La trastienda vacía tras el conflicto mapuche en Tirúa

Las quemas de camiones es algo que, lamentablemente, identifica a este territorio y a pesar de recibir alta cobertura, debido a los atentados, no se da la atención necesaria a sus pobladores y cómo se ven afectados.

Mucho se ha hablado de la comuna de Tirúa en el acontecer nacional, ya que, forma parte de la tristemente célebre zona roja de la Araucanía pese a que, políticamente, pertenece a la región del Biobío, con una extensión de 624,4 kilómetros cuadrados y 10 417 habitantes, según el último Censo de población y vivienda realizado el año 2017. Esta área siempre ha tenido características geográficas tan distintas como bellas.

Tirúa fue declarada comuna en el gobierno del ex presidente Salvador Allende en el año 1972, su desarrollo ha sido lento y minado por los distintos acontecimientos que hablan de injusticias sociales, reivindicaciones étnicas y el tsunami del 2010. También, según sus habitantes y sus autoridades, la falta de voluntad política de los gobiernos para empatizar con las problemáticas de su población dificultan el vivir en la zona.

Dentro de estos inconvenientes está el desabastecimiento que en los últimos años se ha visto exacerbado debido a múltiples factores que están incidiendo en la ya deteriorada calidad de vida de quienes habitan en la comuna.

En voz de los comerciantes

Como representante de la Cámara de Comercio y Turismo de Tirúa, Bacilio Millanao, nos comenta que han sido afectados muy fuertemente, ya que, en la actualidad presentan un abandono de alrededor de un 80 % de los proveedores que abastecían a sus locales. “Lamentablemente estamos abandonados a nuestra suerte, víctimas de los cortes de caminos y el miedo de los distribuidores a que les quemen sus camiones”, aclaró.

Según su apreciación existe un amplio consenso entre los comerciantes a no hablar abiertamente sobre las razones por las cuales se ha llegado a estas instancias, ya que, en sus palabras: “Tirúa es muy chico y aquí todo se sabe”, dando a entender con esto que la inseguridad está generalizada. A raíz de ello el comercio ha tomado acciones para paliar la decisión de las empresas distribuidoras de cancelar sus viajes con mercancía a la comuna.

“Eso, para los comerciantes, significa que tenemos que salir nosotros mismos a buscar la mercadería para abastecer nuestros negocios. Debemos viajar en vehículos propios hasta Cañete, Concepción o Temuco y eso lo pueden hacer solamente algunos locatarios, porque no todos tienen los medios para realizarlo”, agregó. Por lo que expone Millanao, hay vendedores que simplemente no se atreven a ir y esto ha ido terminando con pequeños almacenes de provisiones que se habían instalado durante la pandemia, sobre todo aquellos en las zonas más rurales de la comuna. Además de encarecer el producto al consumidor pues lo que antes era puesto por el distribuidor en el local ahora se le debe agregar el costo del combustible, peajes y otros ítems que inciden en el coste para el comerciante.

De acuerdo con la clasificación de rubros del Servicio de impuestos internos (SII) los principales ingresos de Tirúa son: comercio al por mayor y menor, reparación de vehículos y enseres, agricultura, ganadería, caza, silvicultura y enseñanza. Las ventas mayoristas o al detalle alcanzan un 38 % de estas actividades, según la información manejada por el SII.

El promedio del consumo de pan en el país, es de entre 88 a 90 kilos por persona (Federación Chilena de Industriales Panaderos, 2022). Panadería «ByD» Foto: Michelle Rosales.

Tirúa es un pueblo que se puede recorrer a pie y en ese recorrido se logra evidenciar al menos cinco panaderías en la zona céntrica, situadas con poca distancia entre ellas. El panadero y propietario de “ByD” (la cual resulta ser una de las más concurridas por los tiruanos), Abel Quintrileo, nos menciona lo siguiente: “En mi caso, yo tengo que buscar fletero para ir a Carahue cuando se van terminando mis existencias. Me siento desvalido, sin ayuda municipal, local ni de ningún tipo. Yo intento no traspasar a mis clientes mi alza de insumos, trato de ser solidario porque son personas humildes como todos nosotros aquí”.

Entre otros temas, nos compartió que, hasta donde él tiene conocimiento, el kilo de pan producido en Tirúa es el más económico en la región. Tras todo un día de recorrer el pueblo, observando las instalaciones comerciales y sus estanterías, se puede notar la poca variedad de marcas y, en algunos casos, las mercaderías son exiguas. Sólo en los dos locales de mayor tamaño el abastecimiento parece estar bien surtido.

Justamente a la salida de uno de ellos abordamos a una compradora, Paulina Méndez, quien amablemente accedió a darnos sus impresiones, “soy nacida y criada aquí, hasta ahora no había visto tanta dificultad para encontrar algunos productos. No digo sólo para repostería, ya que yo soy emprendedora en el rubro de las tortas, que es más específico. También lo menciono porque hay semanas en las que no ha llegado agua embotellada, acá la de llave es muy mala, leche líquida, yogures y cosas así para los niños”.

En la paquetería y bazar de la señora Inés Sáez se ve reflejada la dificultad para proveer sus estanterías. Al respecto señala que, hasta hace unos tres años atrás, ella encargaba sus productos por catálogo directamente a las empresas en Santiago y estas las enviaban a Tirúa a través de la empresa “Santa María”. Nos aclara que era un camión que llegaba con mercaderías para distintos comerciantes, incluso a los mismos negocios. Ahora eso no es posible ya que no hay compañías de transporte que cumplan ese servicio.

“Ahora el camión de transporte Santa María llega sólo hasta Cañete, como un gran favor me dejan mis paquetes en la oficina y yo viajo en micro a buscarlos”.

Suministro de combustibles

El pueblo tiene una bencinera funcionando solamente en algunos horarios específicos, en donde también se pueden encontrar repuestos mecánicos e insumos asociados a los automóviles. Su dueño y fundador desde hace más de tres décadas, Humberto Lagazzi, tras una larga conversación, nos manifiesta su decisión a corto plazo de trasladarse comercial y personalmente hacia Cañete, pues, como denota en su testimonio, ya está cansado de intentar mantener el servicio en funcionamiento.

“Tuve que comprar una máquina para transportar combustible de desde donde pueda, eso significó invertir en uno para carga peligrosa y contratar un chofer con los conocimientos específicos”, debido a que, según sus palabras, las empresas gasolineras Shell y Copec con quienes ha trabajado desde siempre, dejaron de enviar sus camiones provocando prolongados desabastecimientos, incluso en medio de la pandemia, lo que afectaba no sólo a los particulares, sino también a los vehículos de emergencia para traslado de pacientes, bomberos y municipalidad. Esto, señala Lagazzi, asimismo generaba largas y caóticas filas para abastecerse cuando llegaba la recarga, teniendo que racionar la bencina como única alternativa para ser más equitativo con los que esperaban en el pueblo.

La bencinera de Humberto Lagazzi ha pasado por diez asaltos en los últimos tres años. H. Lagazzi suministrando combustible en la imagen. Foto: Michelle Rosales.

“Yo veo que esto no da para más, aquí no hay una voz que salga a decir cómo es la realidad que vivimos día a día, tanto a los comerciantes como a ciudadanos. Al final uno se expone, así también la gente que trabaja con uno”.

Humberto Lagazzi.

Mirada económica institucional

El Banco Estado es la única entidad financiera presente en el pueblo desde hace ya siete años para cumplir, más que nada, un rol social. El ejecutivo encargado de microempresas, Jorge Llanos, en una interesante y larga conversación nos compartió la perspectiva de su rol como asesor financiero de los comerciantes, agricultores y pescadores que conforman el grueso de su cartera comercial.

Ve con preocupación la creciente dificultad para abastecerse y comprar insumos, como así también sacar los productos agrícolas y de la pesca desde Tirúa hacia otros pueblos. “Los cortes de caminos y quema de vehículos, de la cual no muchos hablan por miedo, se ha ido convirtiendo en una amenaza que ha traído desabastecimiento e incertidumbre, es una situación con muchas aristas”.

Se explaya acerca de lo que ya habíamos escuchado de boca de los vendedores entrevistados, respecto de las dificultades con los proveedores y la pérdida de transportes de suministros que lleguen directamente a Tirúa, teniendo como consecuencia escasez y en algunos casos alzas en el traspaso de precios al consumidor. “Los comerciantes hacen uso de sus vehículos particulares para ir a las ciudades cercanas, Carahue o Cañete, en busca de productos en ofertas en los supermercados, ya que en ellas no existen grandes importadoras en las que puedan stockearse [sic]”.

Llanos nos relata que muchos de sus clientes son agricultores dedicados a la siembra de papas, que es un producto ampliamente reconocido de la zona por su calidad y calibre. Pone énfasis en cómo han sido afectados para conseguir fertilizantes e insumos agrícolas en tal proporción que debieron aunar criterios y salir en busca de aquellos elementos que no llegaron más a Tirúa y formar una especie de cooperativismo para cubrir sus necesidades productivas.

También nos habla de los pescadores que han visto mermada la capacidad compradora de los productos del mar, antes los vehículos llegaban hasta el muelle para comprar la pesca del día y llevarla hacia otras ciudades, en mayor proporción directamente a Santiago. Lamentablemente, acota el funcionario, estos camiones han sido asediados permanente en la carretera P-72. Justamente, mientras se desarrollaba esta conversación, una de estas máquinas fue siniestrada en el tramo del camino de Quidico.

La inauguración oficial de esta sucursal fue el 12 de enero de 2016. Jorge Llanos en su oficina. Foto: Michelle Rosales.

Otro tema, nos cuenta, es el horario cada vez más restringido en el que el comercio tiruano permanece abierto. “Parece estar demasiado limitado”, finaliza Llanos. Durante este reportaje hemos constatado la dificultad que tiene la comuna para mantener un abastecimiento que alcance niveles normales, queda claro que han existido eventualidades en las cuales nada ha entrado ni salido de Tirúa en el transcurso de varios días, dejando a sus habitantes en precarias condiciones, incluso en medio de la crisis sanitaria mundial vivida a raíz del COVID-19.

No obstante, el empuje y solidaridad que se evidencia en las personas entrevistadas nos deja con la impresión que este es un pueblo que sabe sobreponerse ante la adversidad.

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