La banda chilena ha sabido crearse un espacio en el nicho de la música independiente e instrumental, cuyos principales mensajes son la ecología el viaje interior, el cuidado del ecosistema y las raíces, valores reflejados en su historial musical.

Por Carolina Wilson

Conjunto de sonidos evocadores, vibratorios y sinérgicos, banda sonora de la evolución natural del bosque y la tierra, letras para conocerse a uno mismo. Es casi imposible hablar de Boraj, la banda chilena fundada a finales de 2014 en la capital, sin hacer alusión a su vínculo directo con los paisajes más naturales que conforman nuestro país.

Y es que esta banda de folk, post-rock y electrónica constituida por el compositor y vocalista Felipe Markmann, el violinista y saxofonista Nico Rosenberg, el guitarrista y bajista Francisco Ruiz-Tagle, el percusionista Francisco Joannon, la pianista y vocalista Isabel González, el flautista Felipe Aros y el baterista y sintetizador Amit knust, realizan como método de composición y producción, un largo viaje hacia una cabaña inmersa en la mitad del bosque camino a Farellones, la cual utilizan como sala de ensayo y producción, siendo éste el momento más especial en la creación de cada disco.

De esta forma, se le ha dado vida a los álbumes Cambiar de Aire el 2014, La Costa el 2015, Un Rayo el 2017 y El Animal parte I y II el 2019, con cuyos mensajes se busca transmitir sus principales valores correspondientes al respeto por la naturaleza, la ecología, el viaje interior, la conexión con el ecosistema, los recuerdos, los sueños y el reflejo de sus raíces a través de la música

A pesar de ser una banda sin un gran reconocimiento popular, ha llegado a presentarse en algunos festivales internacionales como el Festival Pop Montreal en Canadá, además de concretar otras visitas a México y Brasil. A nivel local, fueron parte del line up del conocido festival Lollapalooza edición 2017, el cual significó un gran éxito para la banda, tanto por su calidad musical como el montaje y la performance, la que contó con acrobacias circenses en tela y arcos, un muy desarrollado apoyo audiovisual de fondo y una caracterización étnica de los músicos quienes se pintaron sus caras y brazos.

Uno de sus más connotados proyectos fue la musicalización para el corto documental  Un Rayo, pieza que relata la historia de José Luis Vergara, un hombre de tercera edad y abogado que  abandonó su carrera, su rutina y las exigencias de la ciudad, para adentrarse en la melancolía de sus recuerdos, alejado de todo y en un ambiente totalmente natural.

Lo anterior deja entrever las ambiciones futuras de la banda, la cual no descarta la posibilidad de dedicarse a musicalizar películas, proyectos audiovisuales y cortometrajes que traten principalmente del amor a la naturaleza y al encuentro con uno mismo.