Doble crisis, ninguna solución y más polémica

En 2018, con un 55,21% de los votos, el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal, ganó la presidencia de Brasil, siendo el primer militar en llegar al poder en unas elecciones desde 1945.

Asumiendo en 2019 y siendo aclamado por los brasileños, Bolsonaro prometía seguridad y economía a la potencia más grande de Latinoamérica, comparando muchas veces el panorama de su país con la actual situación de Venezuela. Dichos que muchas veces fueron aplaudidos y venerados por sus simpatizantes.

Destruyendo el principal pulmón de la tierra

A pesar de ser bien recibido en los primeros meses, Jair Bolsonaro comenzó a bajar su aprobación luego de que hiciera retroceder las protecciones de los grupos indígenas en la selva amazónica (la cual comprende el tramo más grande de terreno a nivel mundial y la mayor biodiversidad de la selva tropical en el mundo), facilitando así su destrucción mediante la deforestación.

Según CNN, en 2019 estudios demostraron que se destruyó una zona equivalente al tamaño del territorio de Puerto Rico, y el 99% de la deforestación es producto de la tala ilegal y la quema de tierras. Por otra parte, la minería ha convertido la tierra en “lodo tóxico” donde nada puede crecer en siglos.

A pesar de que la Amazonía es considerada “el pulmón verde de la tierra” y hogar de una décima parte de la vida silvestre del mundo, la destrucción continúa a la par con la actual crisis sanitaria, producto de la COVID-19, la cual supera su record de muertes cada día en la nación más extensa de América del Sur.

Mapa satelital el Amazonas. Esta abarca un total de nueve países, llegó a un peak con más de 30.000 focos activos. Estos incendios están directamente relacionados con la deforestación para fines agrícola y ganaderos

Doble crisis, doble negligencia

Desde un inicio Jair Bolsonaro negó la gravedad de la pandemia, calificándola como una “gripecita o un resfriadito”. Además, continúa respaldando el uso de medicamentos como la Hidroxicloroquina y la Ivermectina, a pesar de que varias investigaciones indican que el uso de estos fármacos no es efectivo en el tratamiento contra la COVID-19.

Se ha opuesto a todas las medidas de aislamiento social y al uso de mascarilla, lo que ha provocado una confusión y división en el pueblo brasileño, además de la mutación y expansión de nuevas cepas de COVID aún más letales y que ya llegaron a gran parte de Latinoamérica.

El gigante sudamericano, con 176 decesos por cada 100 mil habitantes, se posiciona como el país como mayor índice de mortalidad en el continente americano y el Hemisferio Sur.

Algunos lo califican como el único responsable de los más de 7 mil decesos que descansan en las fosas comunes del país, mientras que otros lo ven como la solución para no acabar como Cuba o Venezuela.  Para algunos, el “genocida” de la naturaleza y de los brasileños; para otros, el mesías que los salvó de la pobreza y corrupción.

Mientras en su hombro derecho carga con la destrucción de la Amazonía y en su hombro izquierdo las muertes y contagios de sus compatriotas,  Jair Bolsonaro continúa de pie y firme a su palabra: “amazonas no es patrimonio de la humanidad y el coronavirus no es lo que los grandes medios dicen”.

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