Hablemos de la posible candidatura presidencial de Joaquín Lavín

Se podría decir que Joaquín Lavín Infante tiene una de las trayectorias políticas más camaleónicas de la historia de Chile. Algo así como un adolescente en busca de su identidad, aunque ya no tan lolo y con un peinado demasiado común. Asimismo, algunas de estas facetas están marcadas por candidaturas a la presidencia, precisamente en los años 1999 y 2005. Pero en ninguna de estas oportunidades pudo llegar a dirigir La Moneda. Sin embargo, en pleno 2020 y quince años después de su último fracaso electoral, se ha generado el clima ideal para que se presente nuevamente en la carrera por la presidencia.

Así es, aquel hombre que participó con entusiasmo en la campaña del Sí, el mismo que vociferaba discursos en apología a Pinochet cuando fue detenido en Inglaterra en 1998 y que hoy en día aún forma parte del Opus Dei, se presenta como la nueva alternativa de la derecha chilena para poder gobernar nuevamente. A pesar de este historial, Lavín en este momento lidera las encuestas presidenciales. En otras palabras, existe una gran probabilidad de que esta vez sí consiga su cometido y, de volverse esto un hecho, no sería más que una gran vergüenza nacional y una pésima imagen para el mundo que, en un país que tuvo como antesala las revueltas civiles del año 2019, se escoja posteriormente como mandatario a un candidato con estas características.

Siempre se ha dicho que Chile es un país sin memoria, que no aprende del pasado ni de sus errores, que Chile es un país porfiado. Bueno, muchas veces parecen estar en lo cierto quienes afirman esto, en especial cuando vemos que ciertos personajes, cuyos nombres es mejor no mencionar en esta columna, se han puesto la banda presidencial en más de una ocasión, aun teniendo mandatos de un éxito profundamente cuestionable en sus trayectorias políticas. Sin embargo, en esta ocasión no se trata de aprender de los errores, sino más bien de nuestros aciertos como país. De esta forma, el 2022 podría consagrarse como el año de la tercera y definitiva derrota del chicago boy en las elecciones presidenciales.

Aunque a Joaquín Lavín le esté resultando el juego del travestismo político, hay algo que ningún outfit va a poder disfrazar. Ese algo son los hechos y la historia. Es de esperar entonces que en las próximas ocasiones en que nos veamos frente a una urna, esa misma historia termine pesando mucho más que cualquier aparición en matinales y cualquier campaña llena de sonrisas estudiadamente inocentes.

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