El valor de la palta y su consumo ético

La alarma por el precio elevado de este fruto, que es parte importante de la dieta de los chilenos, ha demostrado tener múltiples aristas que parten desde la producción hasta su comercialización.

por Carolina Wilson y Daniela Escobar .

En estos días, el precio del kilo de palta ha sobrepasado la barrera de los cinco mil pesos y en supermercados ha superado los seis mil, situación que ha generado alerta dentro de los consumidores locales del producto originario de Guatemala. Esto, debido a que su valor ya superó el precio de exportación, además de ser un fenómeno que extrañamente se da a esta altura de la temporada estival -de cosecha del fruto-, y que tiene como consecuencia la opción de volcarse al mercado interno por parte de los productores. 

Según datos entregados por feriantes locales, el precio para el productor oscila entre los 3 mil trescientos y 3 mil quinientos pesos el kilo sin Impuesto al Valor Agregado (IVA), y con la baja que ha tenido el dólar en las últimas semanas, se traduce entre 4,5 y 4,8 dólares por kilo, versus los 2,5 y 3 dólares el kilo que se recibe si es exportado a Europa, principal destino del fruto. En los supermercados, incluso, el precio es mucho mayor: en Jumbo el kilo de palta -de primera categoría de exportación- está a 4 mil ochocientos pesos y en Líder, a  4 mil novecientos pesos.

Fanny Villalón, proveniente de la comuna de La Ligua, comenzó a comercializar paltas en la región del Maule con el fin de generar ingresos luego de perder su trabajo producto de la actual pandemia por Covid-19: “Comenzamos este emprendimiento con mi hijo que quedó sin trabajo, así que empezamos con esto para invertir en algo. En un principio fueron la palta y el limón, pero más tarde sumamos pasteles de La Ligua, que son bien famosos”, indicó la emprendedora oriunda de Valparaíso. 

“El tema del precio de la palta ha sido complicadísimo, porque nosotros estamos comprando la palta carísima y la verdad la gente está complicada con la campaña de ‘no a la palta’ y eso inevitablemente te juega en contra. Igual no es culpa del que compra la palta, sino que en este tiempo es escasa, por lo que su valor ha subido bastante», sostuvo Villalón.

A simple vista pareciera ser un problema de demanda interna, ya que existe menos producción de palta debido a la sequía. Sin embargo, como el consumo nacional se mantiene alto -al igual que el precio-, los consumidores chilenos deben pagar más por un producto de segunda o tercera calidad, mientras que el de excelencia se exporta al extranjero, donde se paga un valor inferior.

Existe también una contradicción respecto de las causas, ya que, según datos oficiales de las asociaciones de exportadores: “Ya han sido exportados 67 millones de kilos de palta” y el Comité de Paltas de Chile, agrupación que reúne a los productores de palta hass estima que para cuando la actual temporada termine serán un poco más de 70 millones de cajas, en comparación a las 135 millones de la anterior del periodo 2019-2020. Cabe señalar que del total de palta generada en el país, el 28% fue consumida en Chile y el 72% restante fue exportada, principalmente a Europa, Estado Unidos, China y Argentina entre otros países. 

 Chile es el tercer mayor exportador de palta a nivel mundial, además el país cuenta con un consumo alto en comparación de otros países a nivel per cápita. Foto de Pixabay.



Más allá del precio

El precio y acceso a la palta ha mostrado distintos escenarios que forman parte de los conflictos socioambientales actuales del país. La dificultad en el acceso al agua potable de algunas comunidades versus el agua utilizada para la producción de productos agrícolas es un tema que genera preocupación y malestar.

Y es que según Water Footprint Network, se necesitan 2.000 litros de agua para producir un kilo de paltas, cuatro veces la cantidad necesaria para producir un kilo de naranjas y 10 más de lo que se necesita para producir un kilo de tomates.

Alejandra Fuentes Hinojosa, agrónoma que ha estudiado las proyecciones de las exportaciones nacionales y se ha encargado de auditar a las grandes agrícolas palteras, comenta que existe falta de fiscalización en la utilización de recursos y que sólo se está privilegiado al mercado: “Los palteros se desentienden de su responsabilidad en la falta de agua. Señalan que la situación de sequía se debe solo al cambio climático y las falencias de infraestructura hídrica, que se transforman en el ejemplo más crudo de la falta de regulación de los agricultores”, indicó la profesional. 

«Pronto el precio será igual en todo el mundo, se convertirá en un producto de masas y en algún momento hablaremos del precio del cobre, del oro y de la palta”, indicó la agrónoma, quien junto a este diagnóstico, realizó otras proyecciones que se podrían cumplir en caso de no existir cambios legislativos claros: “En el futuro, si la palta llega a la bolsa y el agua sigue siendo un bien privatizado de consumo, será a costa de gente que debe escoger diariamente entre lavar su ropa o tomar una ducha”, afirmó la experta del área. 

La localidad de Petorca cuenta con una población de un poco más de 78 mil habitantes, el río de la localidad abastece a las plantaciones de palta que corresponde al 30,5 % de la producción nacional. Imagen satélite de GoogleMaps.


Conflicto de derechos

Chile es el único país del planeta que mantiene legalmente privatizada el agua, frente a esa realidad, existen varias organizaciones ambientales que intentan incidir en los cambios legislativos, que permitan cambiar esta situación, al respecto Francisco Astorga, abogado e integrante de la ONG Defensa Ambiental, señala que “en términos de derechos del agua, tenemos un sistema único en el mundo porque ninguno es tan mercantilista, capitalista y extractivista en relación al agua como el nuestro, donde está todo desregularizado”. Respecto al agua como un bien de consumo, el experto señala que su origen se encuentra en nuestra Carta Fundamental: “Los cuerpos de agua no tienen ninguna protección territorial, entonces desde la Constitución del ‘80 el agua se privatiza y se entrega a un grupo de empresarios, quienes han estado usufructuando del agua a través de proyectos hidroeléctricos y agrícolas, como es el caso de las paltas”, sentenció el licenciado.

“En lo personal, como propuesta, me parece que debemos mirar el agua como un bien público y mejor aún, como un bien común, estatal y administrado por el Estado bajo unas bases construidas en la mirada social, porque también es político; es un bien abierto a la sociedad en general, y no debe ser administrado por una empresa sino que por un grupo de individuos que se autoorganizan para manejar bien el recurso. Chile es el único país en el mundo que mantiene privatizada el agua por ley, lo que se traduce en que un palto tiene más derecho a este recurso vital que una persona. Realmente injusto”, finalizó Astorga. 

Según nuestra legislación actual, el artículo 19 N° 24 de la Constitución de 1980 dispone que “los derechos de los particulares sobre las aguas, reconocidos o constituidos en conformidad a la ley, otorgarán a sus titulares la propiedad sobre ellos. Con ello, estos derechos cuentan con la protección que la Constitución otorga al derecho de dominio, lo que los hace inexpugnables”.

Ahora, la controversia con dichos artículos se fundamenta en que se les desconoce a las aguas su condición de bien nacional de uso público, recogida por el artículo 595 del Código Civil en el que se dispone que “los ríos y las aguas que corren por cauces naturales son bienes nacionales de uso público”. 

En el Código de Aguas, vigente desde 1981, se dispone que las aguas “son bienes nacionales de uso público”, pero tal declaración resulta sin efecto a la luz de lo contemplado en el artículo 122 del mismo cuerpo legal, que entrega a la Dirección General de Aguas atribuciones como traslados del ejercicio del derecho, cambios de punto de captación, abastecimiento y transferencias. 

Para Jens Benhör antropólogo y estudiante de magister en medioambiente, las paltas son un fruto muy apetecido y apreciado por los chilenos, pero consumen demasiada agua en forma de plantaciones: “Es un problema de los frutales en general y sobre todo si las pones en un desierto al lado del único, como lo que ocurre en la comunidad de Petorca”, expresó Benhör. 

“Es lamentable, pero lo más sensato es disminuir su producción en el norte de Chile. Se entiende esto como una problemática social que corresponde a los derechos de aguas que deben ser considerados no sólo como bien común antropocéntrico, sino también ecocéntrico, y así no solo conservar el agua para nuestra especie sino también para otras, por ejemplo en los ríos”, finalizó el antropólogo.

Chile es el único país del mundo que tiene los derechos de agua en cedidos a la administración de privados en forma perpetua según la constitución actual. Foto de Pixabay.

Hacia una soberanía alimentaria

A raíz del debate, en cuanto a los precios de las paltas y de otros productos agrícolas y los otros temas relativos al marco regulatorio del agua en el país y las necesidades de la economía local, están existiendo otras voces que intenta llevar el debate hacia otras formas de generar alimentos para satisfacer las necesidades de la sociedad

Según indicó Macarena Zambrano, integrante del grupo Soberanía Alimentaria y dueña del espacio Color Local en Concepción, “el Estado sólo se ha preocupado de un desarrollo productivo capitalista. Con esto quiero decir que, a fin de producir más y vender más, en vez de fomentar cultivos agroecológicos que aseguren la sustentabilidad de los territorios, han implementado monocultivos y uso de agrotóxicos que degradan suelos y enferman a sus habitantes”.

Los campos han perdido su agua y con esto aumenta la dificultad para cultivar de pequeñas y pequeños productores. Las pérdidas de agua se deben a represas que el mismo estado ha permitido instalación y desarrollo. Ha financiado el extractivismo y no la protección de las tierras. Han potenciado la exportación por parte de productores en vez de desarrollar la economía propia de un lugar. Se han eliminado puntos donde convergen productores campesinos y la comunidad, demostrando el desinterés que existe a nivel de política pública para fomentar este tipo de intercambios comerciales. 

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