Chile, un país depresivo

En los últimos 5 meses uno de cada cinco chilenos han presentado síntomas de tener depresión, lo que les causa problemas en llevar una vida cotidiana y bajas laborales, tanto así que el 26% de las licencias médicas emitidas son a causa de esta enfermedad.

Porcentajes de depresion en Chile
Fuente: Minsal

Chile lidera el ranking de la OMS como uno de los países con los índices de depresión más altos de la región y del mundo y con las tasas de suicidio de niños y adolescentes más altas, junto con Corea del Sur.
Vivir con depresión se ha vuelto una epidemia, y para aquellos que son afectados por ella, significa vivir el infierno en la tierra. Pelear contra el tabú de las enfermedades mentales y encontrar una persona que sea apoyo para poder buscar ayuda profesional antes de que sea demasiado tarde se vuelve algo esencial, y después viene el camino lento de la recuperación.

Si bien son altos los índices de depresión en nuestro país, pero ¿qué es la depresión? El psicólogo Fernando Maccioni, nos señala respecto a esto.

El especialista señala que las causas de una depresión pueden surgir por factores externos, como cambios en el estado social o eventos puntuales ya sea un duelo o una perdida importante. También indica que hay depresiones en un ámbito químico, que son desbalances químicos en el cuerpo y son de origen interno.

Existen varios tipos de depresión, al menos 5 indica Maccioni, «está la depresión mayor, que implica uno o varios episodios depresivos con dos semanas de duración, está la distimia, similar a la depresión mayor, pero con menor intensidad, se extienden a lo largo de dos años aproximadamente. También está la depresión maníaca, un trastorno del animo bipolar, entre los estados depresivos vienen periodos de manía, con momentos de demasiada hiperactividad y bajo control de impulso.

 

Vivir con depresión en la adultez

En el caso de las mujeres es mucho más recurrente que se presenten cuadros depresivos por los cambios hormonales, como ciclos menstruales, periodos de postparto y la menopausia.

 “Durante un tiempo, cambie de trabajos muy seguidos, porque no era capaz de estar mucho tiempo en el mismo, no me sentía bien. Tener una vida normal se vuelve una proeza. Levantarte, ir a trabajar, tener contacto con las personas y luchar por no demostrar que realmente te gustaría estar en cualquier lugar menos en ese”, Mónica Pérez relata como unos diez años atrás estuvo en la peor etapa de su depresión. Luego de una ruptura amorosa, un cambio de casa inesperado y sin trabajo, pisó fondo. “Un día simplemente no quería seguir más. Era pasada las once de la noche cuando tomé el cuchillo y grite que me mataría. Estaba con una amiga y ella llamó a mi hermana. En ese momento no pensé en lo que significaba esto, cómo podría afectar igual al resto. Cuando llegó mi hermana, tuvimos una conversación no muy alegre, pero fue lo que necesitaba en ese momento. Busqué ayuda inmediatamente”.

 

Lucía Morales tiene 20 años, vive con su familia. Tiene una hermana mayor y sus dos padres. Familia estable que la quiere tanto como ella a ellos, y ninguna razón aparente que delatara una depresión, “es por eso que me costó darme cuenta que lo que vivía era algo más que una serie de pensamientos triste que se repetían de manera constante”. Señala que es algo que recuerda desde su infancia, ese sentimiento de que algún día estaría sola y el abandono era tanto que pasaba las noches llorando. Al pasar los años, evolucionó al sentimiento de falta de sentido y baja autoestima. “Los periodos cauticos fueron cuando estaba en el colegio, más en media. Una vez fue justo después de salir de clases, volví a la sala por un cuaderno cuando me vi sola y comencé a llorar, pero a llorar de verdad. Llegó mi profesora jefe que se devolvió a cerrar la sala y me encontró. Llamó a una compañera y ella me llevó a mi casa. Ninguna le dijo a mi mamá lo que había pasado. La segunda vez fue en cuarto medio. Ahí salí corriendo de la sala y me encerré en un baño. Estaba en clases. No podía respirar y sólo podía llorar. Del colegio me mandaron a la casa, pero nunca ofrecieron apoyo psicológico. Me fui sola durante todo el camino, jugando ente irme por la calle y luego la vereda”.

“Discutí con mi mamá, en ese momento ella decía que me faltaba voluntad, que como solamente quería dormir y no hacer algo para sentirme mejor. Después de dejarme en ridículo como me sentí frente a mis compañeros, yo sólo quería dormir y no sentir más, pero mi mamá no me dejó. Recuerdo llorar y rogarle que simplemente me dejara sola, pero no lo hizo”. A pesar de estos antecedentes, tomo un año más para que recién recibiera tratamiento. Un día que se encontraba sola comenzó a mirar las vigas de su casa, y preguntarse si podría colgarse de ahí y si a alguien realmente le importaría. No era la primera vez, le pasaba cuando miraba los cuchillos, varias veces se sorprendió contando pastillas o preguntándose si del departamento de su prima, la altura era suficiente para desaparecer. A esto también se sumó los periodos de sueño excesivo alterardos por otros de insomnio, la incapacidad de comer corresponde y la fatiga excesiva. Fue ella quien llamó y pidió hora a psicólogo y quien la derivó a tratamiento psiquiátrico para darle anti depresivos. “No estoy segura de que sería de mi si no hubiera llamado y pedido ayuda. Descubrí que odiaba mi vida, pero no tanto como para simplemente rendirme. Era horrible no tener ni siquiera las energías para dar unos pasos”.

Para poder ayudar a alguien que se encuentre con un tipo de depresión es necesario que los seres queridos dejen claro a la persona deprimida que no tiene que sufrir ese trastorno por sí sola, indica el especialista agregando «es importante animar a los que sufren depresión a que sigan haciendo lo necesario para mantener su equilibrio diario».

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