Una serie de hadas… sin mucha magia

La segunda entrega de Fate: The Winx Club Saga trajo consigo significativas mejoras con respecto de la temporada predecesora, sin embargo, no es suficiente para una audiencia que, sencillamente, esperaba más. 

Si la saga de dibujos animados Italiana, producida por Ignio Straffi, logró conquistar al público infantil y juvenil fue, indudablemente, por la estética particular de cada una de las seis hadas, las cuales vieron su desarrollo de personaje influenciado por la cultura pop y la alta moda. 

De esta manera, las seis muchachas tenían diversos orígenes étnicos, pues fueron creadas teniendo en cuenta a diferentes celebridades, como Jennifer López, Beyoncé o Pink. Al mismo tiempo, cada uno de los atributos únicos de las chicas era reflejado en su vestuario, aspecto que llegó a su punto más álgido en la tercera temporada, cuando desbloquean su transformación Encantrix, la más poderosa en la dimensión mágica de Magix, mundo donde se desarrolla la historia.

La producción contó con la asistencia de Versace para el diseño de los trajes, lo que confiere a cada pieza de una magnitud y singularidad única y etérea, razón por la cual a menudo este level-up es considerado, por consenso general, como el mejor de la serie. 

Por eso, cuando Netflix anunció que estaba en proyecto un live-action de la serie original, la fanaticada estalló en vítores. Un júbilo que no duró mucho, una vez el reboot fue estrenado. Las críticas fueron implacables, pues acusaban que el progresista Netflix hizo un guión marcado por intentos de inclusión forzada -porque se saltaron la ascendencia cultural de dos de las hadas más importantes-, tapizado en clichés y, como si eso no fuera poco, con un diseño de vestuarios pobre y feo. 

Una de las mayores críticas a la primera temporada fue la ausencia de Flora, hada de la naturaleza. En su lugar, pusieron a la británica Terra, lo cual fue interpretado como whitewashing, porque esencialmente reemplazaron a un personaje latino por uno blanco.
Imagen: Netflix.

En ese sentido, la segunda temporada, estrenada el 16 de septiembre de 2022, definitivamente demostró que la producción hizo eco a los reclamos, trayendo de vuelta a Flora cual hija pródiga, tratando de dar varios guiños a la historia original y buscando mejorar el libreto. 

No obstante, la historia no termina de ser convincente y, al final, es tan genérica que perfectamente podríamos estar viendo la versión mágica de Riverdale. Los siete episodios no terminan de mostrar que efectivamente se está viendo Winx, lo cual se refleja a cada instante: faltan vestuarios atrevidos, transformaciones y desarrollo de personajes, sobran estereotipos y la visión boomer sobre lo que los productores creen que la audiencia quiere ver, que no es otra cosa más que entretenimiento ligero, acción, romance y mucha, pero mucha, magia. 

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