La caricaturización del TOC en Chile

Según el especialista en Neurociencia, Roberto Amón, en Chile más de cien mil personas padecen Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una compleja patología psiquiátrica que el AUGE no cubre.

Son vastos los antecedentes del TOC; en 1838, el psiquiatra francés, Etienne Dominique Esquirol, escribió por primera vez acerca de esta patología que hoy se apoda “la enfermedad de la duda”; luego, a comienzos del siglo XX, los primeros escritos de Sigmund Freud dieron una base más teórica a lo que en ese entonces se entendía como neurosis obsesiva; y recién en los años noventa, se comenzó a hablar directamente de Trastorno Obsesivo Compulsivo.

Howard Hughes, personaje principal de la película «The aviator» (2004) que padece Trastorno Obsesivo Compulsivo.

Se dice que el TOC es complejo por su peculiar forma de manifestarse. Las personas que padecen este trastorno experimentan temores irracionales, como el miedo a contraer alguna infección o enfermedad en la vía pública. Existen categorías temáticas que facilitan la tarea del psicólogo o psiquiatra al momento de diagnosticar a un paciente, pero las fobias no siempre guardan relación con lo expuesto por dicha persona afectada.

En este sentido, se suele tipificar a los pacientes TOC de neuróticos o excéntricos, ignorando, de esta manera, la magnitud del problema. Esto se debe, quizás, a que el tipo de TOC más conocido es aquel que está relacionado a la higiene y el orden.

Silencio y estigmatización

A los doce años pensó que algo raro le sucedía, pero no le prestó atención a eso que todos en su casa tachaban de “simples manías”. Un año después se acercó a un psicólogo y el diagnóstico no tardó en aparecer: padecía Trastorno Obsesivo Compulsivo.

Carla Martínez, artista visual diagnosticada de ToC. Fotografía de Rocío Valenzuela.

 

La artista visual de 25 años, Carla Martinez, comenta que, si bien el TOC no la invalida, sí le genera ansiedad, estrés y, en ocasiones, angustia. «En mi caso, hago las actividades cotidianas, pero bombardeada de pensamientos feos», confiesa. Esa misma ansiedad, quizás, la conduce a explicar con torpeza y sobresalto a qué se refiere cuando habla de “pensamientos feos”.

Sus obsesiones son dinámicas, es decir, mutan con frecuencia y se acomodan al contexto. El temor a dañar a los demás, por ejemplo, es una de sus preocupaciones en la actualidad, sumada a la culpa cristiana por ser lesbiana. Señala que, a pesar de no ser creyente, la figura de Dios ronda en su cabeza.

Para zafarse de algunos pensamientos intrusivos, Carla realiza rituales, tales como meterse la mano al bolsillo o sacudir los hombros. Es complejo, porque a veces debe contener los tics en su espacio de trabajo y en lugares públicos. Lo cierto es que la lucha contra los demonios del TOC está marcada por el silencio y la vergüenza.

“¿Cómo cresta explicas el Trastorno Obsesivo Compulsivo sin que crean que estás loca?”, se pregunta Carla.

Ella, además, cuenta que no tiene contemplado informar en su trabajo acerca de lo que padece. Dejó de asistir al psicólogo porque gastaba mucho dinero en cada sesión. Por eso, actualmente, su tratamiento es sólo farmacológico. Empezó con el medicamento Fluvoxamina, conocido por ser un antidepresivo, pero lo cambió por la Fluoxetina. Este último, a pesar de que le provoca efectos colaterales, reduce considerablemente su nivel de ansiedad.

«¡Ay, yo también tengo ToC!»

Gran parte del conocimiento que las personas tienen del mundo proviene de lo que han visto, ya sea de forma directa o indirecta. Los productos culturales, tales como las películas o las series, suponen un ejemplo. Y es que la industria del cine ha contribuido al mito del obsesivo-compulsivo como una persona histriónica con una fuerte aversión al trato con los demás.

Sólo basta con evocar un par de escenas de esas comedias americanas que lo único que provocan es una estigma sobre quienes padecen alguna enfermedad mental.

En la siguiente escena, que es un extracto de la película «Not another teen movie», se exalta injustificadamente una variante del Síndrome de Tourette:

Este síndrome, vale decir, no siempre se manifiesta a través de la repetición de groserías. De hecho, sólo un porcentaje mínimo de los afectados la desarrolla.

La televisión construye imaginarios e instaura ideas. Todo esto se puede, quizás, resumir en un verbo: desinformar. La caricaturización bebe de los vacíos y de la información mal planteada, por eso a veces se torna difícil para algunas personas establecer una diferenciación entre el ToC y cualquier manía que se descubran en la ejecución de sus tareas cotidianas.

A continuación, una infografía que esclarece lo tratado anteriormente:

 

Públicos contra privados

Hace cinco años un reportaje realizado por el Centro de Investigación Periodística, mejor conocido como CIPER, causó revuelo. En éste se revelaba una realidad que hoy es evidente: Chile no sólo era el país que menos gasto fiscal destinaba a salud entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sino que también era uno de los que registraba mayor gasto privado en esta misma área. El escenario, como se puede constatar, aún es el mismo; las personas de escasos recursos se deben conformar con los tratamientos despersonalizados de los hospitales.

Paula Medina, psicóloga de la Universidad San Sebastián. Fotografía extraída de: http://latribuna.cl/noticia.php?id=MTE0Ng==

La psicóloga infantil, Paula Medina Lema, señala que “la diferencia entre el sistema de salud público y privado descansa en el costo y  en los tiempos de espera”. Y, en relación a su experiencia en el sector privado, comenta que “en la Clínica Psicológica del Centro de Salud de la Universidad San Sebastián se han atendido casos de pacientes TOC y estos son derivados la mayoría de las veces a psiquiatría, con una previa autorización del paciente”.

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