El Orgullo Loco emerge en un Chile doliente

El Orgullo Loco cuestiona cómo se abordan los trastornos mentales, busca comprender la locura, repudia los tratamientos nocivos, rechaza la medicalización de los problemas de malestar subjetivo y desestima los tratamientos que terminan siendo torturas.

Tomar pastillas para no sentirse mal, ya es algo normalizado. No se cuestionan las recetas, pues la salud mental está siendo reducida al psicofármaco, al remedio como cápsula. La psiquiatría imperante ha instaurado que una pastilla puede solucionar el malestar subjetivo y mejorar estados de ánimo.

La perspectiva biomédica de la salud mental concibe de forma similar el padecimiento psicológico con las dolencias físicas, se soslaya el contexto sociocultural en que está inmersa la persona y se responsabilizan a desequilibrios químicos. Todo esto es acogido por la ciudadanía, ya que los medios de comunicación difunden tal perspectiva y los centros de salud mental la imparten con sus tratamientos. Sin embargo, tal enfoque condiciona la forma de abordar la neurodivergencia, ya que se comprende la cotidianeidad desde una mirada psiquiátrica hegemónica.

Entonces cuando una persona sale de los estándares convencionales del comportamiento que dicta la cordura habitualmente se les etiqueta con epítetos descalificativos, tales como “loco” o “enfermito”, además expresiones como “se le escapan las cabras pal monte”, “le faltan palos pal puente” o “fallados de la cabeza” expresan secuelas de lo instaurado. Rótulos de insociables y una sensación colectiva de rechazo manifiestan la percepción influida.

El delirio sin estigmas

El Orgullo Loco busca reivindicar la locura, ya que históricamente el término loco ha poseído una carga despectiva, pues la locura es una característica incomoda que nadie quiere tener. La condición es peyorativa, considerando que implica una estigmatización, teniendo en cuenta que se asocia a la irracionalidad, la impredecibilidad, el peligro y la incompetencia. En consecuencia, los locos sufren discriminación, todo por vivir experiencias inusuales o relacionarse con el mundo de manera diferente a la predominante.

La reivindicación de la locura implica resignificar una palabra usada de modo denotativo contra quienes conviven con patologías psiquiátricas. Todo esto para otorgar un sentido nuevo y libre de connotaciones negativas. De tal modo, se reconoce y valora la diversidad, pues se defiende el derecho a ser diferente que ha coartado la psiquiátrica imperante. Cabe señalar también que hay personas que se sientan ofendidas con el uso del término loco y todas las etiquetas que rondan en los imaginarios sociales, pues construyen su identidad sin rótulos.

Rodrigo Fredes concientizando en las calles (Autogestión Libre-Mente)

El Orgullo Loco democratiza la locura para reinventar la salud mental, pese a concepciones distintas entre activistas hay objetivos comunes que se imponen. Rodrigo Fredes ha sido etiquetado psiquiátricamente. Es sobreviviente al electroshock y los psicofármacos. Es activista por los derechos humanos en la salud mental y se define con el concepto de experto por experiencia, pues sabe del tema no por estudiarlo, sino que por vivirlo.

«El término de ‘experto por experiencia’ lo hemos estado trabajando y construyendo desde hace un tiempo. Es una posición política, la idea es reconocer a la persona que ha tenido experiencias con la salud mental, considerando que su estadía, su conocimiento, su trayectoria, su posición, sus reflexiones son tan o más valiosas que una persona que supuestamente se ha preparado académicamente, profesionalmente o técnicamente en lo que se entiende como salud mental”, reflexiona Rodrigo.

El testimonio del loco ha sido soslayado. Es por eso que el empoderamiento loco se ha manifestado. De tal modo, mejorar la calidad de vida y terapias en los dispositivos de salud mental. “Un loco que ha vivido la psiquiatrización y ha estado internado tiene mucho que decir, ya que todo lo que se entiende como dispositivo, protocolo, tratamiento, acercamiento, abordaje o intervención; nosotros lo vivimos en el cuerpo (…) Y tenemos esa experiencia que compartir, porque está ausente en las investigaciones, las publicaciones y la organización social. Entonces la política pública, por ejemplo, se construye en base a las teorías y creencias que tienen las personas con intereses económicos. Nosotros tenemos intereses particulares. Tener una vida mejor, tener oportunidades, reconstruir nuestro proyecto vital, reinsertarnos, trabajar, recrearnos. Aspiraciones totalmente distintas a los intereses del sistema”.

La génesis del movimiento contra hegemónico

Los sobrevivientes de la psiquiatría estadounidense a principios de la década de los 70 se manifestaron por la violación de sus derechos. Posteriormente, a mediados de los años 90 en Canadá surgió la conmemoración del “Mad Pride”. En Chile todo surge desde 2011 con las clases de antipsiquiatría del profesor Carlos Pérez Soto, sus planteamientos criticaron el uso de categorías diagnósticas, el consumo de psicofármacos y las formas de abordar la neurodivergencia. Las reflexiones fueron acogidas por estudiantes y profesionales.

El Centro de Acción Crítica en Salud mental se adhirió al planteamiento contra hegemónico, pues mediante publicaciones, artículos y actividades académicas se buscó proponer un enfoque alternativo al paradigma biologicista y farmacológico, además de invalidar la normalización biomédica en el campo de la subjetividad.  No obstante, la reflexión universitaria no salió del aula por años, pues la antipsiquiatría era tema de académicos, pero no de personas que habían experimentado la psiquiatrización. A raíz de tal situación, se comenzó a concientizar a los protagonistas.

A fines de 2014 se organizaron tres encuentros de personas por la salud mental en espacios comunitarios abiertos al público. Las instancias fueron pensadas para usuarios o ex usuarios de servicios de salud mental. Ahí compartieron sus experiencias con el psiquiátrico y evidenciaron la vulneración de sus derechos por la institucionalidad psiquiátrica en el país. Las personas que fueron etiquetadas psiquiátricamente, internadas forzosamente, sometidas al electroshock o dopadas con psicofármacos, entre tantos abusos, encontraron en los profesionales de la antipsiquiatría un apoyo. A partir de tal relación, se formó una comunidad y surgió el colectivo Autogestión Libre-Mente.

Todos los días lunes a las 18:30 en la Librería Proyección se reúne el colectivo Autogestión Libre-Mente. Es un espacio abierto y gratuito, en las sesiones se identifican las falencias del sistema de salud mental. No obstante, la instancia parte como un grupo de apoyo mutuo, ya que se comparten las experiencias de convivir con etiquetas psiquiátricas, teniendo en cuenta que el diagnostico implica una discriminación y una vulneración. Sergio Cuevas es integrante del colectivo, valora la ayuda de las reuniones y recuerda su padecimiento como algo que ya pasó. En el pasado quedaron abusos como el puñado de antidepresivos que le provocó una obstrucción intestinal.

El reconocimiento y legitimación del saber de los psiquiatrizados se entrelazó con el saber académico. La conexión de múltiples actores generó un diálogo horizontal en torno a la salud mental, sin las jerarquías y verticalismos propios de los espacios académicos e institucionales. Rodrigo Fredes comenta que el Orgullo Loco es “un movimiento por los derechos humanos en lo que se entiende por salud mental. En el que confluimos locos, cuerdos de remate, aspirante a locos, personas que están estudiando alguna carrera relacionada a la salud mental, familiares, usuarios, ex usuarios, sobrevivientes o supervivientes”.

Patricio Reyes Morales manifestándose (Autogestión Libre-Mente)

Patricio Reyes Morales es abogado, activista político-social en derechos humanos e integrante de Autogestión Libre-Mente. La denuncia de violaciones de derechos humanos es una manifestación del Orgullo Loco. Al respecto de la causa Patricio Reyes comenta que es poca la visibilidad del abuso psiquiátrico, pues hay una “falta de consciencia y comprensión del problema, al punto que quienes vulneran los derechos gozan de gran prestigio social y poder político-económico; además de una relación vertical que facilita el abuso, la impunidad y muchas víctimas de salud mental. A diferencia de otras, no tienen consciencia de esta vulneración y si la tienen, están indefensos. Muchos encerrados y otros tantos abandonados. Condiciones que en su conjunto dan cuenta del dolor y el sufrimiento contenido y reprimido de las víctimas”, reflexiona Patricio.

Rodrifo Fredes, en la misma línea sentencia que “los derechos humanos se violan en los dispositivos de salud mental. El modelo capitalista permeó el sistema de salud. Todo ahí es un negocio, desde la farmacéutica con los psiquiatras hasta los que toman las decisiones y elaboran las políticas públicas. Se violan los derechos humanos. Eso está estudiado, documentado, tenemos antecedentes, tenemos experiencias. No es una opinión, no es algo subjetivo. Cuando uno constata que hay una violación de derechos humanos lo que corresponde es organizarse, no sólo observar esto como un fenómeno para los que les gusta investigar, sino que tomar acciones, tomar una causa y empezar a organizarse”.

Patricio Reyes critica el sistema de salud mental imperante en el país. “La psiquiatría es una técnica que discapacita seres humanos y luego sigue ofreciendo sus abordajes”. Bajo tal premisa, cuestiona falencias como “el método preferente del abordaje químico, la lógica biológica, la falta de autocrítica, las técnicas torturantes como la contención mecánica y química, la limitación de mirar sólo la manifestación sin estudiar las causas afectivas, sociales y familiares”. Del mismo modo, señala que el sistema “arroga de manera exclusiva y excluyente la interpretación del malestar subjetivo de las personas y relega las personas a sujetos pasivos de su vida y salud”. También reprende “la arrogancia de imponer su teoría neuroquímica con tanta publicidad pagada por la industria farmacéutica y que crezcan a costa de la vida y salud de las personas, sus sueños y los de sus familias”.

En 2015 el contenido de las charlas fue mutando, las experiencias y críticas evolucionaron a análisis y propuestas. Los análisis se enfocaron en las falencias de los dispositivos de salud mental, el presupuesto y destinación de los recursos en salud mental, el gasto prioritario en psicofármacos y la drogadicción psiquiátrica de la niñez, entre otras carencias. Las propuestas se ligaron al desarrollo de aproximaciones psicológicas, sociales y comunitarias. De tal modo, humanizar y solidarizar la comprensión y abordaje de padecimientos subjetivos. En definitiva, ofrecer una alternativa a la psiquiatría imperante.

El empoderamiento lo cura

El movimiento contra hegemónico comenzó a difundir el conocimiento para concientizar. Seminarios, talleres y charlas en torno a la salud mental comenzaron a recorrer Chile. Antofagasta, Valparaíso, Talca, Linares, Concepción, Temuco, Osorno, entre otras ciudades hospedaron instancias para empoderar. Del mismo modo, activistas internacionales entrelazaron sus experiencias en suelo nacional.

Las agrupaciones Icarus Project y Hearing Voices ofrecieron alternativas a la psiquiatría en conversatorios. Del mismo modo, se han expuesto experiencias latinoamericanas alternativas al modelo manicomial, tales como el trabajo del Frente de Artistas del Borda de Argentina y Radio Vilardevoz de Uruguay.

Sascha Altman DuBrul ha comentado lecciones para orientar a las personas que desean despojarse de la dependencia de psicofármacos, Alan Robinson ha planteado su activismo con los libros «Actuar como loco» y «La ley de la locura», Daniel Mackler ha exhibido sus documentales sobre proyectos alternativos en el campo de la salud mental, Rob Whitley ha presentado sus investigaciones respecto a la contribución de los medios de comunicación en la creación de estereotipos negativos respecto a los trastornos mentales y así varios activistas han estado en Chile para fortaceler el movimiento.

A la concientización le complementó la movilización. Las marchas visibilizaron ante la ciudadanía la vulneración de los derechos en los psiquiátricos, pues acercaron el movimiento a la cotidianeidad. Las instancias expresan el orgullo de ser loco a la comunidad, considerando que experimentan el mundo y construyen sus identidades desde otra forma a la imperante. La locura es una forma valida de expresión.

El movimiento comenzó las manifestaciones con la adherencia a la conmemoración del Día internacional de protesta contra el tratamiento de electroshock, pues se denunció al sistema de salud imperante, ya que Chile promueve el uso de la terapia electroconvulsiva. El tratamiento termina siendo una tortura, considerando la pérdida de memoria y el deterioro cerebral indeleble. Sin embargo, la institucionalidad psiquiátrica concibe tal vulneración a los derechos humanos como un procedimiento seguro y confiable. A propósito, la concentración fue en el Psiquiátrico José Horwitz Barack, tal hospital realizó 17.130 sesiones de electroshock ente los años 2008 y 2015. El equivalente a 2.141  al año y seis sesiones diarias.

Posteriormente, el colectivo Locos por Nuestros Derechos convocó la 1° Marcha por el Orgullo Loco el 14 de noviembre de 2015. Una acción de movilización inédita en Chile que se ha ido replicando en los años sucesivos. La primera marcha congregó a más de 100 personas denunciado el abuso psiquiátrico.

El 13 de septiembre del 2015 José Vergara fue detenido y desaparecido en democracia. El joven de 21 años de la comuna de Alto Hospicio fue etiquetado psiquiatricamente con esquizofrenia. Aquel domingo manifestó una crisis emocional, su familia preocupada solicitó ayuda a establecimientos de salud que no respondieron. Es por eso que llamaron a Carabineros con la intención de apoyar y contener a José. Sin embargo, los cuatro funcionarios que se dirigieron a su hogar lo subieron a la camioneta policial para nunca más regresarlo. A tres años de la desaparición no hay antecedentes de José.

Juan Carlos Cea Madrid es psicólogo clínico y militante cuerdo del colectivo Locos por nuestros derechos. El activista por la reinvención de la salud mental desde la comunidad fue alumno de Carlos Pérez Soto y reflexiona en torno a la difamación del movimiento. “Al igual que otros movimientos sociales que han sido oprimidos en sus diferencias, ya sea étnicas o de género, el activismo de los locos y las locas también hoy puede ser ignorado y desacreditado por los poderes dominantes. Los que no hemos vivido la experiencia de la locura, no podemos ser cómplices de esta situación, debemos ser sus aliados. Podemos aportar sumándonos a sus luchas, para que este movimiento pueda levantarse y reclamar sus derechos ampliando su identidad colectiva, comunicarse con miembros de otras comunidades que también son oprimidos en su diversidad, para unir fuerzas y cambiar las estructuras de poder. Es necesario asumir que nosotros de igual manera somos oprimidos, porque esta sociedad también nos enloquece al imponer patrones de normalidad y adaptación”.

Las marchas han contribuido a la conexión de múltiples actores. En las calles no sólo marchan locos, sino que participan cuerdos, familiares y activistas profesionales. Todos estos invitan a la ciudadanía a apoyar la causa. Chile padece mentalmente y las opciones de ser vulnerado en los dispositivos de salud mental no son pocas. La locura es propia de la humanidad. Entonces se invita a la sociedad a aceptar sus experiencias que salen de los estándares hegemónicos del comportamiento, aprender a convivir con éstas e instaurar nuevas formas de abordar los malestares subjetivos. En definitiva, se democratiza la locura para reinventar la salud mental desde la comunidad.

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