Arte, cultura y una nueva constitución para Chile EntrelíneasPor Franco Ibacache - 28 mayo, 2021 Tras un hito histórico como las últimas elecciones de constituyentes cabe preguntarse qué podría pasar con la cultura y la manera en la que el estado se involucra en las creaciones artísticas. Chile tiene una amplia riqueza cultural y artística repartida a lo largo del mapa. Territorio, migración, y religión son algunos de los factores que nutren esta abundancia, sin embargo el totalitarismo de la dictadura institucionalizó una chilenidad concentrada, maquillando a su parecer lo que debe representar a la nación. Claramente la visión institucional de “lo patrio” es reduccionista, porque vació de discurso y valor político algo que en su concepción siempre lo tuvo, como lo eran las chinganas. Este fenómeno ilustra en cierto sentido lo que pasa con la cultura desde la institucionalidad, que a través de un Estado subsidiario generó leyes promoviendo la competencia, el centralismo y la expropiación del arte como expresión genuina y válida del alma. Con la aparición del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, Fondart, en 1992, llegó también la lucha feroz por la obtención de esos recursos, los vacíos legales para obtenerlos y por sobre todo el resentimiento entre pares pues una política como esta evidencia y aumenta la brecha de la desigualdad. El problema de este concurso es que premia los conocimientos discursivos y retóricos en función de lo que el estado considera como arte o peor aún, lo que la agenda política del momento necesita. Esta situación alimenta entonces una visión elitista donde quienes toda la vida desempeñaron este oficio no necesariamente comprenden cómo convencer a un burócrata que desconoce de primera fuente el quehacer artístico y todas sus intertextualidades. Entre 2016 y 2018 el 68,8% de los proyectos seleccionados en la línea Circulación Fondart pertenecían a la Región Metropolitana. Fuente: Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Fotografía: miequipajedemano.com Se que no siempre es así y que el trabajo que el Fondart permite hacer realidad una buena parte de las producciones artísticas nacionales, pero este modelo obliga a muchos artistas a ceder el control de sus propios proyectos a quienes sí tienen los conocimientos, sirviendo como un eslabón más para lograr una meta política y alejando a una cantidad no menor de personas del rubro al ver tan condicionadas sus opciones de emerger en una actividad que requiere de presupuestos elevados imposibles de reunir para muchos. En un momento en el que los artistas han sido fuertemente golpeados por la pandemia invito a reflexionar sobre cómo debiese abordar esta área una nueva constitución, para que en un futuro tengamos políticas efectivas que pongan en valor el trabajo artístico y salgamos de la precariedad a través de un Estado que se responsabilice más allá de solo asegurar la “libertad de crear y difundir el arte”.