Sin nada que perder: los “desocupados” de la feria

No son considerados fuerza laboral, pero tampoco reciben algún beneficio, esa es la historia de distintos emprendedores, feriantes y trabajadores que viven del día a día, a los cuales les sale más conveniente eso que un salario mínimo.

“A mí me encanta porque es algo que permite tener tiempo para mí hogar, hijos y trabajo. Además, tener un puesto en la feria es más flexible”. Así describe Yamilet su experiencia desde que, a principios de año, comenzó su emprendimiento.

Ellos son parte fundamental del abastecimiento local, sobre todo, en zonas donde no existen grandes tiendas que proporcionen cosas tan simples como ropa, teléfonos o radios. Es por esto que impacta saber que los feriantes no están considerados dentro de la fuerza laboral, ya que se les considera un índice aparte según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Por lo tanto, pagan un impuesto fijo al igual que cualquier comercio, pero no reciben absolutamente ningún beneficio estatal.

Muchas de estas personas se han visto afectadas por la crisis que generó la pandemia, incluso, algunos perdieron sus trabajos, lo que los obligó a reinventarse para sobrevivir. Tal fue el caso de Daniela, quien luego de un accidente de su pareja, Patricio, debió ingeniárselas para poder mantener a su familia. “Luego de que se quebrara la pierna, a pesar de la ayuda de la gente, de la cual estoy agradecida, tuvimos que descubrir cómo resistir con tres hijos; no podíamos depender de los demás para siempre”, afirmó.

Daniela, a través del negocio del cuidado de manos (venta de cosméticos artesanales), comenzó a recibir una buena cantidad de ingresos extras, permitiéndose tener un taller dentro de su casa, donde experimenta con nuevos aromas y técnicas. Así ha logrado, de a poco, levantarse de la crisis desde hace seis meses. “Mi familia y la de mi pareja me apoyaron en mi sueño, ya que había hecho un curso de jabones y se me hizo más fácil la vida” comentó alegremente.

En ciertas zonas del país, las personas deben -obligatoriamente- depender de las ferias evitando viajar así a las ciudades. Fotografía: Sercotec.

Pensiones básicas es igual a mal vivir

Sin embargo, a diferencia de Daniela, muchas personas ya habían trabajado antes, por lo que tenían uno que otro ahorro, principalmente, en los seguros de cesantía y/o a través de la justicia (demandas). Este fue el caso de Gema, quien luego de ser despedida sin razones aparentes, y por problemas de ansiedad, no ha podido volver a trabajar en otros lados. “Ha sido bastante difícil, porque me vi obligada a rebuscármelas”, señaló. 

Pero el milagro o la suerte cambió su destino, puesto que algunos de sus tejidos que confeccionaba en el tiempo libre fueron bien recibidos por gente conocida. Aquel fue el momento que escogió para empezar una nueva aventura en el emprendimiento local.  

No obstante, la pandemia sólo agravó sus circunstancias. “Cuando supe de la posibilidad de retirar el 10 %, compré mercancía para trabajar con mayor variedad y tener mercadería para mi casa, igual aproveché de comprar más cosas con los otros, sé que me puede ir mal con mi jubilación, pero ya en este punto me da lo mismo, prefiero emprender en esto” sentenció.

Si bien ya se instaló la idea de que las administradoras de fondos de pensiones (AFP) no son un modelo rentable y que muchas personas ya tienen una pensión de vejez bastante precaria, quienes por algún motivo no pueden acceder a ellas, obtienen un beneficio estatal, la cual deja que desear al igual que el sistema actual, por lo que muchos emprendedores, pese a pagar impuestos nunca podrán jubilarse. En otras palabras: vender o morir.

Esto, per sé, afecta mucho más a las mujeres que deciden entrar a este rubro, ya que aparte de encargarse de sus negocios, deben criar a sus pequeños, puesto que aún se les delega esta responsabilidad únicamente a ellas, quienes generalmente no reciben apoyo de sus parejas en estas actividades.

La venta de ropa americana y juguetes forma gran parte del volumen de ventas de los feriantes. Fotografía: VistelaCalle.

Trabajo juvenil y precariedad laboral

  En comparación con la década anterior, en donde era sencillo adquirir bienes como casas o vehículos, se ha vuelto difícil poder obtener algo, dada la baja de los salarios y las ofertas de trabajo que cada vez exigen más estudios y/o experiencia, incluso desde antes de llegar a la mayoría de edad.

Belén, de 16 años, ya pensó en su futuro y, pese a que le interesa trabajar para generar ahorros, también busca obtener dinero por sí misma. “De a poco quiero empezar a vender maquillaje y mascarillas, así tengo más plata para cuando tenga que irme a la universidad, aparte acá no hay muchos trabajos que no sean en verano”, explicó.

Así como ella, son muchos los jóvenes que han tomado esa rienda del “desocupado”, prefieren mil veces trabajar al día que tener un sueldo que para las grandes ciudades ya no está alcanzando. Por otra parte, Adolfo, trabaja en lo que puede. Si bien es joven, aún, su experiencia laboral le permitió poder vivir del día a día, sin mayores dificultades. “Sé muchas cosas, electricidad, pegar cerámica, pintar, construir y aunque no tengo estudios, eso no me ha impedido obtener empleo en distintos lugares. No se necesita un título para esto, pero es difícil con contrato, ya que pagan por haberse titulado, no por el conocimiento no tradicional”, aclaró.

El 10% sobre los beneficios sociales

Ya es común escuchar que algunas personas están de acuerdo, incluso planeando lo que harán de ser posible el cuarto retiro. Los feriantes no son la excepción, ya que se consideran olvidados de los beneficios sociales sin que sean préstamos, la incertidumbre los invade y mientras no sepan que pasará en el futuro, no pueden darse el lujo de “gastar” dinero que jamás fue de ellos, por lo mismo, el Bono Pyme resultó un verdadero “salvavidas” en momentos tan agrios.

No obstante, pese a que se ve con muy buenos -tal vez demasiados ojos, el fin inminente de la pandemia, la generación de empleos no ha sido conveniente para ellos, muchos sin educación más allá del cuarto medio. Por ende, vivir del día a día suena desagradable y realista.

Los retiros hicieron que los feriantes, que alguna vez trabajaron con contrato, puedan comprar mercancía suficiente para un buen tiempo, pagar las deudas que los aquejan y así mantenerse. Esto incluso, les permite ciertos “lujos”, como un televisor o celular nuevo. Cosas que para algunos pueden ser innecesarias, pero para otros, una real satisfacción de gastar su propio dinero.

Gema cuenta, que al haber trabajado casi 10 años, tiene la oportunidad de retirar sus fondos de pensiones varias veces más “Si pudiera sacar el 100 % lo haría sin pensarlo, jubilarme ya no es una opción, prefiero trabajar con ese dinero e invertirlo como corresponde, ya que sueño con tener mi negocio en mi casa y si aprueban el cuarto, poder terminar por fin de comprar los materiales”, relató.

El sistema de pensiones en Chile solo cubre a quienes calzan con la definición de “ocupados”. Fotografía: La Tercera.

Entre armar y desarmar

Aunque algunos tienen el privilegio de contar con un espacio definido en donde vender sus productos, otros, principalmente feriantes, viven deambulando con sus cosas: toldos tras toldos, cajas y bolsos. Estas personas ya se han habituado a dormir, incluso, en carpas o en vehículos, comer en cualquier lado y esperar de sol a luna, con calor o frío, solo pudiendo ser detenidos por la lluvia, por poner un pan en la mesa.

Ese es el caso de cada una de las personas que se atrevieron a contar su experiencia, siendo su gran sueño tener un verdadero lugar para vender, al margen de las ayudas del gobierno y el trabajo de las municipalidades, entre el ahorro y la familia, se vuelve algo difícil hacerlo de manera inmediata, tratando de no preocuparse por el “qué pasará”.

Muchas municipalidades ya han hecho trabajo de coordinación con estos feriantes, aunque todos concluyen que no es suficiente: un lugar fijo, una ayuda estable o algún proyecto para poder trabajar con, aunque sea una comodidad, eso es lo que constantemente se escucha de ellos a través de los lugares en los que se suelen colocar. Gritos ahogados, ante la política actual, que aún no los considera parte vital de la economía, ni de la fuerza laboral.

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