El mal comer de las niñas y niños chilenos

Los hábitos alimenticios y la cultura de una vida saludable, con el paso del tiempo se han transformado en un tema de debate en Chile. Distintos problemas sociales como la pobreza, marginación y el escaso acceso a una salud digna han desencadenado en una de las más terribles pandemias que amenazan el buen vivir del mundo: la obesidad.

Si bien muchas personas analizan este problema sólo de manera estética, perpetuando los cánones de belleza imperantes en la cultura occidental, muchas veces se ignora el cómo afecta en la calidad de vida de la gente tanto a corto como a largo plazo: algunas personas con sobrepeso u obesidad no presentan problemas de salud en la actualidad, pero las consecuencias al largo plazo son inevitables.

 

¿Cuál es la situación de las niñas y los niños?

Las alarmantes cifras que han posicionado a Chile como el segundo país de la OCDE con mayores índices de obesidad también incluyen a los infantes. Acorde a la información arrojada por el Mapa Nutricional de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, la obesidad alcanza al 23% de los niños que cursan primero básico (2018), sin embargo, los índices en kínder y prekinder han disminuido en un 2,8%.

Esta situación se ha transformado en uno de los mayores problemas en la salud chilena, no solo por el diagnóstico en sí, sino por la incidencia que tiene este en el desarrollo de otras enfermedades: resistencia a la insulita, diabetes, colesterol alto, problemas cardíacos e incluso, afectando en el plano psicológico.

Según un informe realizado por la Comisión de Finalización de la obesidad infantil (ECHO, por sus siglas en inglés) de la OMS, en la actualidad los niños y las niñas están creciendo en un entorno más propicio al aumento de peso y la obesidad. La exposición a ambientes insalubres ha aumentado a raíz de la globalización y urbanización, en países de altos medios y bajos ingresos.

“Sabemos que la obesidad puede tener un impacto en el nivel de instrucción también y, esto, combinado con la probabilidad de que seguirán siendo obesos en la edad adulta, plantea importantes consecuencias sanitarias y económicas para ellos, sus familias y la sociedad en su conjunto”, explica el Dr. Sania Nishtar,uno de los miembros encargados de elaborar el informe de la OMS, haciendo referencia a las consecuencias que trae este problema en niñas y niños.

La fuente del problema

Tal como lo indica Bastián Portiño, nutricionista, son distintas las causales que han llevado a posicionar a Chile en los más altos índices de obesidad infantil en el mundo: los cambios en los hábitos alimenticios, los acelerados ritmos de vida, y por consecuencia, la falta de tiempo de los padres.

«Actualmente los niños pasan horas en sus establecimientos, el lugar donde deben cumplir sus necesidades de alimentarse, considerándose principalmente el desayuno y el almuerzo. Si bien algunos tienen la posibilidad de recibir alimentación mediante becas u otros traer alimentos preparados del hogar, existe un gran número de estudiantes que no tienen estas mismas opciones, por lo que deben comprar en kioskos o negocios de emprendimiento fuera del colegio», detalla, situación que de manera indirecta, obliga a las niñas y niños a consumir alimentos procesados y de alto contenido calórico, ya que estos productos son los que tienen a su alcance.

Pese a que existe legislación que regula la venta de estos productos en los colegios o liceos, la realidad es otra: «Si bien actualmente existe una ley que rige la venta de alimentos poco saludables en establecimientos educacionales, esta no se encuentra bien fiscalizada. Uno puede percatarse de ello al pasar por fuera de un colegio y ver niños en la entrada de estos comprando todo tipo de alimentos. Si los niños siguen expuestos a este tipo de venta de fácil acceso, no se podrá contribuir positivamente al cambio», enfatiza el especialista.

La Ley de etiquetados busca informar a las personas respecto a la composición de sus alimentos y con ello, generar un cambio en la forma en que las y los chilenos se alimentan. Fotografía: Publimetro.

La forma y los productos que la gente consumen también son una causal del aumento del sobrepeso: el preferir alimentos procesados por sobre otros más naturales, comer a deshoras o preferir la comida rápido por sobre la preparada de manera casera, también influyen en cómo las personas van modificando su composición corporal.

«A pesar de que Chile es un país costero, las bajas cifras de consumo de productos del mar son preocupantes, puesto que este tipo de alimentos entrega variados beneficios», agrega Portiño, a modo de ejemplificar qué pequeños cambios podrían realizarse en el modo en que, no solo los niños y niñas, sino también la población adulta, se alimentan.

¿Y qué rol tiene el estado en esta situación?

 

Como ya se mencionó, el Estado tiene distintos programas tanto en Salud como en Educación para combatir la obesidad en niños, niñas y adolescentes, pero estos no han sido suficientes para enfrentar la magnitud del problema. La ley de etiquetado, por ejemplo, ha sido un positivo cambio en la forma en que las personas ven sus alimentos, entregándoles las herramientas para conocer de manera más clara la composición de estos y con ello, creando un poco más de conciencia respecto a qué comemos.

A raíz de esto mismo, el informe ECHO entrega diferentes recomendaciones, en las cuales destaca la promoción de alimentos saludables a través de la implementación de programas integrales de salud; promoción de actividad física, atención previa y durante el embarazo, promocionar orientación sobre dieta saludable, buen dormir y actividad física en la infancia y en niños en edad escolar, y por último, un constante control de peso.

Pese a eso, y tal como lo analiza el Dr. Fernando Vio del Río en su publicación «Aumento de la obesidad en Chile y en el mundo«, el solucionar esta problemática y poder revertir las cifras que se han alcanzado, es una tarea que si bien debe nacer del Estado, tiene que incluir la participación de todos los sectores de la sociedad: «Se requiere de una Política de Estado de largo plazo que trascienda los gobiernos, continua en el tiempo, con recursos suficientes, dirigido por un ente coordinador desde el nivel central con capacidad ejecutiva para realizar programas de promoción de estilos de vida saludables y de prevención de la obesidad, con presencia en cada una de las Regiones del país», enfatiza.

«Cuando un problema no es sentido ni apoyado por la población, es muy difícil que se transforme en una política pública de largo plazo. Es por ello que la educación de la población en los temas de alimentación y estilos de vida saludables, desde las edades más tempranas, pasa a ser un tema crucial para el futuro de la salud pública en Chile y en el mundo», finaliza, destacando que la colaboración de la sociedad, es lo más relevante para garantizar un buen vivir a todas y todos los chilenos.

 

 

Top