Reciclaje de Alimentos: Más que un bien de consumo, un derecho

El tercio de la comida producida a nivel mundial se va a la basura. Según cifras de FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), tan solo en Latinoamérica se botan 220 kg de frutas y verduras per cápita al año.

Industrias y supermercados botan el tercio de su producción al no cumplir con los estándares estéticos, independiente si el valor nutricional y factores orgánicos son los mismos.

El impacto de alimentos aún consumibles se da en distintos niveles. El primero es medio ambiental, ya que los desperdicios orgánicos dañan el suelo, contaminan aguas y generan polución por gases, incluyendo la contaminación de espacios urbanos que disminuyen la calidad de vida.

Por otro lado, está el espacio público social. Según cálculos de la organización Disco Sopa Chile, el desechar toneladas de frutas y verduras descarta la posibilidad de alimentación adecuada de un 20% de la población chilena. Un país donde 1 de cada 7 personas no come lo necesario para su desarrollo biológico.

Las cifras empeoran cuando se sabe que a nivel nacional industrial agrícolas pierden 27 mil toneladas al año, esto por no cumplir con las normas de homogeneidad del mercado (color, forma, hoyos, entre otros).  

En base a estos argumentos nace la filosofía del rescate de alimentos. Una acción sostenible que busca generar conciencia sobre su desperdicio y aprovecharlas en distintas formas de consumo.

Reivindicando el valor de la “basura”

El desecho se produce en tres etapas: en la selección industrial, en la separación del comercio (supermercados principalmente) y finalmente en el hogar. Son las primeras dos las más preocupantes, ya que es donde se botan dos tercios de la cosecha inicial por selección visual y escasa venta.

La actividad de rescatar frutas y verduras busca resignificar el valor inicial que tuvieron en el mercado. Las organizaciones que han surgido en Chile, recolectan principalmente en vegas para luego distribuirlas en la comunidad: haciendo ollas comunes o para el consumo personal.

Sin embargo, recomendaciones de autoridades y organizaciones en el tema, recomiendan tener las precauciones básicas para su consumo. Desinfectarlos y lavarlos adecuadamente es la clave para la elección de lo que se recupera. Además de examinar los estándares mínimos que certifican que son comestibles, como el olor, la presencia hongos y el estado de descomposición en que se encuentra.

Para saber de esto revisa la siguiente infografía en Picktochart:

La reivindicación del despilfarro de alimentos se da al transformarlos en productos comestibles que se ven estéticamente más aceptados, como sopa, ensaladas, snacks, jugos, entre otros. Igualmente, esto se ve en el ámbito económico al ser gratuito y en términos agrícolas de buena calidad.

Otra forma de reutilizarlos diariamente, es conocer su almacenamiento para no afectar otros alimentos. De esta forma se evita botar frutas y verduras en el plano personal.

Esta acción se da principalmente en vegas, ya que los supermercados se excusan al ir en contra de leyes sanitarias, costos tributarios, entre otros. En ferias libres en cambio, el desperdicio se da de forma habitual y no hay nada que los regule.

Si bien en Concepción el rescatar alimentos se da en comunidades vecinales, universitarias e individuales, también existen organizaciones con sentido social que las utilizan a favor de la comunidad y quienes más lo necesitan, generando instancias de aprendizaje sobre la temática y redes de contacto para saber los puntos de rescate.


Comprometidos con el rescate de alimentos

El Adoquín es una organización no gubernamental sin fines de lucro, compuesta por algunos ciudadanos de Concepción interesados principalmente en el tema del desarrollo barrial. Aunque oficialmente se creó hace dos años, la idea venía gestándose hace más de tres.

Desde su creación, El Adoquín ha realizado diferentes proyectos: uno de ellos fue una iniciativa desarrollada internamente en la que los miembros presentaban temas de interés en los que les gustaría trabajar con un aporte profesional o extraprofesional. Entre los tópicos presentados estaba la alimentación.

La primera actividad que desarrollaron para la comunidad fue un proyecto llamado La Suerte de la Olla, iniciativa realizada en otros países y replicadas en la comuna de Concepción. La iniciativa trata sobre la recuperación de alimentos desechados.

Percatandose de la cantidad de alimentos que eran descartados en las ferias (especialmente en Collao y La Vega Monumental) y que aún podían ser consumidos, El Adoquín decidió rescatarla, directamente del suelo o preguntando a los feriantes al final del día qué frutas y verduras iban a botar. Lo rescatado era llevado a un lugar cerrado y, entre los voluntarios, se lavó, peló y cocinó, para finalmente ser comida en un acto demostrativo de que lo desechado muchas veces no tiene porqué serlo.

Además de esto, la agrupación realizó un trabajo anterior con los feriantes en el que se les ayudó a tomar ese problema como una oportunidad para realizar compostaje y no generar desechos.

Christelle Pierre, miembro del directorio de la agrupación El Adoquín, comenta por qué no han vuelto a realizar la actividad, aunque está en sus planes volver a hacerla próximamente:

 

 

Un derecho, no un bien de consumo

Falta de información y segregación son alguna de las consecuencias que aún viven personas que recolectan alimentos en supermercados, vegas y/o ferias libres. Sin embargo, día a día crece la cantidad activistas en la soberanía alimentaria. Ver las frutas y verduras como un derecho, lo que motiva a informar entre colectividades ya que no existe algún manual oficial sobre esta temática

Una de las características que esta iniciativa ha tenido en común, a lo largo de todos los países en que se ha realizado, es el rol que cumplen los mercados o ferias como zonas adyuvantes para la realización de estos verdaderos rescates; lo cual contrasta con la necesidad de las grandes cadenas de industrias y supermercados, que obedecen a una economía mucho más agresiva, en que la reutilización de productos, de existir, sólo lo hace en términos de beneficios para la propia industria.

Aún se mantiene como interrogante el alcance que este tipo de proyectos pueda tener desde el punto de vista humano, en otras palabras, de la interacción entre distintos grupos humanos para buscar resolver problemas relacionados a la economía y la ecología del sustento diario, que finalmente trascienden hacia problemáticas de gran escala que involucran una sociedad completa.

Aníbal Zepeda
Estudiante de periodismo de la Universidad de Concepción
Top