“Trabajo sexual es trabajo”: El olvido del Estado y el ejercer en pandemia

La pandemia del COVID-19 ha puesto al descubierto y profundizado las desigualdades que experimentan las y los trabajadores sexuales en Chile. Grave pérdida de ingresos, mayor marginalidad, exclusión de las medidas de protección y socorro del Gobierno han desencadenado en precarias condiciones laborales, exponiendo su propia salud y seguridad.

El gremio del trabajo sexual en Latinoamérica en general tiene un historial de autoorganización, ayuda y apoyo mutuo. Intentando crear un círculo seguro ante una norma que juzga e invisibiliza la forma de vida de miles de mujeres y hombres que desempeñan su labor de forma aislada y desprotegida.

Con el comienzo de la crisis sanitaria y las restricciones de las autoridades para evitar los contagios, las y los trabajadores sexuales suspendieron la oferta de un contacto directo con sus clientes e intentaron otras alternativas con videollamadas eróticas como forma de adaptarse a las nuevas condiciones del mercado. Hermina González, vocera de Fundación Margen, organización que lucha por la promoción de los derechos de los y las trabajadoras sexuales, y que forma parte de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, reconoce que, la gran mayoría no tiene las condiciones para adecuarse al nuevo servicio y ha tenido que seguir trabajando dentro de lo clandestino.

Zona gris

En Chile el trabajo sexual y la prostitución no son considerados un delito. Sin embargo, el Código Sanitario sanciona si este se ejerce en un establecimiento, como un cabaret o un café con piernas. La normativa da la oportunidad de que las y los trabajadores se sometan a un control voluntario de salud sexual, con el fin de prevenir el contagio de enfermedades de transmisión sexual (ETS).

“Antes las trabajadoras debían asistir de forma obligatoria a los controles, donde eran víctimas de abuso de la fuerza policial en la fiscalización, aún falta mucho, necesitamos que las trabajadoras sexuales sean sujeto de derecho sobre todo en este contexto de pandemia, no pueden quedar en el aire sin una legislación que las proteja”, comentó González.

La mayoría de los trabajos en la industria del sexo se realizan en espacios precarios y de alta vulnerabilidad. Mismos sectores que por la pandemia se han visto afectados fuertemente por el aislamiento, restricciones y los toques de queda, donde las y los trabajadores sexuales no pueden acceder ni a sus necesidades básicas, entendiendo que ellos, a través de su trabajo en las calles, sustentan a sus familias.

Voluntarias de Organización Margen. Fuente: Radio.uchile.cl.

“No podemos estar en la calle ejerciendo nuestro trabajo, la policía nos persigue, no nos deja de fiscalizar, además no existe la posibilidad de poder sacar un permiso para trabajar, ha sido muy duro para nuestra familia y nuestros hijos, hemos podido subsistir con la ayuda de Organizaciones como Margen quienes nos han facilitado mercadería, pero no es suficiente”, comenta Vanessa, trabajadora sexual quien por seguridad no entrega su nombre real.

La trabajadora también condena las formas en que las personas se burlan de un tema tabú como lo es el trabajo sexual en el país. Además, enfatiza en que no es ilegal y que por lo mismo se debe regular para poder realizarlo en pandemia con los protocolos sanitarios necesarios para cuidar su integridad y la de los clientes.

Trabajo sexual es trabajo

.El trabajo sexual autónomo es un trabajo y, como tal, debería ser protegido por las leyes. Sin embargo, la falta de regulación no permite que se realice de manera libre ni en condiciones dignas, respetando las normas básicas de seguridad e higiene. Georgina Orellano, trabajadora sexual callejera y secretaria nacional del Sindicato de Trabajadores Sexuales de Argentina, comenta que los Gobiernos en Latinoamérica no están comprometidos a tomar medidas para que el trabajo sexual sea respetado y que no existen las regulaciones necesarias para ejercer de forma segura.

Georgina Orellano, secretaria nacional del Sindicato de Trabajadores Sexuales de Argentina. Fuente: Elsaltodiario.com.

“Las leyes criminalizan el trabajo de las putas, desde el comienzo de la pandemia es aún peor, no somos delincuentes, somos una comunidad organizada y no tendríamos porqué hacer colectas de alimentos para poder sobrevivir por no poder trabajar”, apunta la activista con un dejo de preocupación.

Los posibles proyectos para mejorar las condiciones de las y los trabajadores sexuales quedaron en pausa tras el difícil momento que atraviesa Chile debido a la crisis sanitaria. Por ahora no tienen más opción que asumir los riesgos para poder tener ingresos y organizarse para ir en ayuda de sus compañeros y compañeras que se encuentren en una peor situación.

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