Clases online: las consecuencias de esta modalidad en la infancia

Lo que antes era una actividad normal, ahora se convirtió en un potencial riesgo para la salud. Clases presenciales que pasaron a la historia debido al Covid-19. Un cambio radical que ha generado estragos en quienes viven esta nueva realidad.

Ansiedad, estrés y aburrimiento. Tres palabras que se apoderaron de las vidas de muchos niños y niñas producto de las clases online. Una situación que, tras el inicio de la pandemia, ha dejado varias repercusiones negativas en los pequeños que cursan los niveles escolares básicos.

Jornadas que inician a las ocho de la mañana, con uniforme y cámara encendida para comenzar su proceso de aprendizaje. Algo que, sin duda, les será beneficioso a largo plazo pero, ¿a qué costo?

Pequeños de 10 años que deben mantenerse conectados frente a una pantalla casi cinco horas al día. Algunos completamente solos, ya que sus padres o tutores no tienen el tiempo suficiente para ayudarlos; otros con mala conexión o sin dispositivo óptimo como un computador, e incluso, hasta niños diagnosticados con déficit atencional o hiperactividad.

Sea cual sea el contexto de cada alumno, la gran mayoría coincide con haber tenido algún tipo de dificultad con las clases virtuales. Así lo declara el estudio de la Universidad de Chile, “Vida en Pandemia”, que afirmó que el 70% de los niños y el 66% de las niñas han experimentado problemas con esta modalidad.

No obstante, el principal problema trasciende las barreras del aprendizaje, ya que -en cierta medida- mantener a un niño frente a un computador por mucho tiempo genera estragos psicológicos como frustración, desmotivación o trastornos de sueño.

Según el estudio de la U. de Chile, el 35% de las personas afirma que se ha deteriorado el bienestar psicológico de los niños producto de la pandemia. Fotografía de Getty Images.

Al no haber otra alternativa, puesto que estamos en pleno peak de la segunda ola de contagios, los profesores son los principales actores en mejorar esta situación. Son ellos quienes deben adaptarse al contexto y dejar de lado las enseñanzas tradicionales para empezar a motivar la educación desde casa. Aprovechar las herramientas que entrega la tecnología para educar, sin descuidar la salud mental.

Por otro lado, nunca está de más mencionar que los establecimientos educacionales deben reforzar la presencia de un psicólogo o psicóloga, ya que ellos pueden ayudar a mejorar la estabilidad emocional de cada alumno.

En retrospectiva, es evidente que el desafío es mayúsculo, pero no imposible. Finalmente, hay que recordar que esa generación se convertirá en el futuro de nuestro país bajo una infancia muy diferente, por lo cual, es de suma importancia que, desde temprana edad, puedan reconocer que su salud mental es la prioridad.

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