Almacenes de barrio se reinventan durante la pandemia EntrelíneasPor Joaquin Ignacio Orellana Medina E - 22 enero, 2021 Es una realidad que los pequeños comerciantes han tenido un difícil panorama frente a la pandemia y a las medidas que ha implementado el gobierno respecto a la misma. En algunos casos, los dueños de negocios han tenido que cerrar temporalmente debido a estas restricciones, mientras que los que se mantienen abiertos, deben enfrentarse a la dura competencia que son los supermercados. Desde la llegada del Covid-19 a nuestro país, el gobierno ha tenido que implementar distintas medidas para restringir el tráfico de personas en la ciudad, principalmente cuarentenas en la mayoría de regiones de norte a sur, al mismo tiempo que intenta frenar el avance del virus a través de medidas sanitarias como la aplicación del PCR y últimamente la aprobación del uso de la vacuna Pfizer. Sin embargo, para los almacenes de barrio, los problemas comienzan desde el estallido social de octubre de 2019, donde muchos locales se vieron en la obligación de cerrar ante los efectos de la revuelta en las calles, por lo que hoy, más de un año después, siguen funcionando sin normalidad, pero ahora por los vaivenes de mantener un negocio durante una pandemia mundial. Por un lado, pareciera que los supermercados son los grandes dominantes de las ventas de insumos básicos para la población, acarreando a grandes cantidades de personas y formando tumultos en sus entradas y estacionamientos. Algunos aspectos negativos que conlleva esto, es la escasez de productos y la alta concentración de gente dentro y fuera de estos locales, lo que aumenta el riesgo de contagio de coronavirus. Es por lo anterior, que los negocios de barrio que venden insumos básicos han sido de vital importancia para abastecer a la población cuando los supermercados se encuentran llenos o desabastecidos, pero al mismo tiempo, los locales de comunas pequeñas y en cuarentena han tenido que reinventarse tras las complicaciones que esta trae consigo. Mujer vendiendo en una verdulería. Foto: ElPaís Atender en pandemia El minimarket “La Copa”, atendido por el matrimonio de Miguel Angel Sepúlveda y Jacqeline Suárez, ubicado en la comuna de Bulnes, al norte de Concepción, ha sufrido una notable baja de clientes y sólo han podido atender a los que vivan cerca del local. “Si bien la cuarentena no duró mucho en Bulnes, nuestro local queda casi en el campo, me imagino que a los negocios del centro del pueblo les ha ido mejor”, señala Miguel Angel, mientras que su esposa enfatiza en lo mal que le ha hecho el toque de queda a la venta de licores. Aparte de las bebidas alcohólicas, Jacqeline se refiere a lo difícil que ha sido la venta de pan, indicando que en varias ocasiones les sobraron kilos de este por no saber cuánta cantidad pedir ante la incertidumbre la demanda de cada día, a veces faltaba o a veces se perdía. Durante el 2015, Heberto Urra Sandoval adquirió un local para abrir su verdulería, la que ha funcionado bajo el nombre de “La Veguita” desde entonces en la comuna de Quillón, la cual queda a tan solo 15 kilómetros de Bulnes, pero a diferencia de esta última, se ha encontrado en cuarentena durante más tiempo, afectando fuertemente a los negocios pequeños. Heberto cuenta cómo su local “es un sueño familiar, pero que se ha vuelto cada vez más difícil de mantener”. Señala que la gente prefiere ir al supermercado, porque ahí además de frutas y verduras pueden encontrar otros insumos básicos para su necesidad. “Es entendible, y por lo mismo hemos tenido que adaptarnos a las circunstancias”, con esto se refiere a su nuevo servicio de reparto a domicilio en las cercanías de Bulnes y Quillón, el cual recibe pedidos a través de su teléfono y los lleva a la puerta de sus clientes en su camioneta. Para el señor José Miguel Urrutia, más conocido por su local “Donde Pepe” en el centro de Bulnes, ha sido un poco diferente, ya que antes de la pandemia su local vendía objetos electrónicos pequeños como audífonos o chips de celulares, además de bebidas y helados, pero ahora José Miguel dice que tuvo que adaptarse a las medidas del gobierno. “Me vi en la obligación de comprar huevos y agua en bidones para no cerrar el local” indica, la razón es que estos productos son de primera necesidad, a diferencia de los que vendía anteriormente, esto con el motivo de no cerrar su local. “Recibía visitas diarias de carabineros, los cuales me indicaron que debía cerrar el local porque no vendía productos de primera necesidad, por lo que me vi un poco desesperado y tuve la idea de adquirir nuevas cosas para vender”, dice que este cambio en su estrategia comercial lo ha ayudado a mantenerse durante estos tiempos tan difíciles para los pequeños comerciantes. Dos hermanos atendiendo su negocio familiar. Foto: El Contraste La dura competencia El negocio de José Miguel Urrutia queda a tan solo una cuadra del principal centro comercial de Bulnes: el supermercado Unimarc. “Don Pepe”, como lo conocen sus clientes, dice que estar tan cerca de la principal competencia no lo ha beneficiado en absoluto, “A veces la gente pasa a comprar cosas más específicas, como una bebida o una cassata de helado para el postre, pero no es suficiente para llegar a fin de mes”. Uno de los principales problemas de los comerciantes locales es la constante lucha por la clientela del pueblo, quienes prefieren a Unimarc por sus estacionamientos y concentración de productos. Por su parte, el supermercado ha tomado medidas para combatir las aglomeraciones tanto dentro y fuera del local. Marisol González, gerenta de turno de Unimarc Bulnes explica algunas de las medidas que la franquicia ha tomado a lo largo de todo el país: reserva horarios exclusivos para la tercera edad entre las 9 y las 11 de la mañana, luego de eso, se abren las puertas para el público hasta las 2 pm, donde no se permite la entrada a más de 30 personas a la vez, “esto se controla a través de las cámaras y coordinandose con los guardias de la entrada, quienes llevan un conteo de la gente dentro del local”. Luego, entre 2 y 3 pm se realiza una sanitización diaria a todo el supermercado, la cual también se realiza una vez este cierra sus puertas a las 9 de la tarde. Marisol señala que las medidas adoptadas han tenido bastante efectividad, siendo por esto mismo que Bulnes, a diferencia del pueblo vecino Quillón, no se encuentra en cuarentena. Los proveedores Otro de los grandes problemas, que afecta tanto a pequeños como a grandes negocios, es el de los proveedores, los cuales se han visto en la obligación de subir los precios de sus productos a raíz de la contingencia, además de tener problemas para las entregas a los locales. “Muchas veces la mercadería tarda uno o dos días en llegar, eso antes no pasaba”, dicen los dueños de “La Copa”. También hacen énfasis en los lácteos y su alza de precios, así como también las frutas y verduras. Para los supermercados ha sido un poco distinto: si bien no tienen mayores problemas con los proveedores, los productos de limpieza han subido sus precios dada la alta demanda que tiene la población sobre estos. “Cuando todo esto empezó, la gente arrasó con los estantes de limpieza y el confort, fue realmente impresionante”, comenta la gerente de Unimarc Bulnes. Crisis de los supermercados. Foto: BBC News. Medidas sanitarias Todos los negocios pequeños han adoptado las medidas del Ministerio de Salud, para así según sus propias palabras “estar más tranquilos”. Entre estas simples, pero efectivas medidas están el no permitir más de dos personas en el local, exigiendo a estos el uso de mascarilla, además de sanitizar el local mínimo dos veces al día. Mientras que los supermercados ajustaron los horarios de su personal de la tercera edad, con el fin de no exponerlos al peligro del virus. El lado bueno Miguel Ángel Sepúlveda comenta que, si bien han bajado los clientes, es rescatable que el barrio al que pertenece respete y apoye su emprendimiento, prefiriendo su negocio frente a las grandes franquicias. “A diferencia de los demás productos, la venta de cigarros y dulces ha aumentado más que antes del corona” explica. Esto último lo conversamos con Ricardo Orellana Rojas, sociólogo, quien dice que esto se debe a la ansiedad que envuelve a las personas durante todo este proceso, “buscan darse gustos, para así hacer más llevadero el confinamiento, cosas que ayuden al desestres, como el chocolate o tabaco, suelen ser los más populares”. Este comportamiento, recuerda Orellana, solía darse con igual fuerza que ahora durante eventos como el terremoto de 2010, donde la gente agotaba este tipo de productos de las estanterías con el fin de apaciguar el nerviosismo que causaba una crisis como esa, que en ámbitos comerciales, tiene varias semejanzas con lo que se vive hoy.