Vivimos en tiempos difíciles e inestables a nivel global. Las crisis políticas, el estallido social y hace más de un año que vivimos en una pandemia mundial que produce crisis económica.

Hay una crisis silenciosa que por ahora no afecta a la gran mayoría de la población, pero un porcentaje ya vive la escasez hídrica.

El Instituto de Recursos Naturales a nivel global ubicó a Chile en el puesto 18 de los países más afectados por “estrés” hídrico.

Imagínate vivir con una cantidad de agua limitada e imagina ser un agricultor de una zona que climáticamente es árida y no llueve.

Tienes una empresa instalada en la zona que extrae y ocupa la mayor parte del agua y el resto la contamina.

Sumado a que tu país vive la peor sequía en su historia, lagos, lagunas, riachuelos y humedales que hace 10 años atrás eran santuarios de la naturaleza, hoy son terrenos desolados y secos.

Flora y fauna, además de comunidades enteras se ven afectadas por la crisis hídrica y el cambio climático. No poder sembrar nada, no poder darles agua a tus animales, y la poca que tienes, racionarla para consumo y necesidades propias.

¿A qué es triste cierto?

Y todavía dejamos que empresas exploten este recurso vital para la vida en el planeta. Los legisladores no mueven un dedo por la gente que se ve afectada por esta crisis que avanza silenciosamente.

El código de aguas sigue intacto y el agua no es un derecho, sino que, un bien de consumo. No hay políticas de estado que se hagan cargo de hacer un apropiado uso del agua.

Los gobiernos se hacen cargo cuando el problema ya es crítico, toman medidas “parche” como los camiones aljibe, etc.

¿Hasta cuando vamos a tolerar la mala administración del agua por parte del Estado de Chile? ¿Cuándo se preocuparán realmente por la gente?

¿Debemos esperar pacientemente a que nuestros territorios se queden definitiva e irremediablemente secos? Si no hacemos algo al respecto, con una política seria de Estado, entregaremos un país seco a las futuras generaciones.