Al interior de la campana de Sylvia Plath: el cuestionamiento que el feminismo debe ignorar

¿Por qué debemos ignorar nuestras dimensiones emocionales, para validar las intelectuales?

La campana de cristal de Sylvia Plath ha sido considerado por el público lector como una obra feminista temprana. La protagonista, Esther Greenwood, es una chica joven acomplejada por las decisiones que debe tomar en su vida y por el no querer conformarse con su rol de mujer en una sociedad conservadora.

Si bien esta premisa encaja perfectamente en las temáticas desarrolladas por el feminismo en los años 60 y 70, no sirve en el contexto actual como un ejemplo de lo que este movimiento debe perseguir en el mundo contemporáneo.

Esto se debe, principalmente, a que concibe a la mujer en solo uno de sus aspectos: el intelectual. Esther es periodista y quiere ser escritora, pero ha perdido oportunidades al no querer parecerse a sus compañeras, a las que considera tontas y superficiales. Si bien es entendible la premisa, dado la época en la que fue escrito y considerado como una lucha de género, no es una historia aplicable a la actualidad. Las diversas ramas del feminismo se enfocan hoy en día en la multidimensionalidad de nuestras capacidades, invitándonos a incorporar todas las áreas de la feminidad que nos sean posibles sin tener que escoger entre la inteligencia y nuestros sentimientos.

La campana de cristal es una novela semi-autobiográfica, en la que los nombres de personas y lugares están cambiados. Fotografía por @LuciaSantaMaria en Twitter.

Esta dicotomía es la predominante durante el transcurso del libro, generando en Esther un fuerte debate interno acerca de si debe tomar el camino convencional que la llevará a una pasiva vida familiar, o si debe inclinarse a asumir la soledad que le traerá el seguir con su carrera profesional. 

Sin embargo, sigue siendo destacable la manera en que la autora describió la profundidad del dolor interno que se produce al no encajar en el modelo habitual de lo que es ser mujer. La crisis existencial de la protagonista se genera de una forma lógica para las lectoras, es fácil empatizar con sus miedos y su forma de sentir, pero esto no debe ser un limitante en nuestro entendimiento de la vida. 

En el mejor de los casos, esta historia es un incentivo a dejar atrás aquellos cuestionamientos que nos limitan a un solo rol en la sociedad y nos presentan un ejemplo predeterminado de la mujer empoderada: se puede ser madre, amante, rebelde y sensible a la vez.

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