Efectos del encierro en la sociedad: eventos masivos y comportamiento de las personas

Ante la mitigación de las medidas sanitarias restrictivas producto de la pandemia del COVID-19 la vida en sociedad vuelve a una nueva normalidad, un modo de vida marcado por la alerta ante cualquier evento que reconfigure nuevamente la manera de vincularse entre seres, pero también por el goce y disfrute de aquellas cosas que el encierro no había permitido realizar.

Un nuevo escenario pandémico con una gran parte de la comunidad inmunizada ante el coronavirus hace posible que los eventos multitudinarios vuelvan a realizarse tras años de pausa. Una medida con una acogida tremenda para la población haciéndose notar la gran afluencia de asistentes a conciertos y festivales que vuelven a lo presencial. Un público que, en medio de una recesión económica que afecta a la mayoría del globo, no escatima en gastos al momento de disfrutar un par de horas de desenfreno y alegría.

Nicholas A. Christakis, sociólogo y médico de la Universidad de Yale, analiza el efecto del COVID-19 en una de sus últimas obras publicadas, “La flecha de apolo: el impacto profundo y duradero del coronavirus en la forma en que vivimos” lanzada a finales del 2021. Con la mirada puesta en la historia de la humanidad, Christakis por medio de su experticia y resonancia en el mundo académico, prevé el escenario pospandémico. El autor asegura que el virus arrastrará secuelas sociales, psicológicas y económicas durante un buen tiempo, antes de que se comience a hablar de la pospandemia, cuando habrá un desenfreno sexual, económico, tal y como sucedió en los “locos años veinte”.

Nicholas Christakis es considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Times.
Fotografía: Governing.

¿Los nuevos locos años 20?

Aun cuando la pandemia continúa presente afectando la salud de las personas, podría analizarse el escenario social actual de la forma en que lo plantea Christakis. El frenesí y la enajenación se ven presentes en el día a día en distintas partes de la sociedad. No sólo se evidencia en la necesidad de disfrutar de la gente al asistir a fiestas y eventos masivos, sino también en otras áreas de las relaciones sociales.

Para Nayareth Eriz, historiadora de la Universidad Católica de la Santísima Concepción existe un lejano punto de comparación de la época de los años veinte con la actualidad. “Existió un evidente desahogo en los locos veinte, pero marcado por una economía que lo permitía. Fue un tiempo donde mucha gente pudo comprar acciones, en cambio ahora nosotros estamos en una crisis”. Además, comenta que los factores eran distintos y poco semejables al escenario social de la actualidad: “En ese tiempo, por ejemplo, el desenfreno fue permitido casi exclusivamente para hombres, las mujeres estuvimos lejos de vivir la locura de la época, y no venía antecedido por algún virus masivo”. Es por esto que para la académica no se podría hablar de “los nuevos locos años veinte”, más bien es una etapa dentro de la pandemia de adaptación y sin precedentes considerando las múltiples aristas que acomplejan la sociedad actual.

En la década de los 20 se vivió un impulso económico en la sociedad estadounidense e imperó la búsqueda de una vida lujosa.
Fotografía: Clarín.

El inmediato cambio en la rutina de las personas que el encierro significó fue una constante que se repitió en gran medida en la población. Es por esto que, al retomar el ritmo cotidiano de la vida, alejado de cuarentenas masivas, se producen fenómenos dignos de estudiar dentro del campo de la sociología.  Lo anterior en el marco de un mundo globalizado y de criaturas sociales que lo habitan, en donde actividades de ocio y recreación resultan vitales para un individuo que fue privado de aquello de manera repentina y obligatoria.

Coronavirus y socialización

Pablo Martínez, sociólogo de la Universidad de Concepción, asegura que los seres humanos requieren de dos ingredientes que, combinados, constituyen la realidad social de cada uno. “Uno es lo individual, lo singular, la interioridad que nos permite el reconocimiento de nosotros mismos. El resto es el otro, los otros y las relaciones que con ellos establecemos. Preferimos mayormente el gregarismo a la vida ermitaña, y este ser social desea estar con el otro, al mismo tiempo que con uno mismo”, destacó. Además, agrega que ahí es cuando la pandemia trajo complicaciones, afectó la condición gregaria humana, aquella que sólo brinda la compañía.

Todo lo que trajo consigo la pandemia del COVID-19 se resume en interrogantes. La sociedad estuvo bastante tiempo conviviendo con un virus desconocido, potencialmente mortal. En un momento ni siquiera los expertos y autoridades sanitarias sabían a qué se enfrentaba la humanidad, no se conocían sus efectos físicos y mucho menos los psicológicos. La instantaneidad en la proliferación de la comunicación y de la rapidez con la que navegan las noticias en el internet y sus plataformas, sumergieron a las personas en información, sin permitirles discernir lo cierto de lo falso. Esto fue también una característica que afectó a la población aumentando temores en un contexto completamente incierto.

“Nuestro mundo se transformó, se convirtió, buscando una forma única de existir. Esto produjo un cambio en la manera de percibir nuestro entorno, ya no fuimos los mismos que previo a la llegada del coronavirus” asegura el psicólogo clínico Cristian Tobar. El experto explica que ante la neofobia (miedo a lo desconocido), el acomodo y la asimilación permiten al ser humano mantener su homeostasis: “De estos tres factores resultan algunas conductas disruptivas que se materializan en violencia, sensación desmedida de libertad, donde no importa lo económico sino sólo gozar del aire libre, de cualquier manifestación artística, deportiva, religiosa o lo que sea que podamos realizar que antes se nos estaba prohibido por leyes impositivas”.

Para Tobar esta conducta que se hace presente en la actualidad debería ir menguando con el paso del tiempo, aunque también podría establecerse por la sensación de miedo a que vuelva a ocurrir algo similar a la pandemia. “Quizás el aprendizaje que podemos obtener es vivir el momento, sin preocuparnos tanto de lo que puede venir. Ser libres inconscientemente, porque esa libertad puede terminar en cualquier momento” recalcó el psicólogo.

Conciertos en la nueva normalidad

Ahora bien, dentro de un escenario tan particular como el actual es imprescindible conocer impresiones de quienes tuvieron la fortuna de asistir a los grandes eventos que se han tomado la agenda cultural, principalmente, de la región Metropolitana. Estos asistentes no son llamados afortunados en vano, pues para lograr hacerse de un boleto para disfrutar de la performance de, por ejemplo: Daddy Yankee, Bad Bunny, Dua Lipa o el festival internacional Lollapalooza, ellos debieron participar de una fila virtual en donde sólo los más habilidosos accedieron a la posibilidad de compra.

René Ibieta viajó de Hualpén a Santiago a la décima versión del Lollapalooza Chile y asegura que preparó con mucha antelación su asistencia a este evento masivo que agrupó a artistas nacionales e internacionales. “El pase para los tres días del festival estaba por sobre los 160 000 pesos, ni caro ni barato, en un momento en que todo está al alza. Yo necesitaba botar el estrés producido por la pandemia, lo virtual y el encierro y con mucho esfuerzo junté dinero para no perderme el evento” aseguró el joven hualpenino.

No obstante, no todo fue alegría. A pesar de que las medidas sanitarias estaban aún vigentes cuando se realizó el festival, en marzo del año en curso, Ibieta asegura que, en la práctica, poco se cumplían. “Comencé a presentar síntomas de COVID-19 por primera vez tras llegar del evento, así que de seguro ahí me contagié. Nadie usaba mascarillas al estar al aire libre y aunque pedían el pase de movilidad, era fácil engañar al sistema” declaró. Sin embargo, esto no es de asombrarse debido a la numerosa cantidad de asistentes. El recuento hecho por la organización, la productora Lotus, cada día recibieron cerca de 75 000 espectadores, sumando un total de 225 000 personas en las tres jornadas del Lollapalooza Chile.

Analizar lo ocurrido en tierra nacional es un buen ejercicio para comprender el actual panorama de desarrollo de eventos masivos aún con el virus presente. Sin embargo, en países vecinos el escenario no difiere. María Fernanda Jiménez asistió al festival Primavera Sound en su edición celebrada en Buenos Aires, Argentina. Al igual que el Lollapalooza es un evento altamente masivo por su talla internacional, tras la cordillera contó con más de 50 000 asistentes y también estuvo lejos de respetar las medidas sanitarias. “No había ningún tipo de restricción ni tampoco requerimiento, como antes que pedían barbijo, distanciamiento social o el carné de vacunas. Ni siquiera mencionaron el virus en ningún momento, ni antes, ni durante el festival”, aseguró.

El festival Primavera Sound se originó en España. Luego comenzó a celebrarse en las grandes capitales del mundo.
Fotografía: Infobae.

Para Jiménez los festivales masivos son altamente necesarios para la gente que pasó por el aislamiento de la pandemia: “Este tipo de eventos te ayudan a salir de lo cotidiano, a disfrutar con amigos o incluso solo. Aunque todos sean desconocidos uno se siente acompañado en esas actividades donde hay 50 000 personas juntas por un mismo motivo y cantando las mismas canciones juntos”, finalizó.

El panorama social que se vive en la actualidad se enmarca dentro de la necesidad de la comunidad de volver por completo a las instancias que permiten la interacción humana. Esta característica, que para los expertos es innata a las personas como seres sociales, y que se vio agudizada por el estrés y el encierro vivido tras los dos años mientras el coronavirus estuvo en su mayor apogeo, ahora puede desenvolverse en un sistema donde le es posible ser saciada.

Por Leonardo Paredes y Sergio Hinojosa.

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