamiento, como lo es la renuncia silenciosa, han encontrado adeptos en internet.

Este término nació a partir de otro: “La Gran Dimisión”, generado para explicar la renuncia masiva de personas jóvenes en 2021 a sus puestos de trabajo. Fue en la plataforma de TikTok específicamente donde se terminó por hacer tendencia bajo el nombre de quiet quitting.

Para la psicóloga laboral Fernanda Navarrete, el término se puede explicar desde un sentido de pertenencia, lo que quiere decir que las personas ya no se sienten convocadas con su espacio laboral. 

“Además, a esto se le suma que existe un contrato que es implícito en la relación, uno más bien simbólico. El empleador espera algo de mí, pero si yo no veo la reciprocidad de valor en el trato que me da, por ejemplo, humanización o flexibilidad, no respondo más allá”, explica la experta.

En esta red social en particular, ocurrió que personas veían videos de otros contando sus experiencias y se sentían identificadas, dándole una denominación a aquel sentimiento que atravesaban.

“Yo no sabía que esto tenía un nombre, para mi fue poner mis propias condiciones. Es difícil eso sí, porque es enfrentarte a personas de tu familia que no entienden estas nuevas ideas y las cuestionan. No es que no me guste el trabajo, no me gusta la sobreexplotación”, agrega al respecto Tapia.

Ella también recuerda que la primera vez que lo escuchó fue en esta misma plataforma, un espacio que durante el confinamiento fue fuente de discusiones políticas o de encuentro.

Cuando se busca en la “lupita” de la aplicación la palabra quiet quitting, uno de los primeros resultados es el video del tiktoker estadounidense Hunter Kaimi con cerca de un millón seiscientos de me gusta. En él, sentencia: “No dejaré mi vida por un trabajo que no se preocupa de mí como persona”.

Un nuevo paradigma laboral

Para muchos empleadores, esto supone un desafío para la nueva vida laboral. En palabras de Herrera, vale la pena tomar atención a estas nuevas formas de comunicación no verbal que se producen en comportamientos repetitivos de una generación.

“Se está diciendo, implícitamente, que las reglas deben ser cambiadas y así ha sido justamente. Un ejemplo de aquello ha sido el incremento por el interés de una jornada de 40 horas laborales”, comenta.

Además, desde su perspectiva, el término “renuncia” posee una connotación negativa, cuando lo que las personas están haciendo es buscar un equilibrio entre la vida personal y la laboral: “Ahora el foco de la vida no es el trabajo”, agrega.

Todo lo anterior ha generado una puesta en marcha de nuevas dinámicas laborales. Es decir, que haya una comunicación fluida sobre lo que se espera del ambiente laboral y la retribución económica. 

En este sentido, la discusión sobre la jornada de 40 horas encuentra su concordancia en este paradigma. Según un artículo del medio CIPER, “Trabajar menos y producir más: el ejemplo nórdico” (2019), esta realidad sería posible en Chile a medida que los beneficios sociales se den con un Estado de bienestar robusto.

Los ejemplos de Dinamarca, Finlandia, Noruega o Suecia así lo dicen, países catalogados con mejor desarrollo socioeconómico y más igualitarios, conocidos por ofrecer un “piso” mínimo para que las personas puedan acceder a mejores condiciones sociales en salud, educación, prestaciones, entre otras áreas.

Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), se puede asegurar que existe una relación estrecha entre menores horas trabajadas y mayor productividad, basándose en la experiencia de estas naciones. 

Para el trabajador de la empresa Copec y parte del sindicato Alfonso Tureo, las demandas de trabajadores se irán acentuando si no existe una escucha activa desde los empresarios y empleadores:

“Nosotros actualmente nos estamos manifestando por mejoras laborales. A veces doblamos turnos, sabemos que la explotación siempre ha existido (…) Vemos en las nuevas generaciones más garra para reclamar lo que no les parece justo. Si no cambian las condiciones de trabajo de manera global, será complicado. Los trabajadores y las trabajadoras ya no están dispuestos a agachar la cabeza”, sentencia.

Top